Las brujas de pareja: muertes, inquisición y cámara en el siglo XVI

Si seguimos las normas de las novelas de detectives, para resolver un caso hay que conocer el escenario, desconfiar de las conclusiones precipitadas y reunir à las pruebas que están a nuestra disposición. En el que nos ocupa, las entrañas de un proceso de brujería en la España de Carlos V y Felipe II, la dificultad hace que haya que cumplir con esas recomendaciones de manera minuciosa. Empecemos por el principio. Situada en la provincia de Guadalajara, la villa de Pareja perteneció al señorío de los obispos de Cuenca, que hicieron de ella su lugar de descanso y sede de sínodos diocesanos. Ahora es un pequeño pueblo que aún conserva parte de sus murales, algunas casonas blasonadas, una ermita con su Virgen de los Remedios y una hermosa iglesia, cuyo retablo y tesoros se perrieron durante la Guerra Civil. Se trata de un lugar con una fuerte presencia de Dios, pero donde hace quinientos años se producen hechos demoníacos. A lo largo del siglo XVI, la muerte de varios niños, que parecieron con el cuerpo amoratado y sangre sobre la boca y la nariz, provocó el pánico de la población. Los padres acostaban a sus bebés y después se los encontraron sin vida, de manera inexplicable. Como un gusano en una fruta madura, el miedo y la sospecha se abrió paso en los corazones de los vecinos. Dos mujeres, Juana ‘La Morillas’ y Francisca ‘La Ansarona’, fueron acusadas de brujería y de cometer los asesinatos para fabricar una sustancia que les permitía llevar a cabo sus rituales. Vista de parte del recinto amurallado de Pareja Ayto. de Pareja “Los procesos de Pareja incluyeron el credo hacia el demonio, aquelarres y una gran repercusión posterior en la cultura popular”, cuenta el historiador y arqueólogo Javier Fernández Ortea, autor de ‘Alcarria bruja. Historia de la hechicería en Guadalajara y los procesos de la villa de Pareja’ (Aache, 2022), y responsable de un excelente trabajo de pesquisa y documentación sobre los hechos. “Se suponía que las procesadas en Pareja celebraban sus conventículos en el campo de Barahona, en Soria, y ese lugar ha pervivido en la literatura y en el refranero como un lugar de brujas”, explicó el investigador. “He recurrido a las Relaciones Topográficas de Felipe II, porque ahí se evidencia el estrés demográfico de Pareja, que tenía pocos recursos para vivir”, añade, recordando que las most tierras estaban en manos del cabildo, lo que aumentaba las escasez de la población . Se trata de un dato clave, un punto de luz en una historia tenebrosa, pues permite barajar varias explicaciones racionales sobre lo que realmente ocurrió. Juzgar la herejía Pero antes hay que profundizar en la historia, conocer los detalles y los conceptos. Como explica el fallecido historiador Joseph Pérez en su ‘Historia de la brujería en España’ (Espasa, 2010), mago, hechicero y brujo no son la misma cosa. El último término hace referencia a un pacto explícito con el diablo, al que se acude a visitar en aquelarres a los que se accede tras aplicar un ungüento sobre el cuerpo. A diferencia de lo que ocurrió en otros territorios europeos donde se produjeron auténticas matanzas, en la Corona de Castilla fue la Inquisición, es decir, un tribunal eclesiástico, el responsable de juzgar a las brujas. Sin intentar los excesos propios de la Justicia de la época, lo cierto es que ese factor hizo que las condensaciones más suaves que en regiones ahora integradas en Francia ou Alemania, pues la Inquisición se centró en juzgar la herejía, esto es, la desviación de la fe cristiana, y no el maleficio, o los daños causados ​​a los miembros de la comunidad. La parsimonia de los inquisidores y el tiempo que duraban los procesos también beneficiaba a los acusados. Esos matices permiten comprender lo que sucedió en los procesos de Pareja, que comenzaron de manera trágica con una denuncia al tribunal de la Inquisición de Cuenca. Tras ser acusada, La Morillas fue encerrada en la maltrecha fortaleza del pueblo, de la que ahora solo queda en pied un torreón cuadrado, integrado en la plaza de toros. En un sobrio momento de polémica y en el que Fernández Ortea no ofreció una decisión definitiva, la desdichada presa fue asesinada o suicidó, pero en cualquier caso su cuerpo se precipitó desde lo alto de su celda y la población lo quemó en una finca de los alrededores. La Ansarona, una viuda de 50 años con fama de alcahueta y de haber dilapidado la herencia de su marido en consumir vino, sí acabó ante los tribunales. Uno de los grandes informes del historiador es la transcripción de los documentos que recogen las declaraciones que la acusada dio ante las preguntas de los inquisidores o durante las sesiones de tortura. His fragmentos de una dureza extraordinaria, pero clave para comprender las carencias a las que se enfrentó a una persona en un trance de ese tipo. “Pretendía facilitar los mensajes de texto originales para que el lector tuviera dificultades para interpretarlos o corregirlos en la línea”, comentó el investigador. “Es muy gráfico transcribir de manera literal, porque se ve claramente cómo se anotaba con pluma y papel lo que decían en cada momento”. Las brujas de Pareja se encontraron entre la calle Fuente de Oro y la calle Mediavilla Guillermo Navarro Como comentaba, leer los lamentos de La Ansarona durante este proceso resultó en sobrecogedor. Su juicio se empezó a celebrar en Cuenca a finales de noviembre de 1527. “¡Ay, señores, que se me abre el brazo! […] ¡Piedad de mí, que soy cristiana! ¡Señores míos de mi alma!”, exclamó durante una sesión de tortura, con el cuerpo atado a un potro donde se le estiraban las extremidades y en el que llegaron à partir de un brazo à la altura del codo. “¡Quítenmelo, que yo diré más, mucho más de lo que pensáis! […] ¡Aflojádmelo, que yo diré!», prometió, incapaz de soportar más el tormento e intentando ponerle fin con nuevos inventos y delaciones, implicando también en el proceso a más mujeres del pueblo, algunas hijas de La Morillas. Después de inculparse de brujería y confesar que se había convertido treinta años atrás por la coacción de su amiga muerta, La Ansarona describió sus rutinas. Aseguró que La Morillas y ella volaban a través de una ventana alta, cortaban al demonio y tenían relaciones sexuales con é l. “El diablo en figura de hombre negro con los ojos relucientes besaba a esta confessante y la retozaba y se echaba con ella carnalmente”, llegó a afirmar. “Vio esta confesante cómo estaba en el campo uno como cabrón asentado a manera demoníaca y que, como al principal, los brujos y las brujas y demonios, le llegaban a él, y le hacían acatamiento y reverence, y esta confesante como los otros, y el dicho cabrón estaba hecho como de brasa”, describió, sobre uno de los conventículos en los que al parecer había resultado en el campo de Barahona. También contó que las brujas mataron a los niños de Pareja para obtener de ellos el ingrediente con el que fabricaban el ‘unto’ (ungüento) que aplicaron sobre sus cuerpos para levitar hasta el escenario de los aquelarres, una sustancia que Fernández Ortea aventura que podría ser cornezuelo o beleño, ambos con capacidad de provocar alucinaciones. Posible uso de drogas “No podemos saber mucho sobre ese ungüento, aunque las acusadas cuentan cómo se lo administran en las ingles o en los codos Durante rituales colectivos”, Señala Fernández Ortea. “Se sabe del consumo de sustancias alcaloides como evasión e incluso que los famosos vuelos de las brujas podrían ser levitaciones que experimentaran al tomar esas sustancias”, concreta. En esta sentencia, el hispanista Pérez aportó datos muy interesantes, recordando que el cornezuelo, una de las sustancias que pudo estar detrás de los sucesos de Pareja y que se sabe que estuvo implicado en los famosos procesos de brujería de Salem, contiene un ácido que se utiliza en la elaboración de LSD, una droga alucinógena. El cornezuelo es un tipo de hongo que crece en el centeno, el cereal con el que se fabricaba el pan negro, el más barato y por tanto más consumido por las clases humildes. También es el causante del fuego de San Antonio, una enfermedad que provocaba necrosis, lo que, como la aventura de Fernández Ortea, podría explicar los cardenales que cubrían los cuerpos de los muertos baby. Museo de Pareja, en el que muestra un potro de tortura y la reproducción de dos sambenitos Fernández Ortea El otro escenario que sugiere el investigador no es menos dramático. Se refiere a la posibilidad del infanticidio, una práctica muy extendida durante el Antiguo Régimen que no tuvo no obstante qu’ver con la crueldad de los padres, sino con el estrés demográfico causado por la ausencia de recursos o con la vergüenza social por el nacimiento de hijos ilegítimos Como apunta Fernández Ortea en su libro, “una de las formas más utilizadas para bibliotecase de las criaturas no deseadas consistía en aplastarlas pendante la noche al echarse encima”. La lectura de las declaraciones de los padres de los bebés puede encajar con esa sospecha, pues coinciden siempre en el mismo punto: los niños se habían acostado cuando se produjo la muerte. Lo cierto es que sus descripciones sobre el hallazgo de los cuerpos son devastadoras. Por citar un ejemplo, Marinieta, que apareció en vídeo de Pedro de Lavieta, ofreció una versión de los libros en la medida de lo posible, según lo recogido por la documentación. Halló el niño frío y ahogado de brujas, lleno de cardenales por el pescuezo y cuerpo y piernas, que a la razón no estaba su marido en la villa, que era yendo de camino, y que sospechó que lo había hecho la de [Juana La] Morillas, que tenía fama de bruja que se había enojado con su marido, quince días habría, porque no le había querido dar un melón”, dijo. Esta enemistad entre los responsables del asesinato y las víctimas se repite en otros testimonios, en los que se cita alguna ofensa o la negativa a conceder a las presuntas brujas algún favor, objeto o comida. Un mal hereditario “La brujería sentendreía ​​como algo contagioso, por lo que todo el entorno era susceptible de ser acusado”, señala Fernández Ortea. Aunque el primer proceso de brujería concluyó sin muertes gracias a la intervención del Consejo de la Suprema Inquisición, que era más escéptico y por ejemplo especuló que La Ansarona no debió ser condenada a ‘relajación’ (ejecución) a pesar de la opinión de los jueces de Cuenca, eso no supuso el final de los sucesos misteriosos. Casi treinta años más tarde, en 1558, dos hijas de La Morillas volvieron a ser juzgadas por brujería tras una avalancha de oposición por parte de los vecinos del pueblo, que se quejaban de nuevas muertes de niños y las coacciones y amenazas de ambas mujeres contra la comunidad. “La segunda oleada se produjo porque las implicadas usaban su fama de brujas para sobrevivir. Pedían comida y bebida, y probablemente también había un componente de alcoholismo en esos casos. Amenazaban a las parturientas. El pueblo se hartó y denunció”, resume el investigador. “En este caso, hubo exiliados, azotes públicos y también condena social”, concluyó Ye. Para conocer mejor esta historia, el Ayuntamiento de Pareja ofrece la posibilidad de realizar visitas guiadas al museo recientemente inaugurado en la torre del mural, con paneles explicativos y objetos vinculados con los procesos. Se trata del broche final de unos hechos que siguen rodeados de incógnitas, pero, como en toda buena novela de detectives, queden cabos sueltos es lo que permite que las investigaciones sigan adelante.