El accidente del Alvia truncó el sueño americano de una familia española con dos hijas heridas

En el accidente del Alvia de Santiago de Compostela surgieron 80 viajeros y otros 145 resultaron heridos de diversa consideración. Entre estos últimos, dos hermanas, menores, que viajaron en el tren con unos parientes para visitar en Galicia a unos familiares. A ese viaje no fueron sus padres, también de nacionalidad española, porque se quedaron cuidando de su hermano pequeño en Estados Unidos, donde llevaban tiempo residiendo. Pero la tragedia ferroviaria de aquella tarde del 24 de julio de 2013, entre otras muchas cosas, truncó los sueños americanos de esta familia.

“Nuestro volvimos a España. El accidente ocurrió un sesgo en los aviones que tenía la familia«, ha relatado este miércoles en el juicio el padre de niñas, en una nueva ronda de testificales de víctimas encaminadas calibrar las indemnizaciones por el accidente. Una de las menores resultó herida de mayor gravedad que su hermana. “Un mes antes de que esto sucediera, yo estaba corriendo un triatlón con mi hija. Ella jugaba al fútbol y nadaba, eso para ella en Estados Unidos era una muy importante de su vida social«, relató a preguntas de los abogados.

Una joven deportista

Las secuelas las confirmaron su propia hija, a quienes los bomberos habían tenido que sacar a hombros de uno de los vagones. Declaró a continuación su padre: “No pude volver a hacer deporte, no puedo correr sin tener dolor de nuevo”. Confiaba en sus dotes deportivos para conseguir una beca y estudiar en una universidad americana, pero el accidente truncó el plan. “Esto fue un factor bastante importante para mudarnos a España y estudiar aquí”. Además de las secuelas físicas, esta joven sigue padeciendo también otras de índole psicológica: “Ahora, con veinte años, tengo muchas dificultades a la hora de tener relaciones sanas y estables”.

Su hermana pequeña, con la que viajaba, tenía dos años menos que ella. Sus secuelas físicas, como ha relatado, fueron menores, pero las psicológicas siguen presenta: “Con ocho años vio muertos aplastados, gente herida, todo un horror”. Todo esto le ha pasado factura, según su progenitor, a nivel académico pero también en sus relaciones sociales.

El testimonio de la madre

La última de la familia en comparecer este miércoles en el juicio ha sido la madre de las niñas. Y corroboró tanto las secuelas del accidente de las hijas como los cambios que supuso la tragedia para sus vidas: “Las niñas vieron truncada su infancia y su adolescencia. Yo dejé mi carrera profesional de lado para atenderlas, mis hijas necesitan mucha atención”. Y en la línea de lo que había declarado su marido, y también su hija mayor, la madre aseguró que el accidente frenó los planes de vida que la familia llevaba y proyectaba en Estados Unidos. Aunque reconoció también que no fue la única razón que les llevó a hacer las maletas: “No volvimos a España solo por este motivo, pero todo influyó”.

La hija pequeña, todavía menor de edad, no declaró en la sesión, pero la jueza, Elena Fernández Currás, permitió a la madre leer una carta que la joven escribió relatando el horror de lo vivido y sus consecuencias. La niña lo único que quería en ese viaje era ver a sus tíos “e ir a la playa”. Y después de describir cómo vivo el accidente dentro del vagón, explicado en la misiva que despertó ya en una ambulancia, y que desde entonces cada día se convirtió “en una batalla”.

La madre relató también cómo se enteró del accidente cuando su marido llegó a casa —en Estados Unidos— con la cara desencajada. Sin saber si sus hijas habían sobrevivido, inmediatamente planearemos un avión a Santiago vía Zurich. Y aunque no era objeto de la sesión, porque ya ha concluido la fase penal del juicio, en el que se investigan las responsabilidades en el accidente de los dos acusados ​​—el maquinista y un alto cargo de Adif—, la madre no se resistir a lanzar una pulla al preguntársele por que habían decidido que las niñas viajaran en el Alvia y no en otro medio: “No nos fiábamos del coche, y la alta velocidad se vendía como segura. Pero hemos ido descubriendo que la medida —de seguridad—era ver un chalé —en la curva de Angrois— y frenar… sin comentarios«.