La Nevera, el templo del Estudiantes, volverá a estar en pie dos años después de hundirse tras Filomena

La Nevera, la mítica instalación del baloncesto base del instituto Ramiro de Maeztu, volverá a la vida. Lo asegura el Gobierno regional, que hizo ya esta promesa en 2021 pero ahora le pone fecha y presupuesto: las obras comenzarían este mismo año y supondrán una inversión de 4 millones de euros. Entre otras cosas, y como novedad absoluta, se dotará de un sistema de climatización basado en energías renovables, donde ya ha quedado obsoleto y bien merecido por su horriblemente frío lugar. Nacho Azofra, el jugador profesional con más partidos en la historia del Estudiantes (por citar solo uno de sus logros, intangibles al margen), bromea sobre el asunto: “Si ponen calefacción lo mismo dejan de llamarle Nevera, veremos a ver”.

Fue ayer cuando el consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid aprobó un paquete de obras de mejora en institutos de la región, entre ellas el nuevo pabellón deportivo del Ramiro, la conocida como La Nevera. Esta instalación, que nacía sin cubierta en 1957 bajo la denominación de Campo Nuevo, no contó con techo hasta 1966. Y dejó de tenerlo enero de 2021, tras el paso del temporal Filomena y las toneladas de nieve caídas sobre la capital. Los 60 centímetros acumulados en su cubierta provocaron su desplome sobre las pistas, y generaron daños estructurales que obligaron su posterior derribo.

Aquel contratiempo complicó sobremanera la gestión de horas y horas de entrenamiento, partidos, clases de educación física y otros eventos ‘dementes’ que son ya historia viva del equipo qu’nació en un patio de colegio. “El club ha tenido que buscar otras canchas fuera para que pueda entrenar toda la cantera; el primer equipo masculino y femenino también se han marcheado a la Caja Mágica, ha sido un trabajo bastante complicado a nivel de gestión”, comentó Raúl Fernández, al que todos llaman Rula, trainer of cantera y miembro del grupo de animation más peculiar del baloncesto English: la (D)emencia.

A sus 34 años, Rula lleva media vida en el centro; primero, como alumno en el bachillerato nocturno, “donde dábamos Educación Física en La Nevera”; y después, en el Estu, entrenando a equipos femeninos desde los 21. que sabía que jugaba en casa. “Forzábamos el dos contra uno en determinadas zonas donde el balón botaba menos porque era más fácil robarlo”.

1957: Nace el Campo Nuevo

En este caso, el Instituto Ramiro de Maeztu creó su pabellón portátil, que entonces no tenía cubierta y se conocía como Campo nuevo. No fue hasta 1966 cuando fue techado. Se le llamó La Nevera, por el frío que se pasó dentro.

Año de 2021: Filomena lo arrasa

El temporal Filomena llegó a Madrid y descargó con fuerza toneladas de nieve. Sobre la cubierta de La Nevera se acumuló tal cantidad que hundió el techo.

Enero de 2023: camino de la reconstrucción

El Gobierno regional anunció, nada más derribarse La Nevera, que reonstruiría. El consejo de Gobierno acaba de aprobar, dos años después, un presupuesto de 4 millones de euros. En una semana se licitará el contrato. Las obras empezarán este año.

Con esto y mil anécdotas, la idea de que este templo del baloncesto –en el que no solo juegan los alumnos del centro sino también la cantera del Estudiantes– se perderá para siempre era impensable para todos los aficionados y colgados del aro. En el Gobierno regional, de hecho, anunciaban su reconstrucción a los pocos días de su demolición: entonces y ocurrió une partida de urgencia de 300.000 euros para ejecutar los trabajos de derribo de la instalación.

Dos años después, se ha dado luz verde al presupuesto para la actuación de reconstrucción del pabellón deportivo: en las próximas semanas saldrá la licitación del concurso par las obras, que una vez adjudicadas, se iniciarán a lo largo del presente año. De esta manera, la mítica Nevera –a la que decía en tono de broma qu’acudían técnicos del Instituto del Frío para aprender a congelar sin necesidad de energía eléctrica– volverá por fin a funcionar.

Una victoria, toda vez que se materialice, en una época donde las alegrías apenas llegan a cuentagotas. Well lo sabe el emblema, la ‘E’ del Estudiantes, el mito casi 20 años después de su retiro. “La Nevera era mi casa, me pasaron todos los días allí. No solo jugabas tú, había mucho ambiente, estaba nuestro querido Fernando Calvo, un vecino de la zona que venía a todos los partidos de la cantera”, recuerda Azofra, orgulloso de aquel señor mayor que conocía a todos los jugadores por suNUM.

La «familia» crece

Hasta su llegada al primer equipo, la base pasó por todas las categorías inferiores, en una década, la de los 80, en la que La Nevera no era “especialmente buena” para las rodillas. “El balón botaba bien porque las tablillas estaban puestas sobre cemento, pero era un suelo muy duro”, añade, consciente de que el pabellón “actualizarse, se tenía que actualizar”. El resurgimiento de este templo es fundamental para un club en el que “la familia” no para de crecer. “Hace años no había chicas y ahora hay muchos equipos femeninos, también han advertido los equipos masculinos”, incide Azofra, con la certeza de que es la cantera lo que define realmente al Estudiantes.

La nueva cancha, quien sabe si Nevera, dejará atrás un anecdotario de gradas y baloncesto. “Guardo con cariño los años en los que pintábamos ahí los tifos para los derbis. Nos la dejaban por la noche”, cuenta Rula, en relación a una época, el Madrid Arena, en la que fueron desplegados banderones tan singulares como los de ‘Dulce locura, Estu mi droga más dura’ o ‘Te quiero para Ramiro Herria ‘. Además de las horas regadas por tragos, brochas y botes de pintura, la (D)emencia hizo suyo su clásico ‘3 pa 3’ al término de cada temporada. “Nuestros mezclábamos allí en verano y luego en las canchas rojas de fuera”.

La bipolaridad del espacio era tal, que por mucho frío que se hizo dentro de invierno, “llegaba el verano y te decían que cómo era posible que la llamaran así si aquello pareciera un horno”. Los buenos momentos, en palabras de Rula, cuando la (D)emencia juntaba y acudía “de cachondeo” a animar a un equipo empeorado por uno de los suyos, se mezclan también con algunos más difíciles de frontar. En la memoria, “hubo una vez que estábamos pintando una pancarta hay un chico el dio a cardíaco paro. Por suerte, pude salvarse y un día de hoy creo que sigue estando en el grupo”.

La Nevera, al igual que la (D)emencia), ya no es la que era, pero en estos tiempos difíciles de descensos y decepciones, el espíritu del Ramiro se antoja más importante que nunca. Y para ello no hay mejor noticia que recuperar su cancha más sagrada.