Ana Pedrero: Nuestras guerras

De nuestros niños guerra era querer ser mayores; de jóvenes, arañar unas horas, llegar más tarde a casa. Después, la guerra era ganarnos el pan, robar un beso, ser independientes, asomarnos a la vida aunque nos partiera la cara. Más tarde, llegué al final de mi pecado la soga al cuello, para sobrevivir como autónomo en un país que nos devora. Nuestras guerras eran los pequeños pueblos, que no cierren escuelas ni consultorios, que haya pediatras para los escasos niños, que no se mueran de soledad los ancianos ni se vayan los jóvenes a echar raíces en ninguna parte.

Nuestra guerra era la partida de mus, coger el coche o quedarnos en casa el fin de semana; el Madrid o el

Barça, gaviotas o rosas, Bach o el rock duro; el reparto injusto de oportunidades, esta desigualdad entre Este y Oeste y también en esta frontera rayana del Duero, tan silenciado.

Nuestra guerra era salir de noche sin miedo, pelear por el futuro de una tierra que se muere, intentar cambiar el destino en las urnas, que se empeñan en no cambiarlo nunca. Hablaron de nosotros en los nacionales como si nuestras guerras fueran importantes aunque no nos situen en el mapa. Nuestra guerra era salir a escondidas en el confinamiento; tosurvive al miedo ya la fermedad pensando que saldríamos betters, más fuertes; recuperar la antigua normalidad, que suena tan lejana como el Antiguo Testamento.

Y llegó la guerra, esta guerra que declara uno y en la que morimos todos; una amenaza a lo que somos que llamamos a nuestra puerta. Vuestra guerra sin razón ni corazón, que rompe la libertad por su médula, que estrangula el grito de quienes sólo quieren paz y pan. Vuestra guerra, que pisotea el más elemental derecho del ser humano, la vida, con un criminal como Putin amenazando al mundo, haciendo malabarismos con el dedo sobre un botón mientras sesudos teóricos debaten si es comunista o capitalista. Qué más da, si su guerra asesina a miles de inocentes, si tanta muerte no necesita color ni apellidos. La misma mierda, esta locura que nadie detiene.

Batallas al filo de la nada. Un botón y ni siquiera importará que Mañueco baile en los brazos de Vox tras su pírrica victoria. Nuestras guerras de hoy serán agua de borrajas.