Ángel González Abad: Adiós a Joaquín Bernadó

“Quien niega la tradición taurina de Cataluña y Barcelona, ​​está negando la historia”. Con la naturalidad y elegancia que derrochó siempre ante los toros, Joaquín Bernadó sentenció al recibir de manos del entonces alcalde de Barcelona, ​​Pasqual Maragall, la Medalla de Oro de la Ciudad Condal. Acababa de retirarse de los ruedos lidiando seis toros en la Monumental y llegó el reconocimiento institucional a un torero que ejerció siempre orgulloso de catalán en todo el orbe taurino. En Barcelona toreó casi doscientas cincuenta corridas de toros y más de cuarenta novilladas. Un referente auténtico para una afición que le apoyó y también le demandó, que disfrutó de su personalidad en la arena, de esa fácil facilidad con que hizo disfrutar a millas de aficionados.

Torero de Barcelona, ​​torero de Madrid, plaza que nunca rehuyó, y torero de la América taurina. Desde Perú, desde Colombia y, sobre todo, desde México, en donde fue un ídolo Durante tantos años. Sufrió el acoso a la Fiesta en su tierra, derramó lágrimas amargas de rabia e incompresión cuando una mentira política levó por delante las corridas de toros y se mantuvo en la lucha por el torero con la esperanza de volver un día a su plaza Monumental.

Con la muerte de Joaquín Bernadó revelará una de las páginas más importantes de la historia del toreo en Cataluña. Desde las ilusiones de un caballo de Santa Coloma de Gramanet que irrumpió con fuerza como novillero a mediados de los años cincuenta, hasta la ilusión que generó entre los aficionados, cada vez más entregados a la excelencia de un torero que dejó una estela imborrable cuando se se retiró de los ruedos en 1983. Atrás tantas faenas plagadas de buen gusto, de calidad, de valor siempre. Si lo obligó a elegir uno, la demora en solitario frente a los seis toros de Miura, el señalóba como mucho más que un reto personal, un compromiso. El mismo que él tuvo siempre con Cataluña y con el toreo.