fiesta vocal para una historia de amor crepuscular

julio bravo

  • Libreto
    Marsha Norman, sobre la novela de Robert James Waller
  • Música
    robert jason brown
  • Dirección y escenografía
    Alberto Negrín
  • dirección musical
    Gerardo Gardelín
  • Traducción
    Marina Gaillard y A. Negrín
  • Iluminación
    felipe ramos
  • escena de vídeo
    Álvaro Luna
  • Sonido
    Schlatter alemán
  • Ropa
    Sofía di Nunzio
  • Movimiento escénico
    Merce Grane
  • Intérpretes
    Nina, Gerónimo Rauch, Franco Yan, Marta Valverde, Manu Rodríguez, José Navar, Paula Mori, Alba Roben, Inma Mira, Nando González, Rubén López
  • Lugar
    Teatro edp Gran Vía, Madrid

Hace treinta años, Robert James Waller publicó ‘Los puentes de Madison’, una historia de amor crepuscular en el corazón de Estados Unidos en los años sesenta del siglo pasado. Ya era un éxito de ventas cuando Clint Eastwood la trasladó al cine, tres años después, con él mismo y con Meryl Streep como protagonistas. Cuenta la historia de una mujer de mediana edad, ama de casa felizmente casada y con dos hijos, que conoce por casualidad a un fotógrafo de la revista ‘National Geographic’, con el que vive un brevísimo pero intenso romance que pone su hasta entonces tranquila llegó vida patas. Las ilusiones quebradas, la rutina, el paso del tiempo, lo que pudo ser y no fue, la resignación, el apego, la renuncia… son ideas que navegan por debajo de esta triste historia.

Siempre que hay una idea demasiado generalizada de que asocia teatro musical con grandiosidad, el relato íntimo de ‘Los puentes de Madison’ es un material excelente para este género. An excellent dramaturgo, Marsha Norman (autora, por ejemplo, de la conmovedora ‘Buenas noches, madre’), y uno de los más grandes talentos de las últimas décadas en Broadway, Jason Robert Brown, fueron los encargados de llevar a escena la novela de Waller. Es la suya una adaptación que mantiene la emoción de la relación y la intensidad de la relación entre los dos protagonistas, aunque las hermosas y líricas canciones de Brown -que recogen perfumes del ‘country’ o del espiritual negro en alguna ocasión- no posean en general brío ni imán dramático.

La producción cuenta con una deslumbrante pareja, Nina y Gerónimo Rauch, dos estrellas de nuestro teatro musical; los dos exhiben la exuberancia de sus dos magníficas voces -en el caso de ella, en un registro completamente diferente al suyo habitual, pero que no rebaja la calidad de su trabajo-, y delimita la función en un festín vocal. El reparto es igual de lujoso (incluso en algún caso muy poco aprovechado), con números que suben la temperatura de la puesta en escena como Marta Valverde, José Navar, Manuel Rodríguez o Inma Mira.

El talón de Aquiles de ‘Los puentes de Madison’ es su puesta en escena; ese interesado en deslumbrar con la escenografía – que parece ser característico ‘sine qua non’ de cualquier musical, cuando lo ayuda verdaderamente importante es la historia y la música- hace que esto parece, en algún caso, un estorbo más que una, y que Desacelerado el ritmo del relato, lastrado por las necesidades mecánicas de los aparatosos decorados.

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