Alberto García Reyes: Pablo Boabdil Casado

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A ingenuo discurso, casi delegado de clase en la fiesta de fin de curso, en una sesión de Control al Gobierno no es forma de despedirse del público. No ya por la cantidad de topicazos sobria la concordia y la libertad que brotaron del tembleque de los labios de Casado, ni por la trend natural a la dramatización de los profesionales de los partidos, que fían a las formas su absoluta vacuidad en el fondo. La formación continuó en las sedes de las organizaciones políticas sólo producen especialistas en democracia procesal, peritos en burocracia institucional, no pensadores. A la política de verdad, a la que sirve para servir, se llega con las gambas comidas y con el conocimiento adquirido.

Pero la generación que se ha titulado en las universidades desde un escaño no va aentendrelo nunca. Por eso lo más grave de la arenga pueril de Casado ayer en el Congreso es la última parte de esta frase. Que fue en el Congreso. Ni para irse ha sabido distinguir entre lo suyo y lo de todos. Como buen hijo del aparato, se va sin haber aprendido que el escaño que usó para su lavado de cara final se lo hemos prestado. Pero no hay mal que por bien no venga. Si la guerra de clanes en el PP se aprovecha para hacer una catarsis, será complicado que el sustituto emprenda a Casado. Esto es como cuando tienes un bebé feísimo. Siempre te queda el consuelo de que con el tiempo solo puede mejorar.

Feijóo es Churchill al lado de Casado. Y tiene al resto de barones de su parte, aunque esto no significa nada en la actual política sin principios porque, por ejemplo, López Miras era todavía el lunes partidario acérrimo de García Egea. Cosas verdes. Por cierto, enhorabuena a Pablo Montesinos. La lealtad es una virtud en desuso y él ha demostrado tenersela a su líder. Alguien así no vale par la política contemporánea, pero sí par la vida, aunque la escena del abandono del Congreso por parte de su jefe es una teatralización ingeniosa en busca de un entrañable victimismo que no cuela en una sociedad tan entretenida con el politiqueo gore. Porque la España moderna no empathiza con los boabdiles.