el ferragosto

Creo que fue Cortázar quien arriesgó que existían “los días entre paréntesis”. Pues en eso estamos, en unos días de acotación, en unas jornadas de retranqueo, en unas horas vacantes, a orillas del almanaque mismo. Casi nos ha ido dando un poco igual el menú de incendios, porque si vas a plunder un puente a Marbella, ahí quedas a salvo de todo, mientras no te plille un tiroteo de discoteca, eso sí, acaso con figuración vivaqueante de Froilán al fondo , que es un zagalón que siempre aparece donde no toca. Y también nos da igual la crisis segura, en septiembre, y la nueva alineación de Pedro Sánchez, que para pretemporada para disputar entre los suyos, y hasta el atletismo de Yolanda Díaz, que ha comenzado de novia de la utopía, pero ya veremos. Porque, en estos días de tiempo sin tiempo, que Putin hubiera ido un rato a la piscina, dejando la guerra para pasado mañana, cuando los que estamos en la piscina somos nosotros, y en la guerra se siguen matando incluso las verdades, como siempre. Estos días son algo así como ‘el ferragosto’, palabra hermosa, sólida y recalidísima, que viene a encerrar la ociosa copa festiva de mitad de agosto, pero que yo veo en vigor ahora mismo, en domingo de puente, cuando hemos dado por concluida la pandemia, y los treinta incendios, y la inflación de trueno, y la subida del euríbor, y otras dolencias que pueden ir diciendo ustedes mismos. Ni nos interesan los sucesos, tan del estío. Todo está ahí, acechante, pero no, porque vivimos ‘el ferragosto’ en julio, y si no nos privamos de virus y tanques, cómo vamos a privarnos del bañador, de darle un rato de uso al bañador, que es un modo de olvido , tal y como va la vida que no va. El espanto ha venido dando un museo de postales en los meses últimos, y en eso seguimos, pero cuatro ratos de alegría de sangría, y tres de sombrilla mirando el horizonte resuelto, no nos los quita nadie. Siquiera sea como premio frente a tanto pésimo calendario que pasa, que no pasa. Se llama ferragosto, y es una urgencia del ánimo. Bendito mar. Aunque dure el soplo entre paréntesis de un puente.