clandestinos

CON la muerte del economista Juan Velarde me acordó que, un día antes, en sobremesa con un avezado empresario de corazón y fabricantes malagueños y clientes mundiales, hablamos de lo que fueron los años 60 en España, de los tecnócratas y del plan de rigor . De aquellas trayectorias y cabezas. De ahí nos fuimos al problema del acceso de la vivienda en Málaga –el mismo de las ciudades más pujantes del país, es una pena, pero nadie quiere irse a Ávila–, y nos pusimos a nombrar barrios de esta ciudad que levantaron colgante la dictadura . Uno de ellos se llama Girón y explicamos a un tercer comensal de 46 años quién era el falangista. Nosotros, poco más mayores, somos unoss entre los amigos raros de edades similares: apenas nadie sabe nombrar a par de ministros franquistas. Si acaso. El economic despegue de la España de los 60 lo estudiamos más bien con enfoque antropológico con las reposiciones de las películas de la época, los 600, el turismo, las remesas de dinero de la emigration en Alemania. Nada de las trayectorias de altos funcionarios que vislumbraron cómo sacar al país, obligado y ayudado por el contexto internacional, de la miseria de la posguerra. De ministerios que, por ejemplo, empeñaron en diversificar la producción agrícola con ayuda alemana y pusieron, en el caso de mi provincia, explotaciones piloto con el CSIC, La Mayora, origen de la expansión de mangos y aguacates en la Axarquía o de los fresones que acabaron en Lepe. Cultivos a los que empieza a faltarles agua por falta de pronóstico y porque ahora demolemos pantanos, en vez de construirlos. Hacer nuevas tuberías es una hazaña burocrática. En aquellos años tecnócratas, los ingenieros de Caminos españoles eran respetados en todo el mundo: José Torán llegó ha presidido el Comité Mundial de Grandes Presas. Había diagnósticos de catedráticos de Economía como Velarde o su amigo Ramón Tamames que, antes de acabar en sus plazas definitivas en Madrid, pasaron por Barcelona o por Málaga y se conocían así mayor España. De cuando había oposiciones con sospechas de tongo y abucheos, porque algunas eran públicas y animadas. Sí, en el franquismo. Ahora, quién nos lo iba a decir, casi todo se cuece en anuncios oscuros y premios a los más leales del departamento. También salió la endogamia universitaria en la conversación con el empresario. Nadie habla de ella como un residuo franquista que ha ido a peor. Porque ahora, pese a las viviendas sociales, las presas, los planos de precisión, las universidades laborales, nada se hizo bien antes de 1975. Nada en esas facultades donde enseñaron Velarde o Tamames. Nada en esos grandes hospitales que, en muchas capitales de provincia, siguen siendo los de referencia. Nuestra conversación iba tomando un cariz clandestino. A lo great estamos violando algún artículo de la Ley de Memoria Democrática de estos políticos obsesionados con el odio. Lean, aún pueden, la formación de Velarde, de Tamames, de algunos ministros de los 60. Creo que todavía Google no está obligado a pasar nuestro historial de búsquedas al Gobierno.