Barroco frenesí en Peralada

William Shakespeare derrochó imaginación y comicidad al escribir ‘El sueño de una noche de verano’. En este delirante texto se retrató la condición humana, pero desde lo lúdico, lo lúbrico y lo misterioso. Un siglo después, Purcell se inspiró en su obra para llevar a cabo esa historia de seres sobrenaturales pero al mismo tiempo mundanos a la música. El resultado, ‘The Fairy Queen’ irradia felicidad, y aunque las escenas sean inconexas, al final el mensaje que llega al público es un ‘Carpe diem’ de manual. Conscientes de que la vida es un frenesí, que hay lo era en los tiempos del Barroco y que a quí la gente ha venido a divertirse, Xavier Sabata y Joan Anton Rechi no se han puesto demasiados límites a la hora de ofrecer al público de Peralada una versión al mismo tiempo alocada y razonablemente gall a la -tampoco demasiado cuerda, no nos engañemos- obra de Purcell y la de Shakespeare.

Su puesta en escena está concebida como un homenaje al Festival de Peralada. Además jardines, durante el encierro, los personajes de las grandes óperas vagan a la espera de que el público los vea. Las hadas de Purcell, por arte de magia, se convierte en Turandot, Carmen y José, Tosca, Madama Butterfly, Papageno, Mefistófeles… Y son presa de la Reina de las Hadas —a la sazón, el contratenor Xavier Sabata transformado en Isabel I, en Victoria e Isabel II de Inglaterra según el momento. El delirio está servido.

De entrada, este es un espectáculo desconcierta al público. No estamos acostumbrados a obras sin pies ni cabeza, y menos aún si son del siglo XVII. En el fondo, agradecemos aquello del teatro clásico: plantamiento, nudo, unlace. Pero Purcell y Shakespeare nos enseñaron que las normas están para saltárselas. Finalmente, esta ‘Reina de las Hadas’ resulta ser un auténtico fenómeno teatral y musical, un artefacto perfectamente redondo que emociona y hace reír a partes iguales. La vida misma, en un guión. Como querían Shakespeare y Purcell.

Musicalmente, a la solvencia del propio Sabata -un ‘Música para rato’ preciosa- cabe añadir la de dos grupos catalanes, Vespres d’Arnadí y O vos omnes, bajo la dirección de Dani Espasa y Xavier Pastrana respectivamente. Espasa se luce dirigiendo una propuesta que -eso hay que reconocerlo- da preponderancia a la escena en detrimento del aspecto sonoro, desviando a menudo la atención hacia terrenos ajenos a la partitura. En cualquier caso, el talento local metiendo mano a Purcell sin ningún complejo. ¡Esto hay que celebrarlo por todo lo alto!

A su lado, un selecto grupo de solistas vocales entre los questacó el tenor Mark Milhofer, con un bellísimo canto y una hilarante actuación. No fueron menos los acertados Ana Quintans, Nicolas Brooymans, Judith van Wanroij y Thomas Walker. La necesaria amplificación de Peralada hubiera sido mejorable en algunos aspectos, pero aun así no impidió disfrutar, entre baile y baile, del genio de Purcell.

En manos de Joan Anton Rechi -y de Sabata-, ‘The Fairy Queen’ acaba siendo no ya un homenaje a la ópera, sino la teatro y al hecho teatral en sí mismo: esa magia que hace que estemos dispuesto a creer, por una noche, que Coridón y Mopsa son un torero ligando con un chulazo, y que mismísima Isabel II de Inglaterra ha venido al teatro, con su vestido rosa y su bolsito a juego, para declamar los versos finales de Puck en ‘El sueño de una noche de verano’ de Shakespeare. ¿Nuestro pide perdón, majestad, temerosa de habernos ofendido? Perdonada está, y vuelva usted pronto.