Jesús Nieto Jurado: ‘Cemarterio’

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Manuel Alcántara, con esa pitillera que puede que le regalara Ruano, fumaba asomado al azul de Málaga, y a quien quería escucharle, que eran legión, les contaba que los pescadores de allí mismo, de allí abajo, no sabían nadar y estaban a merced de Los Volúmenes de Corriente. Era otro mar, claro, y nuestros muertos gallegos en Terranova se fueron con ese fundido a negro del Villa de Pitanxo. En ellos, en los ramos de flores que se viertan al mar frío, está la mejor España: ésa que no chalanea con Mamandurrias, sino que se va a las altas latitudes más días de los debidos. Y por mucha radio y mucha tecnología, el mar se cobra sus tributos y deja Marín

con ese luto que de tiempo en tiempo hay que vestir entre cruceiros y gatos que se desperezan al huidizo sol gallego.

Y qué rápido y qué pronto se van olvidando los muertos de la Villa de Pitanxo entre tanta politiquería y tanto que se olvida de estos trabajadores que sí, que son in suma, “la gente”. No quiero imaginar la distancia de la tragedia, la tragedia de la distancia en el mar de Terranova. Ni esos rostros curtidos por la vida que se dejan lo mayor de su residencia en la Tierra para que en, pongamos la Meseta, haya un plato de pescado. Quizá en Marín les haga Feijóo o quien sea una rotonda, y haya lágrimas en la lluvia los días que toquen. Desde las páginas de lunes hay que homenajear a estos compatriotas callados, con el gorro de lana calado. Miembros de una cofradía que ven sus hijos de Pascuas a Ramos, y luego dicen que el pescado es caro. Años enteros fuera de casa en la lucha contra los elementos. Porque el mar, quien lo conoce, atrae como atrae lo atávico del agua y lo que no podemos conocer porque nos superan. De ahí su misterio y de ahí sus lápidas cuando hay un náufrago al que bury, si se puede, en esos cementerios a los que aún siguen batiendo las corrientes.

Pienso en esos otros marinos de Manuel Alcántara, al pie de su jábega, que no saben nadar y sin embargo salen a las aguas no siempre tranquilas del Mediterráneo. El mar cobrándose su tributo y en la capital preocupó por la órbita que pueda describir un hueso de aceituna.