“A los profesores se les olvidaba entregarme el examen en USB. ¡Y encima se enfadaban!”

Ana I. MartínezSEGUIR

Beatriz Madrigal tiene 26 años. Trabaja, está estudiando un máster y tiene el doble grado de Sociología y Ciencias Políticas. Incluso estuvo dos años de Erasmus, una vez en Alemania y otra en Argentina, para mejorar su formación. “He sido muy empollona desde pequeña. He estudiado siempre mucho”, cuenta a ABC entre risas. Su caso, contado así, resulta de lo más común. Pero la realidad es que la joven apenas ve un 3%: es discapacitada visual. Eso sí, no lleva bastón ni gafas.

Según el estudio ‘El rendimiento académico de los estudiantes universitarios con discapacidad en España’, realizado por la Fundación ONCE, estos estudiantes obtuvieron notas similares a las del restaurante de jóvenes, pesa a que sus necesidades «se desatienden con frecuencia».

Es decir, no existen diferencias en las notas que obtuvieron en los exámenes a los que se presentan, lo que los investigadores han definido como tasa de éxito, que se sitúa en los estudios de grado entre los universitarios con discapacidad, mientras que el de los alumnos sin discapacidad de los mismos programas está ubicado en 86.7. En este caso de los estudios de máster, la puntuación es de 97,1 y 98,1, respectivamente.

“Los problemas para estos estudiantes se presentan cuando no disponen de los recursos y adaptaciones necesarios”, explicó Isabel Martínez Lozano, directora de Programas con Universidades y Promoción del Talento Joven de Fundación ONCE, que hace un llamamiento urgente para que se tengan en cuenta las necesidades de estos jóvenes, quienes con mucho esfuerzo luchan por no quedarse al margen a pesar de las innumerables trabas a las que se enfrentan. “Para ellos, ir a la universidad va más allá de aprobar los exámenes o de adquirir conocimiento: les ayuda a ser autónomos y seguir creciendo en su proyecto vital”, recuerda.

La UNESCO, en el año 2020, ya advirtió que España carecía de educación inclusiva. “Hay grandes déficits en cuanto a cuántas metodologías educativas se han intensificado para la transformación digital”, dice Martínez Lozano. “Es decir, no existen metodologías educativas inclusivas -continuas-. Tampoco la aplicación del diseño universal para el aprendizaje. Solo existen las adaptaciones. Hemos puesto rampas en el mundo físico pero no se han colocado esos mismos puentes hacia el conocimiento. Y el futuro pasa precisamente porque somos capaces de enseñar de manera diferenciada a cada persona según sus características”.

trabas

Beatriz, por ejemplo, se enojaba ante situaciones inimaginables. En 3º ESO, el docente de matemáticas dijo el profesor de la ONCE que no podía entrar en clase. “Él tenía que estar conmigo, es mi mano derecha, mi apoyo, porque yo no veo la pizarra. Él siempre ha estado conmigo para ver qué estoy estudiando, tomar apuntes, etc. para poder ayudarme después”. En la universidad, una profesora preguntó que tenía un 50% más de tiempo para hacer los exámenes. “Y me lo dijo delante de toda la clase. ¡Imagina cómo me sentí!”, cuenta, pero “aprendí que son mis derechos, que no pido favores, solo reclamo lo que me corresponde”. Otra situación desfavorable a la que se ha enfrentado más de una vez en los exámenes es que a los docentes se les olvida que tiene ella no pueden darle el examen en papel. “Tienen que entregármelo en un USB para que pueda leerlo con la lupa del ordenador. Están avisados ​​con tiempo de sobra pero más de uno no se ha cordado y encima se enfadaban porque se paralizaba toda la clase. ¿Y pones nervios? ¿Mi ansiedad? Yo ahí en medio, siendo el centro de atención, mis compañeros pendientes de mi sin poder empezar el examen. Eso en la evaluación no se tiene en cuenta”, recuerda la joven.

Por todo ello, Martínez Lozano recuerda que “el sistema educativo es muy duro para las personas con discapacidad. Pero es en la última fase, de los 16 años, cuando no es obligatorio, aún peor porque el profesorado oye que no está obligado a nada. Nuestros casos llegan de jóvenes a los que se les niega un cambio de aula a la primera planta porque van en sillas de ruedas y no hay ascensor en el colegio. Y se tienen que cambiar de instituto. Profesores que entienden que no tienen obligación de dar un trato diferente o de adaptar … Hay mucha falta de formación del profesorado”.

Isabel Martínez Lozano en la oficina de la Fundación ONCEIsabel Martínez Lozano en la oficina de la Fundación ONCE – Tania Sieira

Sin embargo, en la universidad, los estudiantes suelen estar mejor. “The da vertigo pensar en ella por lo mal que lo han pasado pero, a pesar de todo, es donde mejores están luego -apunta el responsable de la Fundación ONCE-. A pesar de todos los déficits que hay, la universidad está más concienciada y cuenta con servicios de apoyo a la discapacidad”.

“Nos llegan casos de jóvenes a los que se les niega un cambio de aula a la primera planta porque van en sillas de ruedas y no hay ascensor en el colegio. Y se tienen que cambiar de instituto. Profesores que entienden que no tienen obligación de dar un trato diferente o de adaptar … Hay mucha falta de formación del profesorado”.

La mayoría de los alumnos con discapacidad opta por la UNED, según el estudio, por que les ofrece más flexibilidad. “Lo que demuestra que las universidades presenciales no están ofreciendo todavía toda la accesibilidad que muchos alumnos requieren”, apunta Martínez Lozano, que reclama centros universitarios 100% accesibles.

“Hay barreras y miedos también”, añade, pues muchos jóvenes cuestionan su capacidad para poder estudiar un grado o máster. También la familia influye en el desempeño del alumno con discapacidad. “No siempre apoyen de manera adecuada a sus hijos por un exceso de proteccionismo, por ejemplo, sin estimularles a que crezcan”, indica Martínez Lozano.

En Beatriz, sin embargo, sus padres y su hermana siempre la han apoyado. Tanto, que ha estado dos años en Alemania y Argentina de Erasmus, con una beca de Fundación ONCE. “Los recursos económicos y las becas en este alumnado tiene un impacto determinante. Muchas de las dificultades por las que atraviesan tiene que ver con la falta de recursos”, cuenta la responsable, que recuerda a su vez que el coste de vida para una persona con discapacidades es un 30% más caro. “Si se ofrecen recursos, la gente avanza. Hoy se van algo más de 100 estudiantes con discapacidad de Erasmus”.

Más mayores y más años de estudio

Por tanto, ¿qué diferencia a un universitario discapacitado? Según el informa, in la edad a la que acceden a los estudios superiores y el tiempo que les lleva terminarlos: su media de edad es considerablemente mayor, 31 años en grado y 37 en máster, frente a 22 y 28 años, respectivamente, para el conjunto de los estudiantes. También presentan, al igual que los alumnos en general, diferencias según el sexo.

“El medio de acceso de las personas con discapacidad es más por los obstáculos que tienen en el camino y por su propia discapacidad que les provocan parones en su vida por salud, operaciones, etc.”, explicó el gerente de la ONCE. «Y la variable genero unida a la discapacidad se convierte en una circunstancia de desventaja -continua- por esa falta de convicción en la familia y el entorno de que pueden ser profesionales. Lo mismo que nadie presupone cómo va a ser madre una chica ciega o en silla de ruedas. El sesgo de género existe: se cree menos que la mujer con discapacidad pueda ser una profesional. Espero que pronto te corrija”.

Otro de los objetos de Fundación ONCE es garantizar la plena inclusión social de estos jóvenes a través del empleo. “La educación y la formación son los elementos más empoderantes para ellos”, apunta Martínez Lozano. Por ello, la entidad cuenta con un programa de prácticas qu’facilita ese primer contacto e incentivar al alumnado en su búsqueda de trabajo calificado.

“Tenemos dos problemas claves -explica el gerente de la Fundación ONCE-. El primero es que son pocos los que trabajan. No podemos tener ese nivel de inactividad porque es insostenible en el sistema actual: solo trabajan 1 de cada 3 discapacitados. Y, el segundo, suelen encontrar un hueco en empleos de baja cualificación y en sectores donde más trabajo se va a destruir en los próximos 50 años debido a la transformación digital. Nuestro desafío es que vayan a la universidad y tengan oportunidades. Al mismo tiempo, las empresas han de cambiar su mentalidad y hacerla acorde a su discurso público porque la realidad es que no se ve igual a un ingeniero con discapacidad que sin discapacidad. Y menos aún si su discapacidad es visible”.

Por ello, el estudio pide a las universidades que incluyan en su estrategia de orientación y captación de acciones de alumnado para promover el acceso de los estudiantes con discapacidad a la educación superior, ya que su presencia en este ámbito es todavía baja, y que cuenten con pruebas de acceso adaptadas a sus necesidades, además de un sistema de becas menos complejo.

La Fundación ONCE considera, además, que para poder disponer de todos los indicadores relevantes sobre el rendimiento académico de l’alumnado universitario con discapacidades es indispensable qu’incorporar a las estadísticas del Sistema Integrado de Información Universitaria (SIU) la variable discapacidad, codificada uniformemente, sobre el tipo y grado de discapacidad y, en la medida en que se posible, sober la atencion recibida por los servicios de apoyo al alumnado. “Es fundamental para poder detectar fallas y mejorar”, concluye el gerente.

Una EVAU suspendida en adaptación

Los estudiantes con discapacidad acceden a la universidad principalmente a través de la EBAU, según el estudio realizado por la Fundación ONCE. Por ello, la entidad solicita que dicha prueba se adapte en “procedimiento, forma y tiempo” para que los estudiantes con discapacidad puedan acceder a ella “en las mismas condiciones”.

La directora de Programas con Universidades y Promoción del Talento Joven de Fundación ONCE, Isabel Martínez Lozano, reconoce que “se supone que tienen que tener sus adaptaciones garantizadas” pero “hay de todo y es difícil”.

“Por ejemplo, las personas sordas lo pasan muy mal. A criterio de los evaluadores, una falta de ortografía es lo que todos conocemos pero para una persona sorda, no es lo mismo. Es difícil que no les falten ortográficas porque su sistema de comunicación es otro. Hay penalizaciones que no se entienden. Ellos lo pasan muy mal, así como las personas con hiperactividad, que no pueden estar tanto tiempo sentadas haciendo un examen sin moverse. Este tipo de características no se tienen en cuenta en un examen que es inflexible, cuando los sistemas de evaluación y metodológicos tienen que ser flexibles y estar preparados para un alumnado diverso porque la sociedad es así”.