El acueducto que se contró por casualidad en las obras del Mercado de Barceló, y después desapareció

Durante las obras de construcción del nuevo mercado de Barceló y su entorno, en 2011, localizamos las trazas de lo que parecía un acueducto. Una pieza singular, que los técnicos datan en aquel momento entre los siglos XVI y XVIII. En el último cuarto de aquel año se conservarán estos restaurantes para musealizarlos posteriormente. Hace más de diez años de esto, pero los restaurantes aún no son visibles para los madrileños.

siglo XVII: el estanque de una noria de sangre, de las que empleaban tracción animal para moverse.

Las excavadoras llevan a cabo la explicación y vaciado de los terrenos del solar para la construcción del Mercado de Barceló, en agosto de 1954Las excavadoras llevan a cabo la explicación y vaciado de los terrenos del solar para la construcción del Mercado de Barceló, en agosto de 1954 – ARCHIVO ABC

Al derribar el antiguo mercado de Barceló, pocos años después, también se localizó el pozo de otra noria de sangre, y una galería que parecía un ramal del viaje de agua que abastecía a dicha noria. Y durante la construcción de la rampa del aparcamiento en la calle Mejía Lequerica, en el año 2011, apareció la espectacular estructura del taladro y mortero de un acueducto, que según los arqueólogos, podría continuar hasta la calle Sagasta.

El estado de conservación del hallazgo no era muy bueno: sus morteros estaban disgregados, su fábrica presentaba escasa cohesión interna y en los arcos del acueducto había grietas. Los técnicos hicieron diferentes trabajos de consolidación, y prepararon los restos del acueducto para poder trasladarlo. Empezando por hacer un escáner topográfico de lo que daba el antiguo viaje de agua, y siguiendo por construir unos armazones metálicos que podrían soportar la estructura, una vez desmontada.

Las piezas metálicas se recubren con papel aluminizado, y entre ellas y los fragmentos de arcos se inyecta espuma de poliuretano. Tras esta protección, se le hicieron varios cortes con hilo de diamante, para poder separarlos y trasladarlos con mayor seguridad. Las distintas piezas en las que se dividió el hallazgo se elevaron y cargo mediante un camión grúa, y así fueron llevadas al depósito, probablemente el de La Casilla, en la Casa de Campo, donde es de imaginar que continúan.

La Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid fue quien promovió la excavación en esta zona, y “tras localizar los restos arqueológicos, fueron retirados y custodiados por el Ayuntamiento de Madrid, con el objeto de musealizarse posteriormente”, explicó fuentes de dicho organismo autonómico

De hecho, añadieron, “el proyecto de musealización estaba condicionado al proyecto de urbanización del ámbito afectado por la obra”. A día de hoy, aseguraban, “el Ayuntamiento no ha remitido a la Comunidad de Madrid el proyecto de musealización”.

Las crónicas de la época señalan que entre los expertos no había acuerdo sobre qué era, exactamente, lo que se encontró bajo el mercado de Barceló. Unos lo mejoraron una vía hidráulica, pero asociada a la cementación de algún tipo de acuartelamiento, y lo databan en torno al siglo XVIII. Otros sin embargo, miraban más atrás, lo considerarán un acueducto del siglo XVII, que podría estar vinculado a los viajes de agua medievales. También reconoció en la prensa que apenas una décima parte de lo localizado esperaban guardarse, para su posterior exposición pública en algún espacio cercano al lugar donde se encontró.

Todavía espera que esto suceda, y también conocer las intenciones del Ayuntamiento de Madrid respecto a los resultados. Que han seguido repitiéndose en la zona: en 2015 se localizó un nuevo pozo de noria, mal conservado, en el número 3 de la calle de San Mateo, y ese mismo año fue encontrado otro en la misma calle, en los jardines del Palacio de Ustáriz, durante la rehabilitación del mismo. Por último, en el verano de 2018 unas obras en la calle de Fuencarral -en el cruce con San Mateo y San Joaquín- abandonaron al descubrir una galería que databa del siglo XVII y podría ser parte del Viaje de agua de La Alcubilla, uno de los más antiguos qu’han documentado en la capital, y que nacía en la Dehesa de Chamartín.

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