Cuando el ‘síndrome de La Moncloa’ se instaló en Génova

Junio ​​de 2018. “Pablo, te tienes que lanzar, y si no lo haces tú, me lanzo yo, tiene que haber una alternativa joven en este congreso”. A sus 33 años, Teodoro García Egea intentó adecuar a Pablo Casado para presentar su candidatura a las primarias del Partido Popular. El domingo siguiente, ambos quedaron en el Parque del Retiro, en concreto en la Florida, cerraron su pacto de sangre para ir juntos en esta aventura e inmortalizaron el momento en ‘la foto del banco’. Un día después, 18 de junio, Casado anuncióba su candidatureura en un tuit: “He decidido presentarme al Congreso Nacional del PP. Atendere a los medios

de comunicación a las 11.30 en la entrada de la sede nacional. #IlusiónPorElFuturo”.

Con Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal como rivales, la candidatura de Casado, con 37 años en ese momento, quedó en un segundo plano. Pero el que fuera presidente de Nuevas Generaciones de Madrid tenía en la sala de máquinas un ‘portento’ volcado en la recogida de avales para ganar esa primera batalla lo convertirá en un golpe moral frente a sus rivales. Egea combinó 5.800 golondrinas para Casado, ganó a los demás y desde ese momento se empezó a tomar en serio.

Pablo Casado sabía que tenía una posibilidad ante el enfrentamiento de Santamaría y Cospedal. Puso a Egea al frente de su campaña, a Pablo Hispán como asesor personal y a David Erguido a los mandos de las redes sociales. En la primera fase de las primarias, con el voto de los militantes, quedó segundo por detrás de Santamaría. Desde ese momento Egea desplegó sus habilidades para ganarse a los compromisarios por todos los territorios mediante alianzas, pactos y promesas. Ellos tendrán la última palabra. El 21 de julio de 2018, Casado fue elegido presidente nacional del PP, y tuvo claro que su número dos sería Teodoro García Egea, el “jefe de máquinas” de su candidatura.

Casado (Palencia, 1981) y García Egea (Cieza, 1985) proceden de Nuevas Generaciones, uno en Madrid y otro en la Región de Murcia, aunque son de distintas promociones. Casado estaba más acostumbrado a hablar con Aznar, con Rajoy o con los políticos de Madrid que con un joven diputado sin relevancia, que llegó al Congreso en 2012 como sustituto de Jaime García-Legaz. Pero las horas en los escaños acabaron uniéndolos, y sobre todo lo hizo Rajoy en 2015, cuando en ese giro que dio para poner el PP al día ante el avant de la ‘nueva política’, nombró a Casado vicesecretario de Comunicación del partido, mientras that Egea pasó a ser uno de los seis portavoces adjuntos en el Congreso.

Pablo y Teo, como los conocen todos, formaban parte de las juventudes populares que pedían paso frente a las ‘vacas sagradas’ del PP y que querían demostrar que ser ‘popular’ era plenamente compatible con la nueva política, aunque hacía faltaba abrir las ventanas y que entrara aire fresco en un partido marchito por la corrupcion.

animales politicos

Pablo y Teo comparten valores y principios, con la familia en lugar preferente. Quienes les rodean dicen que son, además de buenas personas, ‘animales políticos’, aunque alguna matiza: «No, Pablo es un animal político, pero Teo es un animal de poder, que no es lo mismo». En Casado siempre se le vio en el PP como una promesa con talento. En Egea, sus compañeros lo consideran un ‘superdotado’: “Es la persona más inteligente que conoce en mi vida”, sentencian varios directentes del partido. “Tiene capacidad de proyectar estrategias a corto, medio y largo plazo”, aseguran sobre el doctor ingeniero en Telecomunicación, experto en Inteligencia Artificial, con grandes dotes para la música y el solfeo, en concreto para el piano. Durante su etapa como secretario general, el dio tiempo ha perfeccionado su afición por la guitarra. Y nunca ha abandonado el deporte, una de sus grandes pasiones: le gusta especialmente el triatlón y el esquí de fondo, y ha corrido varios maratones. Por si fuera poco, es reservista en el Ejército del Aire.

Casado y Egea son dos políticos ‘hiperactivos’, apasionados por la política, que cuando llegaron a Génova se encontraron con un partido ‘abandonado’, según relatan en sus equipos. El PP, en el Gobierno desde 2011, había estado volcado en la gestión y dejó de lado la organización interna de las siglas, y de la noche a la mañana fue desalojado de La Moncloa por la moción de censura en junio de 2018. Muchos activos del partido se habían echado a un lado tras la pérdida del poder y abandonaron la política. Después de las primarias, el partido estaba ‘hipertensionado’, en la peor condición para buscar una integración, o una colaboración, de los perdedores. En este contexto, apenas cuatro meses después de land en la planta noble de Génova, se enfrentaron a las elecciones en Andalucía, y cuatro meses después, las generales, el primer golpe en la cabeza que dejó tambaleando el proyecto de Casado nada más empezar.

Estos tres años y medio a los mandos del PP han sido una sucesión de pruebas para ellos, que se han enfrentado desde la lealtad mutua, pero también desde la amistad. “En algunos casos han pecado de inmadurez y bisonez, como se ha visto en la guerra en Madrid”, comentan en el Congreso.

Para entrar en Génova por la puerta grande hubo un reparto de papeles. Casado dejó en manos de Egea todo el poder del partido, mientras que él se quedó con la actividad externa, el trabajo como jefe de oposición, las relaciones con los distintos sectores de la sociedad civil y también la labores de portavoz de hecho. Con una precision: ambos formados un equipo compacto, sin fisuras. Un equipo de espalda. Lo que hacía Teo, subrayado en fuentes populares, tenía siempre el visto bueno de Pablo. «Es un binomio inseparable», advertía Fernando López Miras, el presidente de la Región de Murcia, justo después de las elecciones de Castilla y León, cuando había voces que ya pedían la dimisión de Egea por su ‘estrategia electoral fallida’. “Ambos siempre se han complementado muy bien, han formado un buen equipo”, dicen en Génova.

El PP se convierte en un partido con un número uno que pasó todo el poder orgánico al número dos. Y ahí acababa todo. “No quedará claro si había un número tres, ni quién pudo ser, la distancia con el resto era sideral”, comentan en el Congreso. Todo se reduce y se resume en Pablo y Teo. Incluso algún vicesecretario del partido se quejó de que la resultaba imposible llegar a Casado, porque Egea formó una primera barrera difícil de superar. “Era insuperable. Teo tenía encapsulado al presidente, aislado del resto del partido». Y eso, critican en las filas del PP, terminó desconectando a Casado del sens de muchos directentes y de los militantes. Escuchó, pero no atendió. «Por primera vez hay síndrome de La Moncloa sin haber pisado La Moncloa», resume un antiguo colaborador muy estrecho de Casado.

«No sabía lo que era tener enemigos hasta que fué secretario general» Teodoro García Egea, Número 2 del PP

Egea era quien se enfrentaba con los barones y líderes territoriales, en el proceso de renovación del partido o en la elaboración de las listas electorales, y fue ahí donde se dejó muchas enemistades. “Sí, algunos fueron auténticos enemigos dentro del mismo partido”, subrayan en Génova. Lo reconocía el propio Egea entre los suyos: “No sabía lo que era tener enemigos hasta quefu secretario general”. Sus formas, según señalan sus críticos, eran autoritarias, con nula mano izquierda. “Teo será secretario general plenipotenciario, y actuaba como tal, a menudo con prepotencia”, reprocha.

Los ‘enemigos’ de García Egea iban más allá de los territorios. Intentó controlar el grupo parlamentario en el Congreso, y primero chocó con Cayetana Álvarez de Toledo, pero luego siguió los roces y los hides con la nueva dirección, algo que le pasaría factura esta última semana cuando will require su cabeza y dejó de confiar en Casado , que parecía haber dejado de hacer ha conocido el número de vuelta. “Hubo un poli malo y un poli bueno, pero iban de la mano, que no se confunde nadie”, apunta en el PP.

Siempre percibió un poso de inseguridad en el proyecto político de Pablo y Teo, lo que llevó a querer controlar hasta el último nombramiento en la renovación territorial, para tener el partido bien alineado con ellos en todos los rincones de España. Esta inseguridad desapareció con el ‘boom’ de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. La guerra con la presidenta de la Comunidad de Madrid por el control del PP regional traía a Casado de cabeza. “Le afectó mucho”, comentó sobre quienes trabajaron juntos. Fue una pele con una persona que había sido su apuesta personal, cuando prácticamente nadie creía en ella, y que ahora veía como riesgo para su propio liderazgo, hasta llegar a obsesionar en Génova. Una vez más, Egea fue quien asumió el mando en la primera línea de batalla, dispuesto a impedir que Ayuso llegara a ser presidenta del PP de Madrid.

operación frustrada

Casado siempre ha sido un gran orador, “el mejor en el Parlamento ahora mismo”, aseguran los populares. De hecho, el congreso de las primarias decantó de su lado en buena parte por su vibrate discurso y repleto de los principios que anhelaba un partido herido. Sin embargo, en los últimos meses sus intervenciones eran grises, désordenadas, parecían estar a la defensiva continuamente. Había perdido la fuerza y ​​el entusiasmo que devolvió la ilusión a los populares en 2018, y hay quien lo atribuye a su enorme desgaste político y personal por la guerra de Madrid.

“Es una bendición divina para España”, había dicho Esperanza Aguirre cuando ganó las primarias. Ahora, en la vieja guardia habla de «operación frustrada».

En su mandato, Casado ha tenido tres jefes de gabinete: Javier Fernández-Lasquetty, Pablo Hispán y Diego Sanjuabenito. “No es normal que en tres años tenga tres distintos”, ha apuntado un diputado del PP. “Lo que ocurre es que todos chocaron con García Egea y su poder, que les dejaba poco o ningún margen de maniobra”. Su protestó era la misma: “Teo manda demasiado”.

Esta última semana, Pablo y Teo han vivido y sufrido juntos el terremoto que ha desmantelado su proyecto. Hasta el último momento, Egea quiso dar la batalla en la Junta Directiva nacional, y volcó en buscar apoyos. Pero la realidad se impuso. El martes, antes de la comida, ambos estaban en el despacho del secretario general y sabían que había llegado el momento. García Egea concedió su dimisión, solo pidió que se le permitiera hacerlo a su manera, que no fue otra que anunciarlo de forma oficial en la Sexta. “Era la muestra de que él no debía cuentas a nadie”, aseguran en el PP. Al día siguiente, volvió a por sus cosas a Génova, y al cruzarse con Casado, ambos se fundieron en un fuerte y sentido abrazo. En el Congreso comenta el aviso de Egea en su despedida ante el aún presidente del PP: “Pablo, no me voy de la política ni del escaño. Esto no ha terminado”.