A que huele el populismo

Me encanta el olor del populismo por las mañanas. El populismo huele como un algodón de azúcar y una frase de ‘Mr. Wonderful’, una cursilería dulce de las que, si te descuidas, te hace el lío. Un cojín mullido y un chocolate caliente. El populismo suena a todo lo que se quiere escuchar. El problema de toda campaña electoral es cuando en escena el populismo, porque lo racional salta por la ventana. Por eso cuando uno escucha hablar a Podemos y a Vox da la sensación de que no hay nada imposible y quien dice lo contrario es que es un insultante bipartidista.

Nadie promete más que un populista por las mañanas, no porque pueda –que diría Suárez–, sino porque no sabe hacer política de otra manera.

El populista necesita el clamor de las masas para salir de la cama.

El populismo es el siguiente nivel de los partidos tradicionales. La evolución del PSOE y del PP, que también prometen mucho. Pero Vox, Podemos y compañía tienen el inconveniente de prometer en cada sitio una cosa distinta. Porque el populista, más que un amante, tiene una promesa en cada puerto. Y claro, eso eleva el número exponencialmente.

Lo que mueve Vox, igual que Podemos –extremos distintos que coinciden como pescadillas que se muerden la misma cola–, son los nacionalismos pequeños, nacionalismos de salón y cuando la campaña es autonómica, pues regionalismos de terruño. Porque todo nacionalismo acaba siendo pequeño por excluyente, pero las campañas autonómicas han demostrado que pueden ser impulsivas una unidad de medida aún menor: el provincianismo de metro cuadrado.

Es lo que me pasa a mí cuando escucho a Santiago Abascal decir que León es una de las principales víctimas del estado de las autonomías. Decir eso en León no es más que azuzar a los leoneses contra Valladolid, como dice Peláez. Sobre todo porque el progreso de los últimos cuarenta años en España hubiera sido imposible sin las autonomías. Lo peligroso del populismo empieza cuando se vende a unos lo injusto que son sus males y se hace responsable a los de al lado.

El problema del populismo es cuando trata de vender un único proyecto en nueve provincias distintas y quieren hacer pasar a las nueve por víctimas y por verdugos a la vez.