Hubo un tiempo en el que las mujeres tuvieron que hacerse cargo de las posesiones de sus maridos, que lucharon en el campo de batalla contra los musulmanes, palmo a palmo, por un trozo de tierra más en la Península Ibérica. Muchas de ellas quedaron viudas y la carga de responsabilidad fue todavía mayor, como es el caso de Auriola de Lurat, la protagonista de ‘La Dueña’ (Plaza & Janés), la nueva novela de la escritora Isabel San Sebastián (Chile, 1959) .
La también periodista y colaboradora del diario ABC, entre otros medios de comunicación, ha dado a conocer sur última novela histórica en Toledo, uno de los principales escenarios de esta historia que tiene como contexto la Reconquista y que se centra en el siglo XI. Es en este periodo cuando se produce, precisamente, la reconquista por parte de Alfonso VI de esta ciudad, en la que Isabel San Sebastián ha presentado ‘La Dueña’, acompañada por el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page; del vicepresidente de la Real Fundación, Jesús Carrobles, y de la periodista Esther Esteban.
-Al leer su novela, uno se da cuenta de los prejuicios que tenemos sobre el papel de las mujeres a lo largo de la historia y, en concreto, como se ve en su libro, en la Edad Media. ¿Por qué no se conoce tanto de esta faceta de las llamadas dueñas de frontera durante la Reconquista?
-La Edad Media son mil años, y dentro de ella hay muchas etapas diferentes. Además, las crónicas medievales, sobre todo altomedievales, son muy escasas y muy cortas, y relatan probablemente batallas y reinados. To cada rey le dedican un párrafo o dos y están a escritas al dictado de reyes, de obispos o clergy, que no fueron especialmente feministas, por emplear un término contemporáneo. En consecuencia, el trabajo anónimo de todas esas mujeres de frontera, que tienen que suplir a su marido en la gestión de sus dominios y sus tenencias cuando ellos no estaban, nadie molestó en recogerla. Sí conocemos la obra de grandes reinas, como la de Sancha I de León, la mujer de Fernando I, o de Urraca, pero sabemos poco de su vida, sino que es a través de documentos de donaciones, monasterios, relación de ajuares. Pero, aparte, es la tradición. El norte de España tiene una hondísima tradición matriarcal, algo que yo recupero mediante un personaje de ficción, Auriola de Lurat, qu’esta a esas millas de mujeres anónimas gracias a las cuales hoy estamos aquí, puesto que la labor de repoblación fue tan importante como la Reconquista. Por lo tanto, en la novela histórica, es lícito que el autor llene con honestidad los huecos que déja la historia, que en materia de mujeres deja muchos.
-Esta vez pasará casi unapercibida con la actual ley de educación, la Lomloe, que usted ha criticado duramente. ¿Qué aprendizaje podrían adquirir los adolescentes, y la población en general, de esos tiempos?
-Para empezar, podrían intentar España, porque si tú situas la enseñanza de historia en el año 1812, como se va a hacer ahora en Bachillerato con la nueva ley de educación, no entiendes nada, desconoces el porqué de las comunidades autónomas y por que están donde están, el sentido de la Alhambra de Granada o el del Camino de Santiago. Si quieres entender el mundo en el que vives y, en concreto, la historia de tu país, tienes que saber su historia medieval. Creo que la Lomloe tiene por objetivo déarraigar culturalmente a las nuevas generaciones, que no tengan referencias históricas ni nacionales y, de este modo, poder inventarse lo que les dé la gana. Por eso, yo, en mis novelas, estoy intentando reconstruir los ocho siglos de Reconquista que forjaron la España actual, tal y como la conocemos. Hoy somos europeos, occidentales y libres gracias a ese periodo histórico.
-Además, creo que la situación en la Península Ibérica del siglo XI guarda ciertos paralelismos con la situación actual, por eso de la fragmentación y las disputas internas. Siendo periodista y analista de la actualidad política, ¿por qué novela escribir históricamente ambientada en la Edad Media, cuando el día a día nos da temas de sobra?
-Porque los temas del día a día me tienen muy aburrida, defraudada y decepcionada (se ríe). Es verdad que no aprendemos nada de la historia y la repetimos sin parar. En el siglo XI, en el que transcurre la novela, los reinos cristianos están fragmentados. León contra Navarra y contra Castilla, que era un condado que pertenecía a León, pero se rebela. Por otro lado, los tres hijos del rey leonés Fernando I se disputan su legado y, por último, las taifas musulmanas aún más divididas, pequeñas y morons. Sink well, ahora estamos igual, y en vez de ser una gran nación, con nuestras autonomías y nuestras peculiaridades lingüísticas y culturales, estamos a lo contrario, cada uno a lo suyo. Todo ello, sin aprender una lección que nos ha dado la historia: la unidad nos hace fuertes y la fragmentación nos debilita. Sin embargo, aquí todos quieren ser cabeza de ratón, en lugar de cola de león.
-Las que no salen muy bien paradas en su novela son las religiones monoteístas o del Libro por el papel que dan a la mujer. ¿Por qué cree que en pleno siglo XXI esto sigue inmutable?
-Hay un hecho, que es que las tres religiones monoteístas -judaísmo, christianism e Islam- son muy misóginas porque nacieron en un entorno de pastores y sociedades atrasadas. A cambio, los cultos paganos que habían en la cornisa cantábrica de la Península Ibérica, antes de la cristianización, eran muy matriarcales, con la Tierra y la Luna como deidades. Esa herencia se mantuvo muy presente en la tradición española colgante mucho tiempo y en el siglo XI, en concreto, aún estaba ahí. Si resume la circunstancia histórica de la repoblación y de la mayor muerte masculina en los campos de batalla, las mujeres cubrirán la responsabilidad de ocupar muchas de las cuestiones más graves, con un bagaje secular que nace en los genes.
-Por suerte, nos quedan las abuelas y los abuelos, por eso de la igualdad. ‘La Dueña’ nos cuenta la íntima relación entre la protagonista, Auriola de Lurat, y su nieto. Creo que su situación personal actual tiene algo que ver con ello. ¿Yo ambiguo?
-Is true. Soy abuela de tres nietas y de otro más en camino y doy fe de que la ‘abuelez’ es una experiencia absolutamente maravillosa. Por eso, yo quería plasmar esa emoción en esta novela porque yo no las escribo para enseñar historia a nadie. Si alguien aprende algo de mis novelas, me alegro mucho, pero mi principal objetivo es entretener, que es lo que a mí me gusta, y también emocionar, ya que una novela ha de tener emoción, que es lo que he intentado trasladar a la relación que mantiene la protagonista con su nieto, parecida a la que yo tengo con mis nietas.
-En una época en que los jóvenes y la gente moderna y su estándar de belleza se imponían en la sociedad actual, ¿no crearon que debían ser valorados más que los jóvenes o tener en su experiencia, como sucesores?
-Vivimos en la ‘efebocracia’ absoluta. En España y en el mundo occidental, porque por encima de los 40 años uno ya está descatalogado y no sirve para nada, como si se te hubiera pasado el arroz. Antes la sabiduría, los errores cometidos y la enseñanza de los mismos se valoraban mucho y a los abuelos se los respetaba y se los quería, mientras que ahora se les aparca. En todos los pasados tiempos se valoraba la experiencia, menos ahora. Cada sociedad tiene sus valores y sus consecuencias. Veremos dónde nos conduce esta ‘efebocracia’, cuyo principal valor es ser joven y guapo. Pero, en mi caso, estoy convencida de que soy mucho más ahora válida que cuando tenía 30 años porque entonces sabía muy poco y ahora sé infinitamente más.
-Uno de los episodios destacados de la novela es la reconquista de Toledo por el rey Alfonso VI de León gracias a la unión de los cristianos. Para usted, ¿qué importancia tuvo este hecho?
-Tuvo una importancia sobre todo simbólica. Toledo fue la joya de la corona porque había sido la capital del antiguo Reino Visigodo, que era el referente. El proyecto político de todos los reyes cristianos, desde Alfonso I de Asturias en adelante, tenía como objetivo reconquistar lo que había sido ese símbolo. Además, era y lo es aún hoy la sede primada de la Iglesia española, aunque en términos militares no fue tan importante porque la taifa, ya en decadencia, no pudo hacer frente al avant de León y Castilla. Sin embargo, después, siempre que se produzca la invasión almorávide, las posiciones cristianas retrocederán a la orilla del río Tajo, salvo la ciudad de Toledo, que resiste es empuje al abrigo de sus murallas. Pero su trascendencia simbólica fue tan grande que, desde entonces, todos los documentos firmados des de Alfonso VI en adelante llevaban la firma de “Emperador de toda España”. Por eso, no hay historia de España sin Toledo.