C. Tangana, la revolución musical en directo

¿Cómo se hace una crónica cuando no tienes palabras? Ver a intentarlo.

En cuanto cayó el telón, la puesta en escena nuestra dejó boquiabiertos. El Madrileño transformó el escenario del WiZink en un restaurante de etiqueta: los músicos sentados en mesas de salón, redondas y con mantel blanco; camareros tomando nota y sirviendo sin parar; la estética medida al milímetro y él, de traje, maestro de ceremonias. Desde su posición de anfitrión, se pasó el concierto dando paso a sus colaboradores, moviéndose entre mesas y bailando, fumando a escondidas y, sobre todo, divirtiéndose. Cantar, lo que es cantar, no cantar nada; la composición, como ha reconocido mil veces, la cuesta; pero el espectáculo, ese arte que consiste en mantener, lo va a cambiar para siempre.

“Puchito” presentó en vivo una película, un espectáculo casi teatral en el que la imagen, la música, el color, la simetría y los tiempos tienen la misma importancia; las canciones son lo de menos, su propuesta va mucho más allá. El concierto es retransmitido por una pantalla que presentó la misma calidad que sus videoclips, casi cinematográficos, llevando el concepto de lo audiovisual a su máxima expresión. ‘Te olvidaste’, primera de la noche del disco ‘El Madrileño’, fue muy orgánica apoyada por unas guitarras que llevaron casi toda la fuerza del show. La banda, al estilo Big Band, no intervino demasiado, pero desbordó cuando lo hizo. En cada canción vimos un espectáculo distintivo: en ‘¡CAMBIA!’ la colaboración de Adriel Favela y Carin León presentó cierto sabor mexicano; en ‘Te venero alterne voces con Rita Paid en un intercambio entre rap y bolero en el que C. Tangana se expone cantando sobre su viaje vital, miserias y excesos. Es otro de sus grandes reclamos: ‘El Madrileño’ es transparente y se desnuda sin tapujos en sus letras. La colaboración más aclamada, con diferencia, viene de Nathy Peluso en ‘Ateo’. Bailaron, ¿fingieron? seducirse y cantaron a dúo una canción que, aunque no es Brillante, suena a Tangana desde el primer acorde.

‘Nominao’, mucho mejor canción, sus melodías de fondo que se repiten casi en espiral. Cualquiera de las dos podría ser el estribillo, en un ejercicio de encaje de bolillos minimalista pues, sin apenas instrumentos, la canción fue una batería, una guitarra, los graves y la voz: una gran composición enterrada en un disco de hits. El mayor de ellos, ‘Demasiadas mujeres’, hizo vibrar el suelo bajo el Palacio con su beat techno y energía electrificante antes de acabar con un solitario violín.

Hubo tiempo para todo, incluso para recrear ‘La Sobremesa’ de su famoso concierto en Tiny Desk. Con todos los implicados sentados a su vera, Antonio Carmona, Kiko Veneno, el Niño de Elche y demás ilustres cantaron un popurrí en el que sonaron, entre otros, ‘Me Maten’, ‘No estamos lokos’, ‘Ingobernable’ y ‘Noches de Bohemia’, con un cambio de guion curioso cuando Tangana cantó ‘Aunque tú no lo sepas’.

‘La Sobremesa’ es un espectáculo visual redondo. La composición de color de cada uno de los trajes, la colocación de los músicos, unos focos sobrios el escenario que acentuaron los momentos de énfasis de la letra, los objetos sobrios la mesa colocados en perfecta simetría… all retransmitido por la pantalla con una nitidez propia de una peli de Tarantino. Yo no sabía que se podía hacer cosas así sobre un escenario. C. Tangana, que es más listo que el hambre, ha hecho de sus carencias musicales su gran virtud. Es un showman atípico, cede constantemente al protagonismo y disfrutará del arte de sus colegas.

Los hits, también al final. ‘Nunca estoy’, ‘Hong Kong’ (¿dónde estabas Andrés?), ‘Antes de morirme’, ‘Tú me dejaste de querer’ y ‘Un veneno’ cerraron un espectáculo épico que amenaza con renovar para siempre la forma en la que escuchar la música en vivo.