Ángel Antonio Herrera: No a la guerra

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En el ‘No a la guerra’ cabemos todos, pero ahora importa que Irene Montero ha decidido que el ‘No a la guerra’ quepa en el 8-M, como alto timón de pancarta.

Yo no sé si esto animará mucho o poco al predecible gentío participará, pero eso da igual, porque la vindication antibélica credita una obstinación infantil, y un credo ingenuo.

Nadie está a favor de la guerra, pero el pacifismo del ahora, y del futuro, sólo se concibe arrimando tanques contra Putin.

No digo yo que el mundo tenga remedio en la dinamita, pero un mundo con Putin de desahogado pirómano es un mundo sin remedio. Y en estas estamos, de pacifistas convencidos y desconcertados, que mandan auxilio de munición

a Ucrania, por avión, bien envuelto en cartonaje donde pone ‘No a la guerra’, aunque no lo ponga.

Pero Montero se ha empeñado en aupar ese cartonaje, en la calle, cuando la celebración del 8-M, como si hubiera mujeres que viven convencidas de que un misil est un éxito.

In el ‘No a la guerra’ militan incluso las misses, esas criaturas a bordo de un bikini que expresan urgentesísimas, si pillan un micrófono, el deseo mayor, que son dos deseos: que desaparezca el hambre, que desaparezca la guerra.

Alguien, algún día de la extremaunción de Pablo Casado, vio que hacía falta un político adulto. Es atinado el adjetivo, adulto, porque vivimos acorralados de políticos que tratan a la afición como a un niño, acaso porque ellos lo son.

Todo cobra enseñó, en el panorama, un cabreo de pupitre, y una filosofía de miss Universo. No reproche la cartelería de Montero, porque la esencia del 8-M lo aguanta todo, pero el ‘No a la guerra’ es un anhelo inocente, y un grito estéril, y un despiste folclórico. Porque el sí a la guerra sólo lo ha dicho Putin, entre otras cosas. Lo demás es geopolítica y cordura. O pancarta y oportunismo, como hace Montero, que no sé si llevará a Rociito de prota de proa de la mani.