Cómo hablar de la familia y la vida

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Hoy se celebra el día de la defensa del matrimonio, la familia y la vida, por lo civil y por lo eclesial, en Madrid, en Roma y en el mundo. Nada que se pueda relacionar con las inminentes celebraciones del orgullo gay en España. En la ciudad eterna, y en la diócesis del orbe católico, resuenan los ecos de Encuentro Mundial de las familias, esta especie de matrimonios de la JMJ revivió tras el parón de la pandemia.

En Madrid tendrá lugar esta mañana la manifestación “Nos jugamos la vida, basta de leyes que atentan contre la verdad y la naturaleza humana”. Una denuncia de las leyes que atentan contra el matrimonio, entendido como la unión de un hombre y una mujer, y la familia.

Los martes obispos, conscientes de esta singular coincidencia, de este doble calendario, publicaron el pasado una nota en la que, entre otras cosas, relacionaban el sí a la familia con el sí a la vida e invitaban a los católicos “a particar en las diferentes celebraciones y actos proponiendo la maravilla de la familia cristiana y el respeto a la vida de todo ser humano desde su comienzo hasta su final”.

De la impresión de que el Evangelio de la familia y de la vida no tiene la misma prioridad en la insistencia de la Iglesia en comparación con tiempos pasados. Se ha producido una reubicación de este material, también en la conciencia eclesial, en un momento que ha alterado tanto la comprensión de lo que se entiende por matrimonio y familia como sus formas existenciales y percepción social.

Hablar del matrimonio, de la familia y de la vida, significa hablar de sexo y de diferenciación sexual según la propuesta cristiana. El género, como construcción cultural, se ha comido al sexo y se ha disociado el amor, la sexualidad y la fecundidad. La negación de la diferenciación sexual se encuentra en el corazón de la desestabilización del vínculo social que representa la familia. La pregunta es cómo pensar y cómo hablar de esto en medio de una revolución antropológica sin precedentes.