Glòries: el peaje fantasma

La semana pasada quise experimentar, de primera mano, el embudo que supone la entrada a Barcelona por el recien estrenado túnel de las Glòries. Su construcción iba encaminada a facilitar los accesos a la ciudad en una zona que era muy complicada, pero la realidad es que se ha convertido en un calvario para los miles de usuarios del vehículo privado. Baldosas de circulación vacías en la superficie, mientras cientos de coches avanzan con enormes dificultades bajo tierra. La misma ineficacia y desidia de aquel que barre y esconde lo barrido bajo la alfombra para poder mostrar lo limpio que es capaz de dejarlo todo. Puro engaño. La realidad es que el túnel de las Glòries se ha convertido en una batalla más ganada del Gobierno de Ada Colau contra el vehículo privado. Da igual si aislamos a la ciudad, o si perjudicamos a los commerciantes, o si obligamos a las familias a invertir má de una hora para recorrer los 20 km que separan su casa del colegio de sus hijos. Da igual si en lugar convertir Barcelona en una ciudad cada día más abierta la convertible en una ciudad cada vez más cerrada, aislada y provinciana. Da igual si no tenemos buenas conexiones ni un transporte público eficaz. Da igual si no todo el mundo tiene 20 años y no puede ir en bicicleta, patinete o trenes abarrotados. No les importa la gente, sólo su agenda ideológica. Las empresas automovilísticas son el enemigo, quien tiene un coche privado es rico y quien no opta por desguazarlo es simplemente inconsciente que contaminar. El urbanismo no puede ser ideológico ni sectario, sino que debe ser eficaz y útil al ciudadano. Elegir transporte público o vehículo privado debe ser una elección personal; y quién no quiere que coja mi vehículo, tiene el deber de convencerme y facilitarme que no lo haga, y eso no pasa por poner peajes fantasmas. Crear libertad individual también es permitir. Eva Parera Escrichs es concejal en el Ayuntamiento de Barcelona y presidenta de Valents