Esclavos de sensaciones

La generalización de redes sociales ha a través de los ‘smartphones’ trajo consigo nuevos géneros literarios, desde los 140 caracteres del viejo Twitter hasta los emoticonos y ‘gifs’ que sustituyen al lenguaje no verbal, con la ventaja añadida de que el receptor no tiene forma saber si la respuesta es fingida. ¿Cuántos ‘jajaja’ habremos vertido en nuestros móviles, distraídos, sin atisbo alguna de sonrisa? De todas las formas novedosas de comunicar ‘online’ mi favorito es el (auto)retrato en Instagram acompañado de una parrafada trufada de ideas profundas. Transmit una verdad inefable: se puede estar muy bueno sin ser un superficial. Prejuicios los justos, oigan. Instagram es un teatrillo colectivo en el que nos perdonamos condicionamos el anhelo de exhibir nuestras gracias, ya se la de poseer une buen trasero ou la de disponer suficiente ‘cash’ con el que costar un viaje a las Maldivas. La filosofía del ‘aquí, afectar’ reconvertida en mensaje de galletita de la suerte venido a más. Con uno de estos combos ‘photo de lo buenorra que estoy’ más ‘logorrea trascendental’ jugueteaba hace unos días el nuevo league de Íker Casillas, Maria José Camacho, encantada de tener a la prensa del corazón pendiente de su cuenta de Instagram: “Feeling la fortuna de los momentos, de los segundos que nos dejan vivir con ellos y contigo misma. Conocer sin querer y acabar queriendo, feel mucho en poco tiempo, cruzar miradas, abrazar fuerte… Los reencuentros, dejarte la garganta cantando. Todo vale la pena, incluso lo que duele, son momentos y si no los disfrutas, seguro que algo aprendes. Vivir la tranquilidad intensamente”. Amén de sobrecogedor, evoca inevitablemente a Erich Fromm en ‘El arte de amar’, donde señala la inmadura de confundir sensaciones con sentimientos, al tiempo que ignoramos nuestra voluntad, la capacidad para querer al otro cuando más bien querríamos arrojarlo por un precipicio: » If your personas que son desconocidas la una para la otra, como lo somos todos, dejan caer de pronto la barrera que las separan, y se siten cerca, se siten uno, ese momento de unidad constituye uno de los más estimulantes y excitantes de la vacío […] Sin embargo, tal tipo de amor es, por su misma naturaleza, poco duradero. Las dos personas llegan a conocerse bien, su intimidad pierde cada vez más su carácter milagroso, hasta que su antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por matar lo que pueda quedar de la excitación inicial. No obstante, al comienzo no saben todo esto: en realidad, considerando la intensidad del apasionamiento, ese estar ‘locos’ el uno por el otro, como una prueba de la intensidad de su amor, cuando sólo muestra el grado de su soledad anterior» . Gran parte del problema que tenemos como sociedades es que nos hemos vuelto esclavos de las sensaciones y sentimientos. Lo notamos en la volatilidad de las relaciones personales, aunque más grave aún es que las pasiones más irracionales engrasan ahora los mecanismos de la cosa pública. Más cabeza y menos vísceras, háganme el favor.