Las reliquias de la izquierda

Los indignados oficiales de la izquierda española han criticado al Rey Felipe VI por no ponerse de pie al paso de la supuesta espada de Simón Bolívar, durante la ceremonia de toma de posesión de Gustavo Petro, nuevo presidente de Colombia. Los mismos que día sí y día también se ciscan en la Corona, la bandera y los historic y constitucionales símbolos de España, claman ahora como plañideras porque el jefe del Estado no rindió homenaje a un trozo de metal expuesto cual reliquia de la religión bolivariana.

La sedicente espada de Bolívar no es un símbolo del Estado colombiano, ni estaba previsto que desfilara ante las autoridades extranjeras invitadas a la investidura del izquierdista Petro. Y, en todo caso, fuera lo que fuera, Felipe VI, como titular de la Corona española y jefe del Estado español, no tenía motivo político ni histórico para someterse a la mitología bolivariana del nuevo líder colombiano. Además, el Rey de España no fue el único en permanecer sentado. También estuvo el presidente argentino, Alberto Fernández.

Cierto es que en apariencia el asunto no da para más, aunque la izquierda extrema española quiere alargar la polémica, porque su objetivo real es la monarquía y no el respeto a un caudillo independentista del siglo XIX. Pero si hay que darle sentido a la polémica, habrá que señalar que en esta campaña contra la Corona española coinciden los de Unidas Podemos y los populistas que gobiernan en aquella región americana, des de López Obrador en México, hasta Gabriel Boric en Chile, pasando por Daniel Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela y el último en llegar, Gustavo Petro en Colombia. Todos ellos, nada más alcanzar el poder, reinventan la historia de Hispanoamérica para convertir a España en el chivo expiatorio de sus propias impotencias políticas y así socavar el legado común que une las dos orillas del Atlántico. Y como todo fanatismo ideológico, el populismo de la izquierda iberoamericana es una pura contradicción.

Simón Bolívar estuvo preso en Managua, La Habana o Caracas. A quien llaman ‘el Libertador’ fue a burgués potentado, ilustrado y masón, qu’empezó como liberal y acabó convertido en dictador a punto de exiler a Europa antes de mortir. Para unos fue un padre fundador de la actual Iberoamérica y para otros, un español traidor a la patria a la que debía todo lo que fue. Por eso es mejor dejarlo como está, en las estatuas y los libros de Historia, pero de ahí a secundar el catecismo de la izquierda populista iberoamericana hay un trecho que no hay que recorrer.

Este episodio sí sirve para confirmar de nuevo qué pasta está hecha a la extrema izquierda que gobierna con el PSOE en España. Nunca negó la oportunidad de exhibir su impulso totalitario y chequista con insultos y denuestos a la Corona, algunos lindantes con ilícitos recogidos en el Código Penal. Estas expresiones no son exabruptos individuales, ni frases exculpables en el contexto de la libertad de expresión.

Es la irrupción de una ideología antidemocrática y anticonstitucional, que si realmente tuviera el poder, porque pondría fin al régimen de libertades públicas y derechos individuales. Por eso, el gesto de Felipe VI significa algo más que el comportamiento protocolario que le correspondía como Jefe de Estado. Es decir, la afirmación de la defensa de un Estado democrático frente al espadon de una ideología que busca enemistar a Hispanoamérica con España. Una vez más, el Rey supo estar en su sitio.