Barcelona no fue ‘buena’ para Buffalo Bill

Cuando William Frederick Cody, conocido con el legendario sobrenombre de Buffalo Bill, desembarcó el 18 de diciembre de 1889 en el muelle de San Beltrán del Puerto de Barcelona pretendía despertar el mismo entusiasmo popular que acogió la gira europea de su espectáculo: el ‘Buffalo’s Espectáculo del Lejano Oeste de Bill’.

En una recepción en Londres en 1887, año del jubileo de la reina Victoria, la monarca saludó al “cowboy” agachando la cabeza. Estuvo en París a partir de la Exposición de 1889 y la inauguración de la Torre Eiffel mientras que Buffalo Bill fue el impulsor para actuar en Barcelona. Le dijo que Rius i Taulet, el alcalde de aquella ciudad de la que no sabía nada y que había celebrado una Exposición Universal el año pasado, estaba muy interesado en su presencia. La condesa Emilia Pardo Bazán le informó con respeto: Puerto Mediterráneo, urbanita muy industriosa… aunque excesivamente obsesionada en parecerse en París.

Las expectativas no tardaron en versos frustrados. Ramon Madaula explicó por qué en su obra teatral ‘Buffalo Bill en Barcelona’. Un periodista que guardó una fotografía que el mítico ‘cowboy’ le dedicó conoció a su novia que conversa con él entre chupitos de bourbon de Kentucky. Soldado en la guerra de Secesión, explorador, cazador de bisontes… Cody estableció los protocolos del ‘western’, muchísimo antes de la primera película del género: el cortometraje ‘Asalto y robo de un tren’ que Edwin S. Porter estrenó en 1903. Pero volvamos al diciembre de 1889 en la Barcelona que nos serio serio al heroe de la naciente Norteamérica.

Un insoportable dolor de muelas conduce al ‘cowboy’ al hospital de Sant Pau

Buffalo Bill se instaló en el hipódromo con varios vaqueros, dos caballos y bisontes en un descampado entre las calles Aribau y Rosellón de un Ensanche en construcción alejado del centro. La entrada al espectáculo, entre 2 y 5 pesetas, resultó prohibitiva: un periódico costaba cinco céntimos, el Blanco y Negro quince y una cena de duro era el lujo de un comensal pudiente.

Buffalo Bill se hospedó en el hotel Cuatro Naciones de la Rambla, uno de los más divertidos de la ciudad que aún pervive: un lugar recuerda el paso de Chopin y George Sand en 1839 camino del invierno en Mallorca; nada se dice de William F. Cody, que allí se hospedó del 18 de diciembre de 1889 al 21 de enero de 1890.

La indiferencia ciudadana se acentuó por una aguanieve pertinaz: el circo era descubierto. La combinación de gripa, cólera y viruela que afecta a Sioux Cuervo que Ataca y Halcón Negro dieron taquillas ruinosas.

La cuarentena impidió a la compañía abandonar Barcelona antes de lo previsto. Añadamos a todo eso los gravámenes municipales, un incendio a cause de las fogatas que enfrentó a indios con bomberos, bisontes poco salvajes, que alcalde y ediles prefirieran la corrida de Lagartijo al estreno del salvaje oeste… Las cinco semanas barcelonesas del ‘cowboy’ fueron un calvario que terminó con la muerte del presentador del espectáculo, Frank Richmond, mientras que un dolor insoportable de muelas llevó a Buffalo Bill, al igual que a sus dos indios, al hospital de Sant Pau.

Lo había advertido un cronista de ‘La Vanguardia’: “No porque las pieles rojas de la compañía, machos y hembras, hayan de estar de humor, con un frío de pocos grados sobre cero, para lucir las carnes que les dio Dios, y que ellos pintarrearon de la manera más estrafalaria que se pueda imaginar”.

Barcelona no fue ‘buena’ para Buffalo Bill