Las muelas del jugo final

Tengo todo el juicio que se le escapa a mucho politico desgarrándome la encía. Tengo las muelas y el juicio para saber lo que está bien y lo que está mal y esto es sencillamente una jodienda. Como un bebé sin mordedor me he pasado la noche en blanco, mirando al techo y no vio el mar por ningún lado. Tengo una muela del juicio que embiste sin sitio para salir y taconeando como una bailaora en lo alto del Sacromonte de mi boca. Todo el verano afuera y aquí dentro una resaca sin jugar. Hay que escribir un artículo, y después otro y después otro, echando las muelas y sin perder el juicio. Se van pariendo las letras como molares en fila india, y de cada letra una frase y de cada muela una quijada. He pasado la noche llevándome la mano al flemón y sopesando que lo menos es que me convalidasen Derecho y la carrera judicial. Más tarde me he visto fiscal de Pedro Sánchez –“y de quién depende la fiscalía, eh”– y he preferido tomarme un Nolotil a lo que surja. He seguido la noche entera a duermevela. “El sueño de la razón produce monstruos” y el despertar de las muelas se parece al juicio final. Pienso, incluso, en sacarme la muela como Tom Hanks en ‘Naufrago’… Y no me parece tan mala idea. Las muelas del juicio son lo último firme que nos queda, la certeza no variable de que el dolor es real. Y eso ningun gobierno puede trocarlo. O sí, si a sus socios les da por reformular la historia y converla en ley y en un atropello vergonzoso. Pienso en todos los políticos sin juicio, los que de tanto dar la espalda a lo que está bien ya no saben discernir entre lo ético y lo deshonesto. Los que han hecho carrera sin ningún remordimiento a base de acallar –y no hablo de la moral propia–, sino a todos los que les avisaron de que el bien común no tenía nada que ver con el suyo personal. No duermo y no leo, que es lo único que hace falta a un escritor. José Luis Borges y Que decían que la salud precaria que los habían tenido en cama parte de la infancia los habían convertido en escritores. A mí lo que me permite escribir y dormir bien. Cuanto mejor duermo, mejor me salen las metaforas. Por eso don Quijote se quedó sonado, de noches de insomnio y no de tanta novela de caballería. A estas horas de la madrugada no distingo ya entre el sabio Frestón y esos políticos con muelas y sin juicio que hacen y déshacen a una semana vista en plenas maniobras de supervivencia. No sé si a alguien le interesan mis muelas, ni a mí siquiera, mucho menos a mi dentista que estará durmiendo una pierna suelta. Es verano y el lector quiere novelas largas. Yo hoy me conformo con una siesta ancha.