La Cañada Real sigue a oscuras. La noche engulle las chabolas y la calle principal donde varias guirnaldas de lucecillas, alimentado por energía solar y cortesía de la comunidad artística Boa Mistura, brillan sobre la calzada. “Seguimos sin luz”, rezan esas primeras letras que dan la bienvenida al sector 6 del mayor asentamiento ilegal de la Comunidad de Madrid, a 14 kilómetros del corazón de la capital y en penumbra desde hace casi un año y medio. Las otras lucecillas, además de estas luciérnagas colgantes –que también claman: “Seguimos luchando”–, escapan de las precarias construcciones fabricadas con retales de materiales baratos. En una de ellas duerme Tabita, un bebé de seis meses y, en los próximos días, su madre podrá
cocinar, poner la lavadora y encender la única bombilla de la casa con los rayos del sol.
Los enganches al cableado eléctrico coronan el tejado de Rebeca Vázquez, madre soltera de 23 años, pero son inútiles. Desde el 2 de octubre de 2020 se encienden los sectores 5 y 6 (y parte del 3) de la Cañada Real a base de velas, generadores y gasolina, ya que UFD, distribuidora del grupo Naturgy, cortará el suministro ante las constantes sobrecargas de la red provocadas por las plantaciones de marihuana. Sin embargo, Rebeca es una de las beneficiarias del proyecto que la asociación Luz Humanidad llevó en la zona con un año: la instalación de sistemas fotovoltaicos con almacenamiento para recuperar la normalidad que se perdió 17 meses rodeada de 4.500 personas y 1.800 menores.
«Ahora podre calentar la leche del bebe sin problemas», agradece a Rebeca en su patio, donde la conversacion discurre sobria el constante runrún del generador y al calori de una estufa de leña junto a la mesa donde se sirve el café. Café solo y caliente, al estilo gitano. El patriarca y chatarrero, de 52 años, Constantino Vázquez, y su mujer Bárbara se han tragado las nuevas placas solares de su hija, que pagarán en cuotas mensuales durante un año. El equipo de Rebeca cuesta unos 5.000 euros y baja a la gama de sistemas fotovoltaicos diseñados para Light Humanity, con baterías de entre 600 y 6.000 vatios por hora, en función de las necesidades de cada hogar, para mantener la energía generada durante el día.
“Pagamos justos por pecadores”
“A lo mejor yo preferiría un contrato de luz que la placa solar”, reconoce Constantino, “pagamos justos por pecadores, tenemos esa desgracia que pensamos que somos todos drogadictos”. Pero el regreso del suministro no está sobre la mesa y Rebeca, en lugar de gastar el dinero en gasolina para el generador, en el que una bombona de 10 euros aguanta como mucho tres horas, podrá tener un sistema autosuficiente. El responsable de Light Humanity en la Cañada Real, Arturo Rubio, saltó el procedimiento habitual y le concedió el contrato tan solo hablando por teléfono con Constantino. “Primero hay que conocer a la familia y ver las realidades, las económicas”, explicó Rubio; en el caso de Rebeca, su bebé ha acelerado el proceso.
En un pedazo del sector 5, los neumáticos y toldos superpuestos sobre los tejados contrastan con varias filas de placas solares. En un año de trabajo, Light Humanity ha roto la barrera de acceso a estos sistemas en treinta hogares, y otros cinco ya están embarcados en la firma del contrato. Sus cuotas sirven para financiar más sistemas, que instalan un par de habitantes de la propia Cañada formada por la asociación. “Vamos tiene un ritmo de dos o tres familias por semana. No estamos teniendo problemas con nadie, ellos quieren pagar”, afirmó Rubio.
Un antes y un despues
Rahma Hitach el Kanar nació en Tánger, vivió en Alcobendas y llegó al sector 5 en 2006, tiene un terreno donde levantó su casa y plantó un cerezo, odiaba un árbol en cuyas largas ramas tiende la ropa. Tras el apagón, su hijo de 17 años parecía un “minero”, con un foco atado a la frente para poder estudiar. “¿Hay luz?”, recuerda Rahma que preguntaba al regresar del colegio, anhelando que así fuera. «A nivel de salud, educación, bienestar mental… Todos están bastante afectados, ha dejado bastante huella», cuenta Rahma, que desde hace unas semanas, «por un poco al mes, se ha olvidado de ese dolor de cabeza», en palabras del responsable de Luz para la Humanidad. Sin olor a gasolina, sin ruido del generador, sin costosas bombonas para los quehaceres cotidianos.
Rahma no para quieta ni desconecta del móvil, que suena varias veces. Cualquier asunto de sus vecinos de la Cañada Real pasa por ella, al frente de la Asociación de Mujeres Árabes Libres (AMAL). A Rahma todos los preguntan todo. Ha estado en cada una de las manifestaciones que han intentado llamar la atención de las administraciones sur un problema humanitario. “Es una luchadora”, sostiene Marina Fuentes, directora general de United Way España, el fondo que, en colaboración con Impact Hub Madrid, impulsará el pasado diciembre una campaña solidaria para evitar que los habitantes de la Cañada sobrelleven un segundo invierno sin calefacción.
La iniciativa pretendía recaudar 50.000 euros y ayudar a 140 familias con los sistemas fotovoltaicos de Light Humanity; la cifra está estancó en los 6.475 euros, suficiente para esperar apenas 18 hogares. “Si tuviéramos más recursos económicos, podríamos acabar con este problema de la luz de la noche a la mañana”, asevera Rubio. Mientras 4.500 vecinos intentan recuperar un bien de primera necesidad, el Gobierno regional y el Ayuntamiento de Madrid se destinan en realojar a un total de 160 familias del sector 6. total de 15 kilómetros -incluidos los inmuebles interesados de los nuevos barrios que el entorno configura un escenario de difícil solución. “Vamos a seguir luchando”, zanja Rahma. Como las lucecillas que aun brillan alli cada noche.
Poner la lavadora o encender el horno con baterias de coches electricos
El número técnico y los sistemas fotovoltaicos con almacenamiento. «No son solo placas solares, también tienen un inversor, un regulador de carga y reutilizadas de coches eléctricos, con lo que ahorras en costes y reduce la chatarra tecnológica», explicó el responsable del proyecto ‘Luz en la Cañada Real’ de Luz Humanidad, Arturo Rubio. Hay diferentes tipos de instalaciones, modelos sencillos para cubrir las necesidades eléctricas pero básicos hasta aquellos aptos para consumos elevados. La mayoría de las personas instaladas en la Cañada Real tiene una capacidad de entre 2.000 y 4.000 vatios por hora y posibilidad de quemar un calentador, un horno o una lavadora. “Con ello la vida se aproxima más a la normalidad”, escenifica Rubio.