Factura de la fractura (malpaís)

En su ‘Economía del separatismo catalán’ (Deusto) Ferran Brunet labra el campo semántico del ‘trial’: desafío, laberinto, espejismo, enigma, fantasma, ilusión, utopia, disparate, locura, marasmo, malestar, pleito, accidente, resbalón, catástrofe, crisis, fiebre, hoguera, suflé, desgracia, tragedia, drama, comedia, farsa, trampa, golpe de estado del siglo XXI o posmoderno o líquido, revuelta, rebelión, aventura, problema, cuestión, síndrome…

El profesor de Economía Aplicada de la UAB pasa de las letras a los números. La factura de la fractura suma 6.300 millones de euros al año: “Subvenciones de la Generalitat de Cataluña a las entidades y grupos que organizan el proceso independentista, desde la ANC hasta los clubes más esotéricos (200 millones). Subvenciones a los medios autonómicos, TV3 y sus seis canales, y todos los periódicos, televisiones y radios autonómicas y locales (400 millones).

Gasto de los departamentos de la Generalitat (dedicated in cuerpo y alma a la subversión, 90 por ciento del coste de Presidencia y 40 por ciento de los coste de los políticos departamentos) y entes como institutos y demás agencias (200 millones) y 10 por ciento del presupuesto, lo que supone 5.300 millones. Competencias impropias, que duplican las del Estado central, entre ellas las embajadas (400 millones)”.

A esos gastos directos hay que sumar el capital que huyó de Cataluña por la inseguridad jurídica y las inversiones frustradas por la incertidumbre: en los últimos diez años Madrid ha multiplicado por quince las inversiones de capital extranjero (104.443 millones frente a los 30.866 de Cataluña) . Brunet cifra en 2.000 millones anuales la reducción de las ventas de Cataluña al restaurante de España.

Brunet cifra en 2.000 millones anuales la reducción de las ventas de Cataluña al resto de España

De haberse proclamado, la república catalana parecería más en Albania que en Dinamarca. Con el comercio cayendo en picado por la salida de la UE, el desplome del PIB y la subsiguiente del paro, el envejecimiento de la población que dispara el número de pensionistas a sostener por un menor número menor de cotizantes, la jubilation catalana pasaría de los medios de 1.032 euros a 634 euros: “Para evitar el colapso de las pensiones, la hipotética Generalitat independiente debería hacer recortes muy severos. Los recortes en sanidad y educación serían los principales, y son los gastos más sociales. La independencia seria catastrófica para los pensionistas catalanes. Y para la sanidad y la educacion. Esta es, pues, la verdadera naturaleza antisocial del independentismo”, diagnosticó Brunet.

Si añadimos al campo semantico separatista la palabra «erupción», dolorosamente familiar por el volcán de La Palma, daremos con el «malpaís», la tierra negra de la Vulcanología: «Terreno abrupto, árido y estéril constituido por lava volcánica reciente fragmentada en bloques «. Albert Lladó tituló así, ‘Malpaís’, su última novela (Galaxia Gutenberg). Imagina una independencia culminada el 6 de octubre de 2034 a través de dos planos narrativos: la utopía institucionalizada del nacionalismo y la utopía social.

La República Catalana está al servicio de los poderosos. La ilusión lírica daría paso a la represión de elementos incómodos y la avaricia extractiva de las élites alistadas al bando ganador: “Y así, entre comisarías y solares, hasta mil quinientas propiedades que pasarían a manos del nuevo Estado catalán. Hay que expropiar todos esos edificios cuanto antes para implementar un nuevo sistema de sanidad. Un sistema ‘híbrido’, aseguran. Que sea eficaz y sostenible. Una cuota la puede pagar todo el mundo. Es algo simbólico”.

La factura actual de la fractura se financia con una veintena de tasas que coinciden Cataluña en el infierno fiscal. Es el precio, siempre oneroso, del populismo. Y el independentismo es un populismo: “Nación viene de nacer, un azar que los políticos difieren en propiedad”, afirmó Mauricio Wiesenthal durante mis conversamos en el Círculo del Liceo sobre ‘El derecho a ditir’ (Acantilado), su autobiografía políticamente incorrecta.

Una tercera parte de los Catalanes se arroga la representación de toda Cataluña. ¿Qué ha de pasar para que quienes se metieron en el ‘drunk bateu’ de Ítaca dejen de votar a esta oligarquía que rapiña e invoca, con pucheros victimistas, presuntos agravios de la pérfida España?

No hay nada más perverso que las buenas intenciones que acaban empedrando el camino del infierno. “La independencia no se conseguirá sin haber manipulado la historia”, apuntaba José Enrique Ruiz-Domènec en su crónica mediterránea ‘El sueño de Ulises’ (Tauro). Políticos mediocres, altos funcionarios (cómo enriquecerse sin trabajar en el Parlamento catalán), intelectuales orgánicos, tertulianos de carne y medios de comunicación subsidiados extra en réditos de una Administración secuestrada: “La preparación de una batalla final contra el estado opresor es el mensaje lanzado a las masas, que lo aceptan como norma de conducta”, advierte el historiador.

Tras la erupción separatista, la tierra baldía del malpaís. No es la primera vez. Como la burguesía catalana que criticaba Gaziel en ‘Meditaciones en el desierto’ a la muerte de Cambó: “Políticamente, no han dejado nada; económicamente, todo se enriquece”.

La factura de la fractura. Siempre los mismos.