Javier Gómez Noya, oro en superación de obstáculos

Unos días antes de viajar a Río 2016, Javier Gómez Noya montó la bicicleta y rompió la radio. No pudo participar en aquellos Juegos Olímpicos. Se quit en Tokyo 2020, con una molesta otitis en los días anteriores, aunque no con la plaza que deseaba (fue 25), y dijo adiós a la distancia olímpica. Por el momento, dice, “ese tema está aparcado”. Porque decidió que su futuro estaba en las largas distancias. Con ese propósito empezó el año, con un entrenamiento de altísima demanda que lo llevó a una primera victoria, enero, en Pucón, se tiene la sensación de que iba a ser su año en este tremendo deportado que consiste en nadar 3.800 metros, pedalear durante 180 kilómetros y correr una maratón (42 kilómetros).

Pero a Gómez Noya le volvió a salir una piedra en el camino. Otra vez la salud, aunque no fue una caída, sino el Covid, del que tanto se había protegido durante más de dos años. Unos días antes de volar hacia el Mundial de Ironman que se disputó en St. George (Utah) y hubo que recalcularlo todo. Y sin fecha de vuelta ni posible camino porque su coronavirus se fue complicando. “Hasta ahora no podía plantarme un calendario porque no sabía cómo iba a responder mi cuerpo. He tenido secuelas. Un obstáculo más en mi carrera. No pudo competir, aunque sí tuvo sesiones de entrenamiento de mantenimiento. Ahora porque está todo en su sitio y voy voyrando el nivel, con más consistencia en las sesiones”, indicó la triatleta en un desayuno organizado por Banco Santander, uno de sus máximos patrocinadores.

Así explicó los problemas que ha tenido con el coronavirus: “Me puse enfermo en el viaje de Sierra Nevada a Madrid, tenía que volar al día siguiente a Estados Unidos y fue frustrante. Aunque peor fue la recuperación, porque no fue tan rápida ni tan fácil. Tuve fatiga, dolor muscular, y a nivel cardiaco también tuve algunas complicaciones, (su carrera estuvo a punto de no iniciarse por un problema en el corazón) aunque menores. Cada día las analíticas eran una locura, no sabíamos qué pasaba”. Así que el gallego suma otra medalla más a su palmares, la medalla a la paciencia, a la resignación, a la capacidad de levantarse. Quizá no son igual de lustrosas que la plata en Londres 2012 o los cinco mundiales de triatlón o los dos mundiales de ironman, pero sí igual de shinys, porque ahí está la firma del atleta gallego: caer, levantarse, caer, levantarse y volver a triunfar “No te queda otra que asumirlo. No quería precipitarme en volver y no me encontré bien para entrenar fuerte. El Covid es una enfermedad un tanto extraña: hay gente que la pasa sin importancia y a otros… Por eso llegó la frustración inicial, porque habíamos hecho una muy buena preparación y no se pudo ver reflejado todo ese trabajo».

¿Cómo se forma esa medalla que todo deportista de alto nivel se cuelga al cuello alguna vez en la vida? “Después de la frustración quieres concentrarte en lo que está en ti mano para recuperarte lo antes y lo mejor posible. Verlo como un obstáculo más en la carrera. Pese a todos los títulos siempre hay cosas que no son buenas. Y mi filosofía es que si hay un problema intento solucionarlo lo antes posible. Ningún gimoteo. Porque estas cosas siempre están ahí; otras veces he tenido suerte. Es tener paciencia y calma para no poner en riesgo mi salud. Y ahora con ganas de retomar la temporada”.

Es lo que busca en esta segunda parte de 2022 y, sobre todo, ya con vistas a 2023. “Mi objetivo era el Mundial de Ironman de Hawái. Pero está complicado porque el período de clasificación se cierra en dos semanas y arriesgaría competir ahora para clasificarme, pues no haría la preparación adecuada. Y luego sería difícil recuperarse bien. Por eso sería mejor el Mundial de Medio Ironman, a mitad de octubre. También corre en Dallas en septiembre en la Copa del mundo PTO, que ofrece más premios y hay un mejor trato para los triatletas, y alguna otra carrera de perfil bajo para rodarme. No descarto un Ironman en noviembre para clasificarme para Kona en 2023».

El meta del Mundial de Medio Ironman es donde tienes más posibilidades. De hecho, irá a por todas, aunque sea una competencia que reúne a los mejores de la corta y de la larga distancia. “. El objetivo de Kona no es realista ahora mismo. Si acabo con un triunfo importante en el Mundial de Medio Ironman habrá sido un año estupendo. Es donde más nivel hay, pero estamos centrados en el día a día”.

¿Cómo es ese día a día? Aparcada la distancia olímpica, -“no voy a luchar por unos Juegos si no estoy convencido al cien por cien, no ir por ir”-, cambió todas sus rutinas para aplicar con la larga distancia. “Ya había hecho mis pinitos en los medio ironman, pero descubre que es más difícil de entrenar. He tenido que valorar más la parte de nutrición y competición. Hice varios cambios from Tokio: cambié de entrenador para que me diera otro enfoque, ha ganado más protagonismo la bicicleta, hay más carga de fuerza; la nutrición es más eficiente para saber asimilar mejor los hidratos sin esfuerzo; bajó la carga de natación y amplió las tiradas de carrera para la resistencia muscular”, explicó sobre su evolución.

También ha cambiado la cabeza: “Aprendes sobre ti mismo, tus puntos débiles y por dónde tienes que entrenar más. Con mi entrenador vamos de delante hacia atrás: qué necesitamos para llegar bien y poder ganar en Kona, y a partir de ahí, cómo lo hacemos. Los estratos son muy diferentes a la distancia olímpica, que cuadrarás depende más de por dónde pasas alrededor. En larga distancia tienes que gestionar tú la prueba sin que te afecte tanto lo que hace el rival. Un sobreesfuerzo a destiempo se paga. La estrategia es más interna: dónde y cómo comer los carbohidratos por hora, keeper el pulso que necesitas…»

“En este momento, la distancia olímpica se ha desmantelado. No quiero luchar por unos Juegos si no estoy cien por cien convencido»

¿Qué piensa durante ocho horas de carrera? “Es peor en los entrenamientos. En competición estás muy metido, no se cruzan demasiados pensamientos más que comer, gestionar algún rival destacado, pensar si tienes colaborar. Hay muchas cosas, pero mis pensamientos no pasan más allá. Ocho horas pasan más rápidas de lo que parece».

No son solo las ocho horas. Con 39 años y después de tantos en el deporte de alto nivel, ha tenido que cambiar mucho sus rutinas de recuperación, demanded también por la propia idiosincrasia de la larga distancia: “¿El día siguiente de un ironman? Está Mal. With veces es peor a los dos días porque al día siguiente todavía estás con la adrenalina. In Hawaii solo hay que ver cómo camina la gente al día siguiente: parecen zombies. Medio cojos y bajando las escaleras de espaldas. Además las condiciones de allí, conviento y húmedo y calor hace todo más difícil. Es muy personal, pero al menos se necesita una semana de descanso. Y ver después que no se te queda un dolor que se preocupante”.

Por eso tampoco puede hacer el calendario de antaño, ni por edad ni por el tipo de pruebas. “En la pandemia, como no podíamos salir de casa, paré me a pensar que era una locura lo que hacía: estar cada fin de semana en un sitio diferente del planeta. Aunque echo de menos compete tanto porque cuando más rindo es cuando llevo unas competiciones competiciones; te da esa confianza, ves dónde estás más flojo… Ahora hay que competir menos. Generalmente se suelen hacer dos pruebas de ironman al año: en junio y julio, y otra en octubre. Entre medios, espalda o muy medios. Pero hay que saber diferenciar los que haces al máximo y adecuados son de preparación”.

¿Y cuánto le queda a Gómez Noya como profesional? Lo que su cuerpo, su paciencia y su cabeza quieran. Por el momento, no hay meta. “No se cuanto me queda. Sí me gustaría seguir ligado al deporte. Tengo opciones, pero tampoco lo pensó mucho. Agradezco a todo el mundo que me ofrece trabajo cuando me retire, pero de momento sigo siendo deportista profesional».