Donde dije digo, digo Diego

Steelta el presidente Rueda al plantar una rebaja de impuestos. Aciertan las otras comunidades que han anunciado una reducción igualmente tributaria. Y acertará el Gobierno central si acaba de rectificar su política económica. Esta semana comenzó a corregir su postura. Con sobredosis demagogia, sí. Se ha quedado muy corto al olvidar a la clase media, también. Pero ha comenzado a virar el rumbo. Y eso demuestra que, pese a todas las soflamas de la izquierda estos días, no queda otra que reduzca la factura fiscal a los contribuyentes. Ya hemos visto esta película antes. El gabinete de Sánchez rechazó durante estos meses la rebaja del IVA de la electricidad hasta que en junio rectificó y la aplicó. Lo mismo sucedió después con el gas. Se opuso hasta medio minuto antes de que el presidente anunciase la rebaja. Siempre es tarde, mal y a rastras. Tambien aborrecido. Se niegan a deflactar el IRPF como hará la Xunta de Galicia o rehúsan disminuir el IVA de alimentos básicos como propone el PP. Y ese tipo de medidas son tan necesarias como fácil es escuchar por qué lo son. La inflación sigue disparada y eso significa que sigue reduce significativamente el poder adquisitivo de los ciudadanos al mismo tiempo que aumenta notablemente la recaudación tributaria. Ergo, donde toca es reducir la presión fiscal. En realidad, la izquierda siempre ha estado muy perdida con esto. Rodríguez Zapatero dijo que “bajar impuestos es de izquierdas” y de hecho su gobierno suprimió en 2008 el impuesto sobre el Patrimonio argumentando acertadamente que era “injusto” y “anacrónico”, remarcando que recai en las clases media y penalizaba el ahorro. Años más tarde el mismo presidente recuperaba esa figura tributaria y hoy su partido critica ferozmente a los gobiernos autonómicos que eliminan o bonifican -como Galicia- ese gravamen. Hasta que vuelvan a cambiar de opinion. Que lo hacen con frecuencia. De hecho, el socialista Ximo Puig plantaba el viernes de la semana pasada que el Gobierno central castigase en el reparto de fondos estatales a aquellas comunidades que bajasen impuestos y apenas unos días más tarde anunciaba una rebaja del IRPF para les rentas inferiores a los 60.000 euros . Lo que no hizo fue solicitar que el ministerio de Hacienda recortase las transferencias a Valencia. Decir una cosa y su contraria es en el sanchismo ya marca de la casa. El caso es que ni siquiera es el único líder territorial del PSOE que se está plantando una rebaja de impuestos. El aragonés Lambán no descarta modificar la política fiscal de su gobierno, García Page ha abierto también la puerta a adoptar medidas para reducir la carga tributaria en Castilla-La Mancha, en Canarias valuan adjus que “permitan aliviar el impacto de la inflación” y se ha filtrado que Navarra trabajó en una rebaja del IRPF. También Extremadura avanzó estos días una bajada de tasas. No está en el ADN del socialismo, pero es lo que toca. Sin embargo, en Galicia el PSdeG se mantiene con valentía al discurso que el dictan desde la Moncloa. Ninguna sorpresa. A González Formoso nunca podrá reprochársele que improvise su discurso. Siempre sumiso, reproduce ferozmente todo aquello que le haya escuchado al orador de turno de Sánchez en Madrid. Por eso esta semana envió a Luis Álvarez al Hórreo a cuestionar lo que llama “competitiones desbocadas entre las comunidades del PP”. El mismo día en que Puig anuncióba su rebaja fiscal y dos días antes de que María Jesús Montero empezase a corregir la posición del Gobierno. Ese es el problema que tiene replicar dócilmente el argumento enviado por Ferraz, que a veces se queda obsoleto porque en cualquier área, pero sobre todo en política fiscal, el Ejecutivo central practica como nadie el “donde dije digo, diego Diego”. Por eso resulta probable que Montero siga rectificando. Porque lo que toca en la coyuntura actual es bajar impuestos como hace la Xunta. No queda otra. Y cuanto antes, mayor.