Maroto, el poeta que ama y desama

La verdad, el epílogo de Maria Cruz Magdaleno que corona Los días relevantes, (Celya, Editorial), me ha dejado sin palabras. Literalmente me pone en un aprieto ya él me remito; soy muy sincero, y no sé ya qué decir tras lo expresado por ella.

Constituye un acero para situar un epílogo en el lugar del prólogo habitual en los libros de poesía. Con el epílogo se comprende mejor la sucesión de poemas. Entre los poemas se deslizan también dos homenajes, fuera de versificación, dedicado a Rosalía de Castro y Camilo José Cela. El epílogo te convoca a una nueva lectura. Se percibe que María Cruz conoce muy bien la extensa obra de Jesús. Pero tiraré de amistad, emoción y ternura, si fuera necesario, para salir de este aprieto en el que la sagaz periodista me pone.

Escribo, pues, estas palabras con su tacito permiso.

Hojeé el libro en penumbra, y de repente apareció Blas, un perrito precioso a quien yo había conocido. Me sorprendió. Tan bello era el retrato que en la penumbra pensó que era una foto, pero no, visto a la luz, contempla un extraordinario retrato pintado por Amanda Maroto, autora de los dibujos que ilustran el poemario.

Blas era pizpireto, con andares de banderillero, silencioso, algo parecido a su amo en tal sentido. La última vez que visitó al poeta, Blas solo me alegró milagrosamente. A saber lo que pensaría, bueno, pensaría que yo huelo a perro, pues dos perros tengo. Blas me olio la bocana de los culottees y me dio paso sin un solo ladrido. Con su silencio habló Blas mejor que esos cascanueces que inundan el Parlamento español, donde desde que se fue Labordeta hay que buscar y rebuscar algún parlamento con gracia y lustre.

Jesús es un hombre mágico, sus poemas continuos con la capacidad de iluminar. A mí me alegra el alma y cambia el sino de esta tarde, algo que jumbrosa para el canceriota que escribe estas líneas. Palabras torpes, pero más, aún, emocionadas tras la segunda y tercera lectura del libro.

(Canceriota es una palabra por mí inventada, no consta en diccionario alguno, y se refiere al espíritu que anima al luchador incansable contra la Metástasis, la diosa odiosa que te atrapa en una lucha a muerte).

Pero vayamos al grano: ¿es capaz, con doce palabras, de escribir el poema Hojas secas?: Jesús Maroto. Para mí, que ha sido poeta de papel en blanco y arranque visceral, me parece una maravilla. No voy a dejar al lector con los dientes largos, así que fuera de mi costumbre, voy a transcribir el poema Hojas secas en su totalidad: No te olvidaré / y / la / boca / se le llenó / de hojas secas. ¿Es amor o desamor lo que predica el poeta?: ahí está su hallazgo, su belleza. Una boca llena de hojas secas es algo inimaginable, tan inimaginable como tantos otros poemas que el libro contiene y no quiero desvelar. Quiero que la luz resplandezca cuando el lector abra el libro y nazca luz en cada página.

Cada libro de Jesús Maroto, y son ya muchos, contiene un tratado de amor/desamor que lo define a la perfección. El poeta ama y desama, enciende la luz y la apaga, de algun modo juega con nosotros. El carácter solidario de Jesús Maroto, al que sigue desde su nacimiento poético, me hermana, palabra a palabra, de forma muy intensa. Su humanidad me desbordó, como me desbordó sus claroscuros, todo lo que se calla, lo que predica entre líneas, todas las aparentes contradicciones. Quizás sea eso lo más hermoso del libro: lo que deja que intuyamos, el juego poético que nos ofrece. Y por todo ello gusta leerlo, releerlo, tenerlo a mano.

Ahora me arropo y ahora tiro la manta al suelo. Is lo que hace Jesús en los poemas que constituyen este hermoso libro, estos días relevantes que con amor, con enorme humanidad y la precisa sutileza, Jesús Maroto desgrana.

Llerana, Cantabria, 13 de abril de 2022