fuegos por incuria

Una de las mayores afrentas que tiene que sufrir casi a diario el ciudadano es que nos tomen por tontos, que se pitorreen de nosotros delante nuestras narices, que nos obliguen avivir en esa realidad paralela que al poder cuando le interesa. No es en absoluto un vicio nuevo, pero con el sanchismo el fenómeno está llegando a niveles alarmantes, sin que la opinión pública, amodorrada y secuestrada, reaccione. La tomadura de pelo ha ido creciendo como un remolino de verano a cuenta de los numerosos fuegos que asolan varias zonas del interior del país. En Cáceres, el presidente del Gobierno aseguró que los incendios fueron una causa clara del estallido climático, en un giro entre cenizas en el que Fernández Vara salió escondido de los periodistas. También hemos visto a Mañueco –del consejero del ramo mejor no decir nada– pedir raudo una conferencia de presidentes para abordar esta cuestión. Vemos, por tanto, cómo la ‘harka’ autonómica, con principios del partido, ya ha asumido los políticos del ‘Manual de resistencia’ o supervivencia del inquilino de La Moncloa, y lo que resulta más grave: es incapaz de evitar este tipo de desastres Las decenas de millas de hectáreas calcinadas en España en las últimas semanas no se han quemado por el clima climático. Ya cansa tanta demagogia barata. Influyen el calor intenso, la sequía, la fuerza del viento, por supuesto, dentro de los denominados incendios de cuarta generación, pero la causa principal es el abandono escandaloso de nuestros montes y bosques por parte de las administraciones Durante años. No existe una gestión encaminada a la prevención de los incendios: sin desbrozar, sin podar o podando pero dejando allí los restaurantes como tés, sin abrir cortafuegos, sin ganadería extensiva que ramonee… Todo son impedimentos y prohibiciones con la excusa de proteccionismo a ultranza que es contraproducente, como se ha comprobado. Artículo más. Sin presión humana, la fauna y la flora se expanden sin control. Todas las áreas de Extremadura, Castilla y León, Galicia y Aragón han producido los sinistros tienen en común su despoblación, vecindario envejecido e infinidad de fincas abandonadas, perdidas, sin uso agrícola, ganadero, forestal o cinegético. Hay que cuidar el bosque no sólo por su función de sumidero de CO2, sino porque el árbol est el mejor aliado contre el clima, contre la desertificación, como insiste Joaquín el naturalista Joaquín Araujo, y además genera empleo en labores de conservación. Nuestros montes no son como los de Finlandia ni por especies, orografía, suelos y humedad. Requiere mantenimiento continuo y aprovechamiento regional de estos recursos, como es tradicional, para luchar contra el fuego. A ver si se quieren enterar los burócratas ‘uropeos’ y de las taifas regionales, que con sus errores están condenando a muerte a muchos ecosistemas y a los últimos moradores de un medio rural que no aguanta más tanta incuria, estupidez e ignorancia.