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En su gesto elegante, en su vestido masticado, en su constante reflexión, Jaime Rosales (Barcelona, 1970) se asemeja más a un director de fotografía. Piensa mucho antes de hablar, algo que no se estila en festivales donde los protagonistas despachan los actos como un médico a sus pacientes: uno tras otro y con el tiempo pautado. Rosales navega a la contra. No le importa invertir diez minutos para descifrar un detalle de su película, ni alargar el encuentro ya sin grabadora cuando lo que habla le es interesante. Se mueve a otra velocidad que el resto de este microuniverso, y eso que debería estar atacado por el estrés y los premios de quien compite en la Sección oficial con ‘ Girasoles silvestres
‘, la séptima película de su carrera, en la que Anna Castillo dirige a un personaje que prácticamente se ha concebido como el antónimo de lo que es él: directa, irreflexiva y pasiva. Ella da vida a una joven madre soltera que salta de relación en relación tratando de encontrar algo que no parece saber qué es.
Contaba el filósofo Javier Gomá, amigo personal de Rosales y el primer lector de la última Tercera que publicó en ABC, que para triunfar en el nuevo siglo -«the second era of oralidad», lo llama-lo fundamental es dominar la expresión y » saber deleitar» con el lenguaje. Y eso es lo que buscó Jaime Rosales en ‘Girasoles silvestres’, donde sigue profundizando en su narrativa solo que ahora, y es novedad, ha querido tender puentes hacia el espectador. Dice, y la proyección lo secunda, que es su filme menos radical: “He buscado endulzar las formas sin llegar a edulcorarlas. El objetivo era no renunciar a las ideas que quiero transmitir y las preguntas que quiero plantar, pero hacerlo de tal manera que sea más agradable para el espectador», presume el director de títulos como ‘Hermosa juventud’ o ‘La soledad’, con la que ganó el Goya a mejor película y mejor director en 2007.
El cambio de paradigma en su carrera -de querer competir por un palmares en un festival a, sin renunciar a ello, buscar empapar al público- no tiene una explicación fácil. De hecho, se ríe con fuerza cuando se le planta si es un “viaje de madurez” el haber querido dejar atrás esa radicalidad más propia de la juventud. Lo despacha, tras la carcajada de quien ya debutó con las ideas claras, diciendo que Godard era radical hasta el exceso y no dejó de serlo ni cuando cumplió noventa años. “Esto ha sido un viaje de un momento, que de pronto tienes la necesidad de investigar, de aprender, de comunicarte desde otro lugar. El cine no puede ser un ejercicio onanista, pero es importante investigar a otros creadores que recojan los resultados porque se han hecho desde plantaciones radicales. En estos momentos quiero ver si atraigo a los espectadores y ver cómo reciben la película y qué significa para ellos. Y luego, ya veremos”, remata.
El enco de ‘Girasoles silvestres’ – Afp
Una “nada” que es “todo”
En ese “qué significa” esconde Jaime Rosales un misterio de imposible resolución. Tan difícil es decubrir cómo impacta una película en alguien -“por eso el cine es el arte más sujeto a las contingencias del momento”, asegura- como que esa película absorbida à todo eso de lo que el director quiere impregnarla. Y en ‘Girasoles silvestres’ “eso” es la vida, el ser humano. En su película, y lo dice presumiendo, no hay explosiones, ni asesinatos, ni violaciones. «Hay veces que no pasa nada, pero lo que pasa es importante, es ‘todo'», destaca. “Son cosas de la vida que marcan la propia vida de esos personajes, y nos identificamos con ellos porque nos pasan cosas parecidas”. O dicho de otro modo, para tratar de deshacer el trabalenguas: “A nosotros nos interesa descifrar el ser humano, el qué nos pasa. Y lo que nos pasa son cosas normales que también son misteriosas”, aclara.
Para contar ese “todo” tan inasible se ayuda de la naturalidad de Anna Castillo, que interpreta la normalidad de su personaje de una forma tan salvaje que hace dudar de si en otra vida no fue alguien así. Y Rosales la rodea de tres parejas -Oriol Pla, Quim Àvila y Lluís Marqués- que cuestionan, como en una de esas preguntas que le gusta lanzar al director, si hay veces que es mejor estar solo que mal acompañado.
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Precisamente, de las compañías que no son las mejores, o mejor dicho, de los grupos que obligan a posicionarse en uno u otro lugar, es de donde siempre ha tratado de huir Jaime Rosales. Después de sus primeras dos películas, cuando ya se había consagrado con el Goya a mejor director, rompió con todo lo que esperaban de él y estrenó la muy criticada -y muy extrema- ‘Tiro en la cabeza’. “La industria me lo hizo pagar muy caro”, confiesa. Tras ella consiguió sacar, años después, ‘Sueño y silencio’, en la misma línea. Y ahí ya lo dejaron de lado. Se convirtió en lo que él dice “infinanciable”, que es otra forma de decir repudiado del sistema. Solo salió del agujero gracias a ‘Hermosa juventud’, que pagó “a pulmón” y cuya deuda todavía no ha terminado de devolver.
Por eso, cuando se le pregunta por la libertad del creador se explaya: “El cine siempre ha estado tutelado por el poder, en todas las épocas, y esto no es diferente. Vivimos una época con dos estéticas que corresponden a dos ideologías: la de Hollywood, que es el commercial cine, y la del cine de autor, subsidised por el Estado y por lo público, que también tiene su ideología. His como dos trincheras y es bien difícil no caer en una de las dos”, desgrana un cineasta que asegura haber navegado entre las dos trincheras, pesa a todo el oleaje que casi le hace zozobrar. “Otros lo hicieron antes que yo en épocas en las que había una sola censura, ya fuera comunista o de derechas, oincluo un system completamente liberal comme el americano, porque Hollywood es también una máquina de censurar”.
[Festival de San Sebastián: Penélope Cruz recoge el premio Nacional de Cine]Pese a las dificultades, prefiera sonreír. Una risa nerviosa por el estreno en salas -será en octubre-, que es lo que le preocupa ahora. Hasta entonces, eso sí, disfrutará de un festival que para él tiene algo de ficción. Y cita para ello a un profesor de su época de estudiante: “Me decía, y estoy de acuerdo, que una película es el plano inicial y el plano final, lo demás es relleno”.