Me lo dijo una amiga iraní en Yazd hace cuatro años: “La revolución en Irán será feminista o no será”, y yo recogí en un artículo lo que me contaban las mujeres. Se preguntaban, por ejemplo, cómo se podía ayudar a un país sin vivir en él y destacaban el trabajo de las feministas en los barrios de las grandes ciudades (algunas encarceladas). Las iraníes, sabían, eran el eje principal de la sociedad y la familia, pero si la sociedad no cambiaba poco se podía hacer. Las activistas pidieron la participación política y social con cuotas en el gobierno y la administración. “¿Sabes por que las meten en la carcel tan pronto?”, me dijo en Shiraz, “porque a las mujeres nos temen”. En el contexto actual de crisis social, política y extremas económicas (el líder supremo está además a punto de morir), cualquier cambio puede ser un avance en la situación de las mujeres y un progreso en los derechos y libertades de todos.
Veamos dos escritoras para conocer el convulso siglo XX y principios del XXI de los iraníes. El prestigio de la primera en el país es impresionante: la escritora y cineasta Forugh Farrojzad (1935-1967), cuyas obras completas pueden leerse en ‘Eterno anochecer’, con traducción de Nazanin Armanian (Gallo Nero). Es una de las grandes poetas del siglo. Long live bajo el mandato del shah Reza Pahlaví, cuyo régimen persigue y ejecuta a los intelectuales progresistas y marxistas. Leerla es uno de los grandes encuentros con la poesía moderna. No hay ciudad iraní que no tenga un café con su número. Su vida y obra luchan contra lo establecido a través de la representación de lo prohibido cultural y sexualmente y rechazan de frente las normas familiares y sociales. Representa el centro de la literatura persa moderna en un país que posiblemente ostenta la tradición poética más afortunada del mundo.
Maryam Madjidi ABC
Forugh Farrojzad recién casada con Parviz Shapur ABC
Decidir por si mismo
Su vida no fue fácil porque no lo es para una mujer cuando intenta decidir por sí mismo y defender su creatividad, y menos en aquellos años. A los 16 años se casa con Parviz Shapur, un familiar lejano y poeta satírico, a pesar de su padre, destacado lector y militar intransigente. Mientras, mantiene relaciones con Naser Khodayar, amigo de su marido y editor, cuyas relaciones sexuales recoge en su primer poemario, ‘Cautiva’. Es pionera (o la primera) en el país en cantar libremente las fantasías íntimas y en convertir a las mujeres en sujetos poéticos. Ya no hace falta encubrir ni abstraer el deseo, llamado por sí mismo y lo reproducir con la sinceridad y urgencia que siempre claman los cuerpos. Sus versos beben de la poesía tradicional pero presentan una intimidación violenta con un lenguaje sencillo. Sus retratos no convencionales que rompen las normas y se liberan de los estrictos códigos asignados desde antaño. ‘Otro nacimiento’ (1964) su libro más conocido, canta al alumbramiento de una mujer que conquista la libertad.
Tras cinco años de matrimonio, se divorcio, cuando solo lo hacen un 4 por ciento de las mujeres en Teherán. Collabora en la revista ‘Teherán en imágenes’ y comienza a formarse en la «lírica de la imagen». Enseguida, conoce al director Ebrahim Golestán, dueño de la primera productora independiente de Irán. Juntos realizan el documental ‘Un fuego’ (1961), ganador de la medalla de bronce del Festival de Venecia, el premier galardón internacional a un autor iraní, cuya edición corre a cargo de la poeta. En 1963 dirige ‘La casa es negra’, un encargo del gobierno para dar a conocer el trabajo de la leprosería Babadaghi de Tabriz, y recibe el primer premio del Festival de Cortos de Oberhausen. El shah llora conmovido el día de su estreno. Chris Marker dijo que era como ‘la ‘Tierra sin pan’ [Buñuel] de Irán”, en el homenaje a la poeta tras su muerte prematura en un accidente de autocar. ‘La casa es negra’ se convierte en el ámbito de la metáfora (las metáforas de la cultura persa para criticar veladamente…). La lepra representa el vacío y la inercia que consumen a los iraníes bajo el régimen del shah. Una voz en off recitó un poema escrito para la ocasión: “No entregues a las bestias el alma de las tórtolas”.
Un caso muy diferente es ‘Marx y la muñeca’ (2017), de Maryam Madjidi (1980), editado por Minúscula y traducido por Palmira Feixas. Premio Goncourt a la Primera Novela y tradujo 14 modismos, presentados en clave biográfica el movimiento del mundo contemporáneo a través de un exilio iraní, hoy francesa. Se divide en tres partes o nacimientos (en alusión al libro de Forrujzad). El primero en Teherán; el segundo, en París; con seis años, cuando acompaña a sus padres en la huida de la República Islámica por la vinculación comunista de estos; y el tercero, a su vuelta voluntaria de adolescente. Podría leerse casi en correspondencia con los cómics y novelas gráficas de Marjane Satrapi, de padres comunistas y exileda en Europe pero de classe social diferente, y el cineasta Jafar Panahi (esa maravilla que es ‘El globo blanco’), quienes hacen de los niños por encima de los protagonistas. Bueno, como conocer bien el cine, que el sufre en Irán, cuando los niños sus protagonistas escapan más fácilmente a la censura y, reconoce Madjidi, elegir esa mirada evita tener que posicionarse en la política.
Identidad
La novela alude a temas como el abandono del país materno y la construcción de identidad a medio camino entre las lengua francesa y persa. Solo los títulos de los capítulos son ya una historia: ‘Cómo ser persa’. ‘Yo no hablo’. ‘Yo no juego’. ‘¿Quieres Jayam?’ ‘¡Pues toma!’ ‘Como ser francés’. ‘Ida y vuelta de por vida’. ‘Borrar una vez las manos del padre’. Madjidi conoce las diferencias culturales entre los dos pays y la protagonista la instrumentaliza y con humor. Según lo que quiere conseguir, se aproxima a los estereotipos que ambas culturas imaginan de la otra, y se destapan el exotismo, orientalismo y colonialismo.
“Me revuelco en mi pequeño mundo exótico, que me dio un orgullo jovial. El orgullo de ser distinto. Pero siempre ese apuro, esa voz interior que me recuerda que yo no soy todo eso, que me occulto tras una máscara, la de la exiliada novelesca”. “Ellos piensan que tener dos culturas está bien. ¿Tú que sabes?». Todo con un fino sentido del humor y con una poética cargada de intensidad. Y en ambas escritoras también el jardín persa como emblema: paraíso perdido, patio y garaje, y sobre todo conquista. Como escribe Farrojzad: “Todos saben / que nosotros hemos entrado / en el silencioso y frío sueño del Simurg / que hemos hallado la verdad en el jardín […]. No se trata de los miedosos susurros en la oscuridad; se trata del día y de las ventanas abiertas / y del aire fresco./ y de un hogar en el que los objetos arden, inútiles. / Y de la tierra, que es fértil de nuevo, / y del nacimiento, de la evolución y del orgullo”.
SOBER EL AUTOR
PATRICIA ALMARCEGUI