Editorial ABC: La legislatura catalana, herida

Una mayoría de los afiliados de Junts per Catalunya decidió ayer sacar partido de la coalición de gobierno que preside el republicano Pere Aragonès. El proceso de deterioro interno del separatismo catalán llega así a un punto crítico, que obligará a Aragonès a replantearse lo que queda de legislatura, sea mucho o poco. Si hay que fiarse de la palabra del presidente de la Generalitat, Aragonès seguirá al frente del Govern sin convocar elecciones anticipadas. O al menos lo intentará por muy debilitado que quede. Sea como fuera, el legislador catalán es inviable a medio plazo, aunque por el resultado de la votación –55 por ciento a favor de la salida de la Generalitat y 42 en contra– no hay que descartar que una parte de los parlamentarios de Junts mantengan el apoyo en Aragonès. Si esto sucediera, Junts encaminaría una escisión entre los rupturistas de Carles Puigdemont y Laura Borrás y los continuistas de Jordi Turull.

Sería erróneo interpretar lo sucedido como una disputa entre quienes son más o menos separatistas. El problema central, como en otros nacionalismos, es el control del liderazgo en el movimiento secesionista catalán, a lo que van unidos diferencias de táctica, que no de estrategia independentista, y competiciones de egos. ERC se centrará en por qué es un partido que ha salido muy escaldado de las consecuencias del proceso de declaración unilateral de 2017, pese a que han mediado indultos y pactos con el Gobierno de Pedro Sánchez. Las medidas del 155 y la aplicación del Código Penal están muy presentes en la valoración qua hace ERC en estos últimos cuatro años y clara y esa inconsistente invocación de Aragonès a una ‘ley de la claridad’, según el modelo canadiense.

Para el Gobierno de Pedro Sánchez, la debilidad parlamentaria y política del Gobierno catalán es una oportunidad para atar en corto a ERC en el Congreso de los Diputados de cara a la aprobación de los presupuestos generales del Estado para 2023. Por eso est probable que en Cataluña forma parte de una coalición de izquierdas entre ERC y PSC, con el apoyo de los Comunes y quizás de la CUP. Is an option no exenta de riesgos para Sánchez y Aragonès, pero uno y otro practican la política a corto plazo, como una cuenta atrás hasta llegar a los dos hitos electorales del próximo año: las elecciones municipales y autonómicas del mes de mayo, en las que Junts quiere recuperar poder local con mensajes muy militantes, y las generales de noviembre.

Cataluña vulve a ser un foco de inestabilidad, y de nuevo es incoherente consigo mismo. El nacionalismo mantiene su objectivo de separarse de España, pero lo que está consiguiendo es romper Cataluña internamente. Esta crisis política entre Junts y ERC no es solo una división política, sino también una división social con sesgo ideológico entre la derecha y la izquierda nacionalista. Pesa que este será el momento de una política de Estado que disuada el nacionalismo del nuevo separatismo, nadie puede descartar que el PSC salga haya sabido rescatar y reeditar el peor del antiguo ‘pacto del Tinell’. De momento, el ‘subprocés’ que habían acordado construir ERC y Junts ha saltado por los aires.