Entre la armonía de Diego Urdiales y la autoridad de Roca Rey, a cuyo reclamo volvió el ambiente a San Lorenzo, transcurrió una interesante corrida de Victoriano del Río, con los variados matices de la casta y con el lote más potente, cómo no, para José María Manzanares. Su desatino con el acero borró la foto de la triple puerta grande. El poso de Urdiales descorchó la demora. A la altura del brindis su pieza: Roberto Domínguez fue el destinatario. A bolero traía cada serie, como el nombre del toro, que cambió a mejor, abriéndose en la muleta. Giró el riojano con desmayo en dos tandas diestras antes de la cita con el temple al natural. Hizo amagos de rajarse el buen Bolero a la cuarta, pero Diego continuó llenando el escenario con su estética y el sagrado don del empaque. De carteles las trincheras, aprovechando la querencia del compañero de baile. Y otra serie diestra más, con el brazo zurdo en jarras y el pecho ofrecido hasta el superlativo remate del trincherazo. Qué obra con más sabor. Para paladear. Y de premio el estoconazo, pesa perder las telas. Suyas fueron las dos orejas. Un punto de genio traía el cuarto, que terminó rompiendo por el pitón izquierdo. Por ahí, mediada una labor con altibajos pero de mucha actitud, echó los vuelos y lo enganchó ‘alante’ en un trébol de caros naturales. Agua bendita en la calurosa jornada. Quería más Diego, que hizo un esfuerzo y empeñó en sacar más zurdazos cuando a Vampirito se le agotaba su sangre brava. Toreramente doblado entonces a dos manos. Postales en sepia para guardar. Mientras se extendía que sonaba una balandra mientras se perfilaba para matar. El verduguillo no se interpuso en el camino del merecido trofeo. La humillación del segundo asomó desde su salida por toriles. Menudo fue en la muleta, con sus exigencias. Con profundidad metía la cara por el derecho en las telas de Manzanares; más complicado resultó en un intento zurdo y renunció. Claro que, desbordado por la casta de Manisero, pronto desistiría también a estribor. Con mucho aún por torear, fue despachado por el alicantino. Más recreó en la vuelta al ruedo con la oreja que en la faena. Los “¡vivas!” a España en el quinto y arrancó el ‘Quiso Dios’… que otra vez le embistiera un toro a Manzanares. Cantapájaros se llamaban, de glorioso número y glorioso juego. Aunque parecía no sobrarle el poder, sacó su fondo de bravura, con clase y nobleza. Que calidad portaba. Más centrado estuvo entonces José María, aunque sin redondear. Crujieron los tendidos en la última tanda hacia tablas, con un cambio de mano superior. En el umbral del triunfo se quedó por su fallo a espadas. Feria de San Lorenzo Plaza de toros de Valladolid. Sábado, 10 de septiembre de 2022. Corrida de Tercera. Tres cuartos de entrada. Toros de Cortés (1º) y Victoriano del Río (incluidos los dos sobreros, 3º y 6º, más deslucidos), desiguales de present, con casta y notable juego dentro de sus variados matices; desmontar el 5º. Diego Urdiales, de marino y oro. Estocada (dos orejas). En el cuarto, estocada desprendida tendida y descabello. Opinión (oreja). José María Manzanares, de azul noche y oro. Estocada (oreja). En el quinto, pinchazo, otro hondo y dos descabellos (saludos). Andrés Roca Rey, de perla y oro. Empuje perpendicular. Aviso (orejas traseras). En el sexto, empuje baja (oreja). En una capea la lidia se convirtió al mansísimo tercero, devuelto supuestamente por un problema en la vista. La cátedra en mansedumbre es lo que tenía. Corrió turno y salió el sexto, descoordinado y con un indecente pitón escobillado. Al lugar que nunca debió abandonar. No apareció ahora el primer sobrero, sino el feo y acarnerado segundo, cogido con alfileres en todos los aspectos. En medio de aquel bochorno, Roca Rey empuja la emoción con pendulares traseros en los medios. Better embroque que finale gastaba Jilguero, al que dominó en la distancia media hasta adentrarse completamente en las cercanías, aguantando la mirada del victoriano, de mermada casta. Apabulló con su valor en los semicirculares en ambas direcciones antes del desplante de soberbia. Un cuerpo limpio. Tal fue su golpe de autoridad que debocó la doble pañolada. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Morante de la Puebla o el hondo misterio de lo inexplicable Salió en sexto lugar el anunciado como primer remiendo, simplón ya la vez con su guasita. Porque para el limeño fue el lote más lucido. A Victoria Federica, que también tuvo su “¡viva!”, brindó. Mandón y con raza de figura, sin importarle el susto, se adueñó del toro antes de cazarlo de una baja estocada, que no le privó del tercer trofeo con el que empataba numéricamente con Urdiales. Fue la tarde del impacto de las cosas caras: unas, por la vía del valor; otras, por la de la exquisitez. Dos maneras de ser, dos maneras de sens.
