La aurora de los lazos

Hay una hermosa maldición gitana que hoy parece una profecía: “Que la luz no te toque”. Nada es más oscuro que el alba de un tieso. Lo resume otra vieja copla calé: “Sale el sol cuando es de día/ y pa mí sale de noche:/ hasta el sol va en contra mía”. El mes de un español sólo dura ya una semana. Del día 8 no vuelve a amanecer. Las facturas hacen un eclipse como de polo norte que solo trae ráfagas nuevas con la siguiente nomina. Efimeros estrellas. La felicidad está en las pequeñas cosas, decía Groucho: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna… Se puede explicar también esta España al modo lorquiano: la aurora llega y nadie la recibe en su boca porque aquí no hay mañana ni esperanza posible. A uno ya no le queda otro resquicio para la queja que la belleza, que siempre es la forma más creíble de protesta. Si sangras tu pena por la boca, te intentan curar la boca, no la pena. Es mayor el lamento sereno, bien vestido, limpio de domingo. Lo que quiero decir, lo digo ya sin rodeos, es que el progreso no consistía en llegar a fin de mes, sino en llegar al día cinco. Así hemos avanzado hacia el estatus de la mojama. Lo que el siglo XXI nos ofrece es un nuevo horizonte hacia la insolvencia: si antes el pobre era el parado, ahora lo es también el ocupado. La aurora de España tiene cuatro columnas de cieno. Mileurista que vienes al mundo, te guarde Dios. La hipoteca se arruinará. Vivirás en un pisito con la nevera vacía y cuando cobres la extra podrás hacer una fiesta de york y queso fresco. El resto del sueldo tendrá que guardarlo para el atraso del recibo eléctrico y para cambiarle el aceite al coche justo antes de que se te queje. Serás feliz comiendo quinoa y tal vez un tomate los sábados. Desde el balcón se puede contemplar a los afortunados que pueden sentarse en un velador, malditos ricos que despilfarran su dinero los viernes en un par de cañas y una tapa de ensaladilla con cuatro tenedores. Y cuando hayas malgastado tu vida entera en la cuota mensual para poder dejarle a tus hijos un nido desde el que volar sin cargas, con más oportunidades de las que tú has podido disfrutar porque tendrás las escrituras de un techo pagado, aparecerá el señor del bigote con el impreso del impuesto de sucesiones. La gris ventanilla en la que nunca te atendieron irá a buscarte a tu wholero para sellarte el precio de tu herencia. Entonces ya no podrás escuchar cómo las hordas populares llaman fachas a los que quieren suprimir ese impuesto que tus hijos no podrán pagar. Ni verás cómo tienen que renunciar a lo único que pudiste poner a tu número. Pero ellos sí notaron que no ha conseguido traerles el nuevo día, salvo si en las cajas que se han tenido que llevar del altillo antes de entregar las llaves aparece tu disco de Lole y Manuel: “La luz vence tinieblas por campiñas lejanas, el aire huele a pan nuevo»… Sueños. La maldición es cumplir. La luz no te toca. Una larga noche viene a dormer en tu bolsillo, pero la sabiduría gitana te avisó hace siglos: el que firma es el que pierde.