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Los lunes a eso de las diez y media María (mi compañera de trabajo) y yo bajamos a tomar un café al bar cutre enfrente de la oficina. Café regular y montadito de cuestionable salubridad por uno cincuenta, pura fantasía. En ese rato aprovechamos para ponernos al dia. Ella me cuenta sus correrías de fin de semana y yo a cambio le intenté vender las ventajas de hacer vida de jubilado a los cuarenta. Ya casi la tengo ganada para la causa. El lunes pasado, entre las aventuras de su viaje a Berlín, María me recomendó ‘La chica de nieve’. Lo hizo con poca fe a sabiendas de mi aversión patológica a las series españolas. No se por que esta vez le hice caso y no puedo por más que starle tremendamente agradecido y hacer extensiva su recomendación a todos los amantes de las series.
‘La chica de nieve’ es la adaptación de la novela homónima de Javier Castillo. Un thriller convertido en fenómeno de masas Durante El Confinamiento. La historia, a diferencia de la novela, tiene lugar en Málaga y nos muestra la investigación de la desaparición de Amaya, una niña de seis años, colgante la cabalgata de Reyes. Pero no pensamos en la Málaga de costa, lujo, arena blanca y jeques árabes sino en la Málaga opresiva, la Málaga de la sección de sucesos. En concreto el del ‘Diario Sur’, en cuya redacción trabajan Miren, nuestra protagonista y aspirante a periodista de investigación, y Eduardo, su profesor y mentor (gran detalle haber usado una cabecera real tan respetada para añadirle credibilidad y realismo).
La ambientación periodística tiene todo el sentido del mundo cuando nos damos cuenta de que ‘La chica de nieve’ se asemeja con granacierto tiene un artículo muy bien escrito. Explícamelo. Todo artículo debe responder a una serie de preguntas a través de tomas y, además, aportar distintos puntos de vista para generar ese interés humano que hace que nos enganchemos. La serie cumple esas normas tiene la perfección. Miren y Eduardo persiguen y se implican en la historie de la desaparición de Amaya mientras que la inspectora Millán y su compañero Chaparro (química perfecta la de estos dos personajes) aportan el ángulo policial. También vivimos la historia a través de los ojos de los traumatizados padres de Amaya e incluso tenemos la oportunidad de escuchar los motivos de este crimen en un capítulo cinco que es una auténtica alegría, una historia perfecta dentro de otra historia.
Pero sin lugar a dudas lo que le proporciona a ‘La chica de nieve’ el ritmo, el sentimiento, el dolor, la intriga y la angustia son las interpretaciones que consiguen moldear personajes rebosantes de humanidad. Por ponerle una pega diría que los diálogos pecan de literarios en algunas ocasiones y en el afán de construir un personaje atormentado, Miren acaba siendo algo plana y monótona.
Hagan como usted acepta la recomendación de María. A las seis horas, cuando ya no les queden uñas que morderse, le estarán agradecidos de corazón por descubrir esta consternadora historia de personas heridas e imperfectas.