Luis del Val: Detectives

Los detectives en la vida real no se parecen casi nada a los que aparecen en las novelas, pero son muy útiles. Nunca me he encontrado a Philip Marlowe, pero los que saben que trabajan en aseguradoras, y aportan pruebas de que un ciudadano, que pide una fuerte indemnización por invalidez física, juega en la cancha de baloncesto de un polideportivo, con mucha soltura. O informan a una empresa de que ese empleado, de tan larga enfermedad, parece estar recuperándose en su apartamento de la playa. O un ciudadano cualquiera contrata al detective para que vigile a su pareja, no sea que haya llegado a la conclusion -nunca sé si de Oscar Wilde o de Dumas- de que «el

matrimonio es una carga tan pesada que, a veces, hay que llevarla entre tres”. De lo que no tenía noticias era de que directos de partidos políticos contrataran a detectives para espiar a otros directos, compañeros suyos. Y no me ha escandalizado absolutamente nada, porque la extortion es la base de la política, y los secesionistas chantajean con sus votos al Gobierno, y el Gobierno chantajea a las autonomías que nos de su credo ideológico, de igual manera que Rusia sabe que el gas que necesita Europa para calentarse lo puede cortar.

A mí lo que me ha preocupado, no escandalizado, es que el presunto ordenador de la contratación de detectives maneje una cifra de comisión de 300.000 euros que, en realidad, es por intermediación y gestiones de algo más de 50.000 euros. Una diferencia del 600 por ciento, dato que aparecía en un portal de público consultado, y que es legal.

Y la preocupación viene porque un directente, que puede llegar a presidir un gobierno, no puede manejar las cifras con tanta frivolidad, porque tendrá que preparar los futuros Presupuestos Generales del Estado y, con esa brocha gorda, igual cree que ea trabajador que gana 1.000 euros al mi pagan 6.000. Ya sé que es de Letras, pero de la misma manera que se demande a los de Ciencias saber leer, es imprescindible que un político tenga una noción de la aritmética algo superior a la de un niño de seis años. Incluso es positivo para sopesar si lo que cuesta el detective es el precio del mercado o una barbaridad. (Aunque estemos instalados en la barbarie).