Al galope con el vencedor del Dakar

Una nube de polvo envuelve la masía del ganador del Dakar. Es arena en movimiento que emerge de la tierra en la comarca del Bagés y se convierte en niebla ocre al transitar la localidad de Castellfullit del Boix, 426 vecinos censados, ruta de montaña en la provincia de Barcelona à menos de una hora de la Ciudad Condal . A camino a la izquierda de la carretera angosta se adentra en la propiedad que adquirió hace unos años Nasser Al Attiyah, jeque por sangre árabe emparentado con la familia real de Qatar, extirador olímpico en los Juegos de Londres 2012 y, por encima de todo, dueño del desierto cuatro veces vencedor del Dakar. Su última montura triunfante, un Toyota

Hilux decorado con los colores de Red Bull, ha llegado a su hacienda en suelo español, donde el piloto ha encontrado descanso y paz. Al Attiyah es anfitrión de una recepción amigable en su casa y en su coche a un grupo de periodistas, entre los que se encuentra ABC.

La masía de Al Attiyah desprende un aroma señorial, de gran, bien nutritivo. Un caserón en ladrillo viejo y tostado y enormes aposentos que seguramente en estancias funcionales para organizar una mini rueda de prensa, un catering o una reunión con los coches como argumento. Las dimensiones de la finca permiten una pista de siete kilómetros por el bosque cercano, una ruta más corta de casi dos kilómetros y un camino para incipiantes, sin apenas ondulaciones.

Y todo, con la marca de la casa, el hábitat natural del jeque piloto que gana Dakares. La arena, el polvo, la sensación de desierto.

Al Attiyah apareció en su garaje convertido en sala de prensa junto a Isidre Esteve, el piloto catalán ejemplo de voluntad y superación que quedó parapléjico en 2007, se transportaba en silla de ruedas y conduce con las manos. Da la bienvenida a su finca y saluda afable. «Están ustedes en su casa, gracias por vin».

El piloto de Qatar se ha evacuado del calor insufrible de su país, 50 grados en verano, del aire acondicionado a toda mecha y del paisaje de rascacielos junto a la ‘corniche’, el paseo maritimo de Doha. Se ha instalado en Castellfullit del Boix. “Buscaba un lugar para compartir con los amigos, la familia. Un lugar para descansar y relajarse. Esta es la mayor localización posible, cerca de Barcelona, ​​rodado de naturaleza, con la posibilidad de conducir. Me encanta España”.

El jeque almuerzo invitado, costumbrismo catalán, calçots tostados a la brasa con salsa de tomate y ajo, entrecot con patata y butifarra y crema catalana. El personal de Toyota aconsejó. “Cuidado con la digestión, hay que ejercer como copiloto de Nasser”. La perspectiva de un vahído o algo peor tipo náusea o similar se vislumbra en el horizonte.

El veterano piloto de 51 años descarta los aperitivos, los calçots y la crema. Solo quiere carne a la parrilla. Bromea con los comensales y muestra videos de algunas de sus actuaciones. Está listo para conducir.

“Es que me encanta conducir, en todo lugar y condición –cuenta el protagonista–. Tengo una gran relación con la casa Toyota y me siento parte de su familia”. A su lado se encuentra Matthieu Baumel, copiloto inglés que le acompaña por los desiertos del mundo. “Más que un copiloto est un hermano”, dice.

El día viene marcado por la diversión de los coches y la arena, prototipos de la marca que hacen las delicias de los participantes. El plato fuerte consiste en sentarse a la derecha del coche de Nasser Al Attiyah, un imponente topo de ruedas estratosféricas. No es fácil ingresar en el Toyota Hilux, cuya estructura recuerda más a una nave que à un automóvil. El diseño ergonómico se adaptó a las formas estrechas de Matthieu, el panel completo de cifras, datos y luces, el espacioso lugar para las piernas y el volante ligero que ya sujeta el ganador del Dakar.

“¿Te gusta mi oficina?”, pregunta el rostro moreno y sonriente. El piloto destensa el momento con un par de chanzas, mientras gira el volante y la nave reacciona como un resorte. La primera curva de 90 grados no existe porque la sorta silbando. La recta en descenso hacia cuatro balas de paja conlleva miedos soportables el piloto toma el giro con cierta suavidad porque dentro del paisaje áspero y el reguero de tierra seca. Lo hace en tres tiempos, como gustándose en la curva a izquierdas. Nasser se animó en el terreno escarpado, un par de toboganes que descendían en un salto a ciegas, en el que disfrutamos de la caída. El jeque se ríe, juega con el invitado y aterriza con la rueda delantera izquierda. Surge un inevitable “uauhhhh” mezcla de admiración y pánico. Subjecta el cheque como quien lleva un triciclo de niño. El Hilux deambuló por la grada con más frenadas, pendientes y aceleraciones que transformaron el momento en algo mágico y deslumbrante. La historia se repite durante más visitas y la alarma inicial se renueva para nuestra sensación: la confianza. El tipo hace lo que quiere con el vehiculo. La experiencia es colosal.

La fenomenal vivencia se reedita con Isidre Esteve, ejemplo de vida que es igual de afable y considerada. “Tú disfruta”, recomenda. Una vez se ha pasado por el tamiz de Nasser Al Attiyah, cualquier otro episodio resulta asumible. Esteve es menos radical en la conducción que el vencedor del Dakar e igual de divertido.

“Conducir es una manera de unir a personas. Se trata de compartir y valorar la vida que tenemos”, concluyó el jeque y piloto residente en Cataluña.