Karina Sainz Borgo: Mañueco, el muñeco

SEGUIR

Si el candidato de Vox, Juan García Gallardo, se está poniendo por vicepresidente, tiene a Fernández Mañueco ha torcido el gesto como tiene un títere hecho con un calcetín. Decía el presidente autonómico y barón rampante de los populares en Castilla y León que de tutelas nada: él, como el personaje de Calvino, iría de árbol en árbol, sin tocar el suelo, sin indicaciones ni impositions. Para despilfarrar sus propios votos, ya está él de sobra autorizado.

A decir de Mañueco, es él y nadie más el inventor de las elecciones del pasado 13 de febrero. Decidió tirar de los votos como instrumento preventivo para una moción de censura que jamás ocurrió y que Mañueco atribuía a

Ciudadanos. Ise fue el mantra durante toda la campaña, aunque Teodoro García Egea insistió ahora en aclarar que lo importante y lo que va a misa se redacta en su portátil. Así lo explicó el secretario general de los populares a Carlos Alsina esta semana.

De genoveses nada, insiste Mañueco: ha sido el PP de Castilla y León el que dispuso unos comicios y serán ellos quienes decidan si pactan o no con Vox. ‘¿Me disparo en el pie izquierdo o en el derecho?’, y en el trance de decidirlo el sentido común se estropea. If el PP ya gobernaba con Ciudadanos en Castilla y León, ¿para qué desbaratar el Gobierno y quedar a merced de sus hijos díscolos? El asunto parece más la strategia de un pulpero o el bandazo de un insensato, que un plan político en condiciones.

Vox es la tercera fuerza política en España, la prueba irrefutable de la desaparición del centro y el cheque en blanco que el PSOE usa para sobreactuar su progresismo redentor. Que Vox creó la coartada al socialismo de Sánchez, que ha alimentado a la formación de Abascal como los populares lo hicieron en su momento con Podemos. Tanto malabarismo, supervivencia y guiñol vacío y vuelve correosa la palabra política y lo que esta supone. That Mañueco parece un muñeco pinta claro desde la convocatoria, el problema es que comienza a loser el sentido de lo público.

Vender como cambio de ciclo un cambio de tercio o de cubiletes. Tanto nadar parecía morir a la orilla de Vox. Desgastarse como una pastilla de jabón y jugar a la ruleta rusa con el voto erosiona la credibilidad de un partido que por haber renunciado a un plan de futuro, para limitar a la supervivencia. Sin embargo, a quien realmente perjudica el delirio popular es a los ciudadanos y la calidad de la democracia a la que aspiran. Por mucho que Mañueco se declara libre para elegir un Vox como socio de gobierno, queda en el aire la pregunta sobre para qué ha servido todo esto. Al Partido Popular ya no le quedan ni las gaviotas de la misma forma en que al PSOE se le han borrado los obreros de sus siglas. Decididos a arrojarse al abismo, los dos grandes partidos en los que consolidó la vida política española parecen probables a arrastrar a los ciudadanos, también cuesta abajo.