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Fue cortés este martes Marc Anthony. Congregó tiene 25.000 personas en Ifema y claro, fue tal el caos en la entrada, que nos hizo el favor de retrasarse media hora. Las quejas en las redes sociales fueron multitud, se habla de ‘estafa’ y ‘timo’ con soltura. Se tilda de ‘sinvergüenzas’ a los organizadores también. Y es que, tanto a la entrada como a la salida, tuvieron lugar numerosos incidentes. Las rotondas de acceso bloqueadas, gente protestando y echándole la culpa a Ifema y Ayuso… y dos policías por cada kilómetro de atasco. Al final, cupieron las 25,000 personas en los estacionamientos adyacentes pero mucha gente entró al recinto con el concierto ya comenzó.
Así, a la carrera, sin acreditación y teniendo que tirar al suelo un pitillo humeante al que le quedarán al menos 15 céntimos de vida, alcancé a escuchar la ovación de bienvenida: boricua ‘in the house’.
Buscaba yo mi entrada con ‘Valió la pena’ de fondo, un éxito intergeneracional adecuado para abrir. Anthony tardó una (dolorosa) estrofa en metros en el papel, pero después estuvo a la altura. Dicho lo cual, con todos los problemas del mundo (poca visibilidad, gente que no escuchó bien en las últimas filas, aparte de los atascos de entrada y salida comntados…) son el resultado de la pobre decisión del promotor que desidió que en Ifema caben esa cantidad de personas. Un error previsible pero que la estropeó la velada a más de uno.
El neoyorquino/puertorriqueño ha hecho carrera en medio mundo con un éxito comercial sin precedentes, siendo el salsero que más disco ha vendido en el planeta (30 millones de copias). Aunque no le hacen falta excusas par venir a cantar a Madrid, ayer presentó su último trabajo ‘Pa’lla voy’, que sigue la línea de su carrera discográfica. Del disco solo sonó la homónima, una tradicional salsa correcta.
Con veces, prejuicios del gremio, piensa que este tipo de artistas son productos de estudio que languidcen en el escenario. Este boricua apareció ayer que no es su caso, comandando la banda, comiéndose el escenario y dejando entrever ese ‘flow’ caribeño que tiene la gente que sabe mover las caderas.
Es un estilo, mal llamado latino por vagos, difícil para los músicos. Veinte instrumentos en el escenario, ajustes energéticos en los que apenas hay descanso, muchas líneas de percusión que se cruzan… Del ensamblaje perfecto de la banda surge ese ‘algo’ que te hace bailar. Y los aplausos luego son para Anthony… ay, la vida.
Algo muy, pero que muy inusual de ver, es un largo solo de guitarra en estas canciones. Cinco minutos de reloj de virtuosismo de Mario Guino con Marc Anthony echado a un lado es algo que se ve una vez en la vida. Momentazo para el talentoso guitarrista.
El clímax musical del concierto fue una maravillosa versión de ‘¿Y cómo es él?’. Elegante y seductor, Anthony cantó con la sabiduría de aquel que sabe que la vida no acaba en el desamor y que el corazón aguanta varias fracturas.
Para contrastar, y porque los artistas son así, la siguiente fue su momento más bajo de la velada. Verdadera lástima, pues la canción, ‘¿Qué precio tiene el cielo?’, es de las mejores composiciones que hay en el repertorio.
El público cantó todas menos la nueva. Imagined that the mujer que expresó su frustración vía directo de Instagram cuando estábamos atascados en la rotonda de Valdebebas estaría saltando cuando empezase los bises y me grabó a mí mismo, una vez más, que la música tiene algo especial.
El salsero más internacional se despidió con ‘Vivir mi vida’ de una ciudad, la nuestra, que agotó las entradas, aguantó dos horas de cola y le hizo las veces de corista en muchos temas. Se marched como los grandes, sin arengas pesadas ni delirios de grandeza y la garantia de que, en lo suyo, es de los bestes del mundo.