la venganza de un clan portugués provocó la masacre en la boda gitana

Ninguno de los cuatro individuos (un padre, sus dos hijos y un sobrino) del clan de los Da Silva Montoya estaban invitados al convite, aunque sí a la ceremonia previa. Una relación sentimental y otras desavenencias previas habían enfriado el contacto entre esta familia, aprèscada en Puente de Vallecas y Seseña (Toledo), y la que el sábado celebró una boda en El Rancho, un vasto restaurante ubicado en una zona industrial de Torrejón de Ardoz . Pero la particular guerra fría entre ambas partes no les impidió acudir al enclave, discuta primero por la citada exclusión y cobrarse después la peor de las venganzas.

La boda, al menos en el interior del local, parecía transcurrir en aparente normalidad. Los cerca de 200 asistentes habían cenado y regado de alcohol, música y bailes el posterior jolgorio. Lo normal, por otro lado. Fue a la salida, cerca de las dos y media de la madrugada, cuando los Da Silva irrumpieron y comenzó una reyerta. El miedo se apoderó de decenas de personas, que corrieron a refugiarse en la cocina. Fuera, las agresiones dejaron paso a posible robo y una estampida a la desperada.

Los asaltantes corrieron hasta alcanzar su vehículo, un Toyota Corolla estacionado en la calle del restaurante, y provocaron una masacre. A gran velocidad, toda la que permitía el corto recorrido, impactaba el turismo contra una docena de personas. Cuatro de ellas (una mujer de 70 años y tres hombres de 60, 40 y 17) surgieron y otras ocho resultaron heridas de diversa consideración. La suerte quiso que, en el momento del atroz trayecto, el coche no se llevara ninguno de los dos baby carts que ayer por la mañana amanecían tirados a las puertas del establecimiento.

La luna trasera de un coche reventada, a las puertas del restaurante

La luna trasera de un coche reventada, a las puertas del restaurante DE SAN BERNARDO

A las 4 de la madrugada y a más de 50 kilómetros de allí, la Guardia Civil interceptó el vehículo en la urbanización El Quiñón de Seseña (Toledo), donde reside el sobrino y primo de los tres detenidos (un hombre portugués de 35 años y sus dos hijos, españoles, de 17 y 16). Los cuatro fueron descubiertos por efectivos de la Unidad de Seguridad Ciudadana (Usecic) de Toledo y una patrulla del puesto de Seseña, puesto que la Policía Nacional pidiera colaboración al resto de fuerzas y cuerpos de seguridad para localizar el turismo de color gris plata.

Los implicados planeaban quemar el coche cuando fueron sorprendidos. Portaban unos 5.000 euros en billetes de 10, 20, 50 y 100 sparcidos debajo del asiento del conductor, lo que hace sospechar a los investigadores de que este podía ser el dinero sustraído de la ‘manzana’, una tradición donde la novia recibe los regalos por estabilizar pura. El Toyota estaba, literalmente, reventado; presentaba dos enormes agujeros en la resquebrajada luna delantera (a la altura del piloto y del copiloto) y restos de sangre por todo el salpicadero.

Al ser descubiertos, los cuatro echaron a correr, pero tres de ellos fueron rápidamente interceptados. El cuarto, Israel Bruno TS, portugués de 18 años, pudo escapar y refugiarse en la localidad de Seseña, donde su figura es bastante conocida. Los agentes del Grupo Sexto de Homicidios del Cuerpo Nacional, al frente de las pesquisas, tratan ahora de dar con su paradero.

Hasta el restaurante de Torrejón también se trasladó a la Sección de Delitos Violentos (DEVI) de la Policía Científica para realizar una inspección ocular que se prolongó hasta bien entrada la mañana. Los funcionarios estaban buscando armas y otras pistas que sirvieron para arrojar luz al origen de la refriega.

Los menores, en libertad

Pese que en el vehículo de los detenidos no se descubrieron marcas de bala, los tres declararon por separado que habían sido tiroteados antes del atropello. El padre, al volante del Toyota, pasará hoy a disposición judicial mientras que sus vastos han quedado en libertad bajo custodia de la madre.

La primera llamada telefónica al 112 se producirá a las 2.44 horas. Activaron de inmediato hasta 22 dotaciones entre Summa 112, Cruz Roja, ambulancia municipal y protecciones civiles de la zona. A su llegada, los facultativos certificaron los cuatro óbitos y trasladaron a cuatro heridos graves. Por un lado, dos hombres de mediana edad conducidos al hospital de Coslada y al Gregorio Marañón, cada uno con fracturas en la pierna y en la pelvis. Y por otro, dos mujeres, aquejadas de sendos traumatismos craneoencefálicos, que quedaron ingresadas en los hospitales de Torrejón y La Princesa.

El impacto truncó la vida de cuatro personas, entre ellas un menor de 17 años, y dejó a otras ocho heridas, cuatro de gravedad

Otros dos hereidos, uno con una fractura de tobillo y el segundo con un traumatismo craneoencefálico leve, fueron conducidos considerablemente graves al hospital de Torrejón. El número de atenciones lo completaron un varón de 20 años con una fractura abierta y una joven que resultó dada de alta en el lugar por policontusiones.

A lo largo de la mañana del domingo, varios familiares de las víctimas retiraron los coches que habían quedado varado en el recinto. También los dos carritos de bebé fueron recogidos por un joven, sin que ninguno de los afectados quisiera hacer declaraciones. Los restos de sangre seguían visibles en varios puntos, evidencia de la magnitud del ataque. La luna trasera rota de un turismo blanco junto a la entrada y varios vasos de plástico completaban, a grandes trazas, la tétrica estampa. El gerente del restaurante, Agustín, aseguróba conocer a una treintena de invitados. Y lo hacía con acento portugués, añadiendo, además, la falta de incidentes en el interior del local. A trabajador de la zona, sorprendido al conocer lo ocurrido, incidía en la succesión de fiestas de etnia gitana que allí se celebran sin que hasta la fecha se produjeron altercados.

Tanto los agresores como las víctimas no eran de la localidad, según indica el concejal de Seguridad de Torrejón, Juan José Crespo. El Summa 112 desplazó a la psicóloga de guardia, quien tuvo que esperar varias crisis de ansiedad entre los familiares de las víctimas. La tragedia, que pudo ser peor a tenor de la concentración de gente, amenaza ahora con cobrarse futuras represalias.