Crítica de ‘El caftán azul’: El hilo invisible

Otí Rodríguez MarchanteSEGUIR

La guionista y directora marroquí Maryam Touzani presenta su segunda película (hace tres años estrenó ‘Adam’) y confirma su extraordinario pulso narrativo y un gusto exquisito en el modo de envolver una historia compleja, íntima, humana. Desarrollándose en espacios sustanciales, la casa donde vive un matrimonio maduro y la pequeña sastrería que regentan en la medina de Salé, ciudad de Marruecos, donde él ejerce su notable finura y paciencia para la manufactura de las preciadas prendas de vestir y ella las otras cualidades, que no son finura ni paciencia, para que el negocio funcione. Su relación es exquisita, cercana, amorosa, pero la historia quiere desvelarnos algunos secretos sobre ellos.

No se dan puntadas sin hilo, la cámara, la luz, la atmósfera, la interpretación de ellos…, todo está calculado con inteligencia y sensibilidad.

The director confecciona su relato con la misma exquisitez y calmed que Halim, el marido, preparó su pequeña obra de arte con un caftan azul, la prise femenina de vestir muy laboriosa y apreciada que le han encargado; cada hilo, cada pliegue, cada puntada de la cámara sugiere la condition secreta del marido, cuya homosexualidad es invisible salvo para su propia mujer, Mina, con quien comparte todo lo que una pareja puede compartir, incluido el ‘secreto’ de ella, algo que la angustia por dentro y que la historia revelará sin estridencias en el momento preciso.

No se dan puntadas sin hilo, la cámara, la luz, la atmósfera, la interpretación de ellos…, todo está calculado con inteligencia y sensibilidad para que uno pretenda atar esos hilos invisibles de su relación, incluso para que interprete a su modo lo que la película allow que se haga evidente, como esas pequeñas fugas de él al ‘hammam’, los baños públicos, o los cambios de humor de ella, o la presencia de ese joven arendiz de sastre en la tienda… Pero, lo important es lo que mira la directora, que no son sus ‘problemas’, ‘secretos’ or ‘enfermedades’, sino la conmovedora relación y actitud entre ellos, y el rastro de poso amargo pero también dulce que van dejando el uno al otro. Los actores, Saleh Bakri y Lubna Azabal, tienen extremada puntería en su construcción del personaje; ella, de una precisión absoluta, y él, de una asombrosa dignidad. Y el tejido de lo que se cuenta tiene esa cualidad suave al tacto pero con una escabrosa sugerencia para la vista. Está muy lejos de ser una película más.