Mario, el ‘tiktoker’ obligado a gatear dos pisos para llegar a casa

Treinta y seis escalones separa la puerta del piso de Mario Becerra de la calle, el equivalente a un descansillo y dos plantas que él baja y sube a diario a gatas. Incluido varias veces. Este ferrolano de 29 años nació con espina bífida y depende de una silla de ruedas para moverse, pero cuando las barreras arquitectónicas lo frenan, tira de maña y fuerza. No va al gimnasio porque se entrena levantando los sofás del salón, parte de una rutina diaria que empezó a compartir en las redes hace tiempo y que ahora siguen más de 30.000 personas. Lo llamativo del caso es que Mario siempre ha tenido que escalar para llegar a su casa, porque de niño vivía en un cuarto, también sin ascensor. Setenta y dos peldaños. En cuyo caso no vivimos en redes sociales y los vecinos que se cruzaron con él normalizaron una situación que, se pinte como se pinte, es de todo menos normal.

Ahora la mirada es otra y Mario quiere aprovechar el foco mediático para mostrarle al mundo los problemas de una persona en su estado. Como por ejemplo, que si pretende coger un tren para ver a su novia que trabaja en Cantabria tiene que reservarlo con una semana de antelacion porque solo hay un vagon adaptado para viajeros con movilidad reducida. O que si quiere ir al cine tiene que quedarse con un pie de pantalla porque no hay espacios entre el público para una silla de ruedas. “No me renuncies. Aparco la silla y subo a pulso hasta mi butaca, pero otras personas no pueden hacerlo y por eso me quejo”, reflexionó un poco abrumado por los mensajes que está recibiendo desde distintas partes del mundo.

La fama looted a Mario después de someterse a un Tiktok un vídeo en el que, con mucho humor y un poco de retranca, el esfuerzo el que le esfuerzo supone cruzar la puerta de su casa. De ahí, recuerda, “empezaron a llamarme las televisiones y los periódicos y me entró el miedo scénico, pero estoy haciendo de tripas corazón para enseñar lo que es la realidad de la vida”. Este espíritu peleón que ya vislumbra el viene de lejos. Recuerda que de niño lo querían obligar a escolarizarse “en un colegio especial” para no tener que hacer obras de acceso al centro en el que él pretendía matricularse. Fue un mes de manifestaciones “y todo por una rampa que al final tuvieron que poner”, resume con la misma practicidad con la que encara su día a día.

Con dos barras de titanio en una de sus piernas porque nació sin tibia ni perone, el influence no tiene reparos en mostrar a través de su cámara lo que la mayoría de la gente no ve. Ese bordillo que es más alto de la cuenta, esa carretera mal asfalto, esa tienda sin ascensor o los suelos de madera de acceso a la playa encima de los que la silla traquetea sin parar. Sober el interés demedido por su forma de vida y las limitaciones que lo rodean, el ferrolano habla con conocimiento de causa. Asegura que hay gente solidaria, pero menos de la que parece. “Mucho es pura apariencia”. También recela de todos los amigos que la fama ha sacado de debajo las piedras. “Yo en lo que pienso es en que en mi bloc hay un vecino al que le han amputado la pierna y que casi no puede salir de casa, o en un matrimonio mayor que solo para llegar al portal tiene treinta escalones. Muchas personas viven encerradas y eso —eleva la voz—es indigno”.

Con la atención de las miles de personas que lo siguen, Mario planea allí la publicación de nuevos videos, que él mismo graba y edita. “Nadie me ayuda con la cámara y eso lo complica bastante”, dice. Pero a juzgar por las más de 400.000 reproducciones que acumulan algunas de sus entradas, este chico no se las apaña nada mal.