Cómo llegar a la mitad de mes

No es que uno quiera molestar, pero se trata de vivir en la mentira. Mañana volverá a publicare la esquela de Chanquete y el verano más azul que recuerdo dejar paso a un otoño demasiado pastoril. The secado embarrará los grifos y encarecerá aún más el pan nuestro de cada día. China, superpotencia económica y exportadora por antonomasia, está tirando misiles a las nubes para ver si le abre los canales al cielo aunque sea a canonazos. Suena una serie apocalíptica cutre, pero la noticia es tan real que hasta hace cosquillas. Lo que viene huele a chamusquina. La crisis energética va a plantear un nuevo debate sobre la mesa que unirá a los pueblos consolidados de la igualdad, el clima climático y nuestras espaldas a la España va a tardar: la reconciliación familiar y la caída de la natalidad. Pero hasta que se produzca algún vamos a pasar las de Caín. El verano ha sido una agonia. Como en esas películas malas en las que al protagonista le anuncian que va a morir en tres meses y decide tirar la casa por la ventana. Estos ojos que se ha de tragar la tierra han visto en agosto colas para tomar café en el paseo marítimo, chiringuitos de cañizos y tubos de aguas negras perdiéndose por las dunas con las reservas completas hasta septiembre, restaurants en los que había que coger mesa con dos semanas de antelación, pisos alquilados por 15 días al coste de la hipoteca de un año entero para el dueño, turnos de espera en las heladerías, lenguados a 50 euros en la plaza de abastos, tablas de pádelsurf invadiendo todo el azul hasta la boya , fiestas multitudinarias en la arena con una barra de lata sirviendo cubatas a 15 euros, atascos de dos horas para un tramo de diez kilómetros… Una descomunal farsa. El despiporre se ha hecho a credito. Una visa gp. Y ahora viene el castigo. La hipoteca, el préstamo personal, la cuota de la tarjeta y volver a llenar la nevera. La nómina se quedará en las raspas el día 5 y a partir de ahí habrá que hacer piruetas en el sofá para llegar al siguiente abono. Viene una época de excusas: qué mala suerte, ese día no podemos quedar porque tenemos una reunión familiar en el pueblo. Cosas así. Porque nunca diremos la verdad, que no podemos, que hemos entrado en una hebilla que nos aboca a la pobreza. ¿Quién desvela la pobreza y las almorranas? Preferimos decir que vamos en bicicleta al trabajo porque necesitamos hacer deporte, no porque no podemos echarle gasolina al coche. Creemos que la dignidad está en el bolsillo, en la apariencia, en nuestra capacidad para simular una vida por encima de nuestras posibilidades. Y eso es lo que nos indolentes ante la nefasta gestión política que sufrimos. El recibo de la luz y la inflación han cambiado la tradición española de llegar a fin de mes. Ahora la hazaña es llegar a la mitad e hibernar la otra mitad. Y esperar que los misiles chinos sigan reventando solo las nubes. Al menos hasta el verano que viene.