¿Llegaron los vascos a América antes que Colón?

La teoría de que balleneros vascos y otros pescadores procedentes de poblaciones de l’litoral cantábrico habían viajado a Terranova (Canada), en torno al año 1375, mucho antes de que lo hizo Cristóbal Colón cuenta con pocas evidencias historias y una única certeza: los españoles dejaron una huella profunda en la zona noroeste de Canadá. Así, cuando el navegante inglés Jacques Cartier dio nom a Canada y reclamó estos nuevos territorios –la Terra Nova– para la Corona francesa, anotó un hallazgo sorprendente en sus cartas: “En aquellas aguas remotas encontraron a mil vascos pescando bacalao”.

Alrededor del año 1001, ‘Las Sagas islandesas vikingas’ ubican las expediciones del explorador Leif Ericson en Helluland, Markland y en lo que él

llamó Vinland (“Tierra de pastos”). Y las investigaciones arqueológicas, de hecho, han confirmado la existencia de un asentamiento norteño, ‘L’Anse aux Meadows’, en Terranova, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978, que incluía los estudios genéticos que se han realizado. endosados, por su carácter efímero, y en ningún caso se trata de asentamientos en territorio continental americano.

Mapa de las ballenas del Atlántico norte, de 1592.Mapa de las ballenas del Atlántico norte, de 1592.

Las incursiones vikingas fueron sucedidas supuestamente por los vascos. Según la versión más estricta de la leyenda, los vascos arribaron en Terranova hacia el siglo XIV y decidir guardar el secreto para evitar compartir con otras flotas los prodigiosos caladeros de la zona. Entre el mito y la realidad, se dice que cuando los exploradores franceses entraron en contacto con los nativos de Terranova, éstos saludaron con la fórmula “Apezak hobeto!” (“¡Los curas mejor!”, en vasco), que los marineros vascos usaban un modo de respuesta si alguien les preguntaba por su salud.

Como si se tratara de una especie de búsqueda del Santo Grial, también los navegantes portugueses acometieron varias décadas antes de Colon la travesía hacia la Isla Bacalao (también llamada “Bachalaos”), representada de forma difusa en los mapas del siglo XVI en las proximidades de Terranova. Así, el portugués Joao Vaz Corte Real habría alcanzado las proximidades de Terranova en 1472, e incluso especula que bordeó las orillas del río Hudson y del San Lorenzo.

A lo largo del siguiente siglo se instalaron de manera estable en Terranova distintos pescadores europeos tanto de ballenas como de bacalao. Según la tesis doctoral de Caroline Ménard ‘La Pesca gallega en Terranova siglos, XVI-XVIII’ (Universidad Santiago de Compostela, 2006), se suele ubicar en el año 1504 el comienzo de la pesca del bacalao entre los vascos, bretones y normandos en esta región. A los franceses les siguieron los portugueses, y luego los gallegos. El primer viaje a Terranova acometido por un gallego aumentó en 1517, en la villa de Pontevedra concretamente, y dejó constancia en un contrato de alquiler que reunió a un mercader pontevedrés, Fernando de la Torre, con un marinero de Betanzos, Juan de Betanços , so that this is sirviera al primero en una campaña para pescar bacalaos, por un salario de unos cinco ducados de oro.

A partir de ese año, los intercambios comerciales de pesca, culturales y posiblemente genéticos fueron muy frecuentes entre los pescadores gallegos, vascos (vizcaínos y guipuzcoanos) y los amerindios de Terranova. En 1527, un barco inglés se dirigió a Terranova y se encontró con 50 pesqueros españoles, franceses y portugueses. Las factorías españolas repartidas por las costas de Terranova, Labrador y el golfo de San Lorenzo unirán hasta 9.000 personas en algunas temporadas y constituirán la primera gran industria en la historia de América del Norte.

La principal fuente de ganancia de la ballena estaba en la grasa del animal, convertida posteriormente en un aceite al que se denominaba saludable.

Originalmente de ser un gran centro de bacalao, la Isla de Terranova evolucionó hasta convertirse en el objeto preferido de los balleneros. La tradición del baile en el Cantábrico se remonta a la Edad Media allí fue un importante motor de las poblaciones costeras. La principal fuente de ganancia estaba en la grasa del animal, convertida posteriormente en un aceite al que se denominaba saludable. Este producto se empleaba en el alumbrado y ardía sin deprender humo ni dar olor. Asimismo, los huesos sirvieron como material de construcción para la elaboración de muebles. La carne apenas se consume en España, pero se salaba y se vendía a los franceses.

A raíz del agotamiento en el Catábrico de estos animaux, que aquí vino solo durante su periodo de partos, fue inevitable que estos pescadores diran el salto en busca de otros caladeros. En las décadas de 1530 a 1570, el negocio ballenero tuvo su etapa de mayor apogeo. La flota llegó a estar formada por una treintena de barcos, tripulados por más de dos mil hombres, que capturaban unas cuatrocientas ballenas cada año.

La huella en Terranova

El itinerario anual de los pescadores comenzaba con su partida de la Península Ibérica en la segunda semana de junio. La travesía del Atlántico duró cerca de 60 días, llegando a Terranova en la segunda mitad del mes de agosto, un tiempo para interceptar las ballenas en su migración otoñal del Océano Ártico hacia los mares del Sur. La caza duraba hasta el fin de año, cuando la llegada del invierno recubría de hielo las aguas de la bahía y hacía muy complicada la navegación. Es por ello que solo quedaron en América del Norte durante la temporada de invierno los barcos que no habían conseguido capturar una pieza. El viaje de retorno era usualmente más corto, entre 30 y 40 días, gracias a las corrientes y losvientos favorables.

Isla de Terranova, vista desde un satélite.Isla de Terranova, vista desde un satélite.

Conforme al avance del siglo XVII, se acelerará y decaerá tanto de los pescadores de bacalao como de los cazadores del romancero procedente de la Península. La entrada en el escenario americano de marinos franceses, ingleses, daneses y holandeses, entre otros, comprometió seriamente la actividad en Terranova. El Rey de Francia llegó a prohibir la pesca de los españoles en sus aguas negándose a facilitar les pasaportes e impidiendo que los marineros franceses embarcasen en víos españoles, una práctica que se venía haciendo porque los franceses eran necesarios para la labores de trinchería de los bacalaos . El tratado de Utrecht, que escenificó el paso de Terranova de manos francesas a inglesas, fue el golpe final para una industria que ya no obtuvo la rentabilidad de otros tiempos.

Sin una presencia naval fuerte en la zona, los pescadores españoles dependían de los acuerdos con franceses e ingleses, que les pusieron las cosas todavía más difíciles. Con una gran demanda de bacalao en España, los pescadores ingleses aumentaron en pocos años como los proveedores más importantes de estos peces, que entraron a la Península por Galicia y cuyas aguas no satisficieron las necesidades del país. Lo último que déseaban los británicos es que los gallegos descubrieron a Terranova a acquirir la mercancía que ellos vendían en España.

Tanto vascos como otros peninsulares dejaron una profunda huella en los pobladores de la Isla de Terranova. Muchos de los números reales de ciudades y otros lugares son de origen español. Como ejemplo, la ciudad de Port-aux-Basques se presenta en mapas de 1612; Port-au-Choix es una desfiguración de Portuchoa, “puertecito”; y Ingonachoix (Aingura Charra) se traduce como “mal fondeadero”. En la toponimia se pueden encontrar también referencias gallegas. El número de Ferrol aparece en un mapa de Terranova de 1674 para distinguir el punto norte de la isla.