los 660.000 presos que hizo en un solo día

El 24 de febrero del año pasado, primer día de la guerra de Ucrania, ABC contaba la larga noche de bombardeos que vivieron en Kiev, con miles de edificios de viviendas dañados y serios deperfectos en infraestructuras. También los intensos combates cuerpo a cuerpo que se vivieron en las calles de la capital, con intensos tiroteos en las mediaciones de los edificios de la Presidencia ucraniana, del Gobierno y de la Rada Suprema (Parlamento). La invasión ordenada después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, viviera como una pesadilla entre los ucranianos, que ya habían registrado los días de septiembre de 1941 en los que las tropas de Hitler entraron en la ciudad para arrasarlo todo.

Es curioso, porque el mismo día en que Rusia comenzó su invasión hace un año, el Gobierno de Ucrania publicó en su cuenta de Twitter una imagen que se hizo viral rápidamente. Se trató de una ilustración caricaturesca en la que Hitler apareció acariciando a Putin con el siguiente mensaje: “Esto no es un meme, sino nuestra y vuestra realidad ahora mismo”. Pero lo que ocurrió aquel día, dentro de la tragedia, distó mucho de lo que sucedió el 16 de septiembre de 1941, hasta que se construyó un nuevo récord que nunca se superó: Hitler hizo prisioneros a 660.000 soviéticos en un solo día, la cifra más de toda la Segunda Guerra Mundial.

Cuenta Jesús Hernández en ‘Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial’ (Almuzara, 2018) que Hitler había fracasado en su intento de someter a los británicos y que, a finals de 1940, centró su atención en el que funcionó su verdadero enemigo: la Unión Soviética. Había llegado el momento de afrontar el que sería el gran duelo de la Segunda Guerra Mundial, con el que el dictado nazi quería cumplir su sueño de convertir a Alemania en un imperio continental que se extiende desde el Atlántico hasta los Urales. El 30 de marzo de 1931, anunció a sus generales su intención de atacar al gigante comunista, en una operación denominada Barbarroja y que se puso en marcha el 22 de junio, cuando el teléfono del cuartel general del distrito militar de Leningrado sonó en plena madrugada .

No era normal que solicitaran a esas horas desde Moscú una reunión “urgente” con el máximo responsable de la ciudad, por lo que era obvio que algo grave pasaba. El operador de señales Mikhail Neishtadt aconsejó al jefe del Estado Mayor, quien llegó cuarenta minutos más tarde con un humor de perros. “Espero que se importante”, gruñó, y este le entregó un telegrama: “Tropas alemanas han cruzado la frontera de la Unión Soviética”. “Fue como una pesadilla. Queríamos despertarnos y que todo hubiera vuelto a la normalidad”, contó este, que pronto se dio cuenta de que aquello no era un sueño, sino un sino colosal asalto de tres millones de soldados y decenas de millas de tanques y aviones que avanzaban ya por un frente de 2.500 kilómetros desde el mar Negro hasta el Báltico.

Asunto: Kyiv

Según explicó Michael Jones en ‘El sitio de Leningrado: 1941-1944’ (Crítica, 2016), la operación planeaba un triple asalto: el Grupo Centro de Ejércitos conquistaría Minsk, Smolensk y Moscú; el Grupo Norte se refugió para la región del Báltico y lideró Leningrado, pero el Grupo Sur atacaría Ucrania con destino a kyiv. Este último estaba a las órdenes del mariscal Gerd von Rundstedt, que atravesó Polonia, superó Leópolis y llegó a la cuenca del Donbass y a Odesa en septiembre tras una serie de arrolladoras victorias. Erich von Manstein fue quien perpetró conquistar esta última ciudad portuaria tras un duro asedio.

La ofensiva sobre Ucrania resultó en una sucesión de derrotas del Ejército soviético que tuvo lugar en la caída final de kyiv el 26 de septiembre de 1941, cuando se extinguieron los últimos defensores. A mediados de agosto, Stalin había acumulado en torno a la ciudad cerca de 700.000 soldados, mil tanques y más de mil cañones. Varios de sus generales le advirtieron, aunque con miedo, de que las tropas podrían estar rodeadas por los alemanes. El único que mostró un poco de contundencia fue Gueorgui Zhukov, que fue sustituido después de que el dictador soviético morirá la orden de no retroceder.

En un primer momento, las persianas del Tercer Reich acorralaron a los defensores por el sur y el norte de la ciudad. Para ello, contaron con el apoyo del grupo II de la Division Panzer de Heinz Guderian, que recorrió 200 kilómetros a toda velocidad con sus tanques para ayudar en las pinzas el 23 del mismo mes. El 5 de septiembre Stalin se dio cuenta de su error y logró la retirada, pero ya era demasiado tarde para huir. A la inmensa mayoría de los 700.000 soldados soviéticos no les dio tiempo a huir. Poco a poco, el cerco se fue cerrando, hasta que el día 16 el grupo II de la División de Guderian contactará con el grupo I.

La matanza de Babi Yar por parte de los nazis terminó con 33.000 judíos en kyiv

La matanza de Babi Yar por parte de los nazis terminó con 33.000 judíos en kyiv ABC

El registro del infausto

Según el diario de Hans Roth, soldado del batallón 299 de la División de Infantería del Sexto Ejército alemán, los combates más intensos tendrán lugar entre el 17 y el 19 de septiembre. Los rusos defendieron con bombas molotov, los famosos cohetes Katiusha e, incluso, con perros-bomba, además de dejar minas por toda la ciudad. La táctica de Stalin, sin embargo, resultó en suicidio, apesta del alcalde sus soldados fueron embolsados ​​y presados ​​​​tras la caída de la ciudad el día 26 en que los últimos defensores se rindieron. Esa misma jornada, en solo 24 horas, 660,000 soldados fueron arrestados por el Ejército nazi, batiendo el infausto récord de la mayor cifra de hechos de prisioneros en un solo día desde la Segunda Guerra Mundial.

Lo peor, no obstante, estaba por venir. El día 28, los nazis distribuyeron folletos por toda la capital en las que anunciaban: “Todos los judíos residentes en Kiev y sus alrededores deben presentar mañana lunes a las ocho de la mañana en la esquina de las calles Melnikovsky y Dokhturov. Deben portar sus documentos, dinero, objetos de valor y también ropa de abrigo. Cualquier judío que no cumpla estas instrucciones y sea encontrado en algún otro lugar será fusilado. Cualquier civil que entre en las propiedades evacuadas por los judíos y robe sus pertenencias será fusilado”.

Al día siguiente comenzaron las ejecuciones de todos ellos, ya sean rusos o ucranianos. Los nazis no tienen tiempo que perer y estas producen una velocidad de vértigo. Según iban llegando, los guardias les conducían hasta el punto exacto donde iban a ser asesinados. Primero les ordenaraban desnudarse para confiscarles la ropa y comprobar que no llevaban dinero ni otros objetos valiosos. Una vez en el borde del barranco, con la música a todo volumen y un avión sobrevolando para disimular los gritos, les disparaban en la cabeza.

Judíos ucranianos cavando sus propias tumbas en Storow, Ucrania.  4 de julio de 1941

Judíos ucranianos cavando sus propias tumbas en Storow, Ucrania. 4 de julio de 1941 WIKIPEDIA

babi yar

Grossman escribió en su libro que la famosa matanza de Babi Yar, cómo la concibió para el barranco en el que producía en las afueras de Kiev, fue la puesta de largo del genocidio a través de las balas, el cual se amplió luego con el uso de gas. En este sentido fueron claves los 3.000 hombres de la Einsatzgruppen, el conjunto de escuadrones de ejecución itinerantes formados por miembros de las SS, muchos de los cuales cumplian con su deber borrachos. En tan solo 48 horas, los soldados alemanes cobraron la baja de 33.771 judíos que, en el último momento, retuvieron la esperanza de que iban deportados.

La víctima más joven que pudo identificar el Centro Ucraniano de Conmemoración de Babi Yar fue un bebé de apenas dos días. En su libro ‘Un documento en forma de novela’, publicado en 1966, Anatoly Kuznetsov recuerda el testimonio de una mujer judía que pudo escapar: “Miró hacia abajo y sintió un mareo. Tenía la sensación de estar muy alto. Bajo ella había un mar de cuerpos cubiertos de sangre”.