20 cosas que no sabías del carmenista Luis Cueto

En los últimos años, Luis Cueto (Madrid, 61 años) se ha movido mucho en el Ayuntamiento de Madrid. Fue la mano derecha de Manuela Carmena y, cuando la exalcaldesa se marchó, estuvo a las órdenes de su sucesora, Rita Maestre, en el grupo mayoritario de la oposición, Más Madrid. En medio del mandato la abandonó, junto a otros tres concejales (que se ganaron el sobrenombre de ‘carmenistas’), se integró en el Grupo Mixto y llegó a apoyar unos presupuestos de José Luis Martínez-Almeida (PP). Su última aventura es presentar batalla el 28M con una fórmula antipolíticos que, por problemas burocráticos, terminó constituyendo como un partido al uso. Pero este cuestionario no es para hablar de política.

«¿Qué pecado no perdona?»

—El cinismo y la hipocresía. Y la pereza. No soporto a los vagos.

—¿Hace cuánto que no confiesa?

—Desde que dejé el colegio de curas. No soy muy de confesarme. En el caso de los responsables nuestra ‘confesión’ es la transparencia.

—¿Por qué se metió en política?

—Más que en política, en la gestión pública. Soy funcionario porque creo en eso y cuando Manuela me llamó para ser Coordinador General de Alcaldía no pude decir que no. Me gusta y me interesa la gestión y por eso sigo. Porque no me resigna a que en Madrid solo pueda gobernar la derecha más rancia. Lo mismo que le pasó a Manuela, que no pudo resignarse a que Aguirre fuera alcaldesa.

—¿Ha leído ‘El Quijote’?

—Sí, desde luego. ¿No me ves? (risas).

—¿Un libro o película que le haya marcado?

—En lo literario, ‘El siglo de las luces’ de Alejo Carpentier. En lo moral, ‘Castellio contra Calvino’ de Zweig. En la política pública, ‘La tiranía del mérito’ de Michael Sandell.

—¿Qué tal baila?

—En el promedio español. raspado homologado.

—¿Perros o gatos?

—Perros, por razón de mi alergia al pelo de los gatos. Me gustan como animales pero no puedo estar cerca.

—¿Cuál es la persona en quién más confía?

—En mi mujer.

—¿Cuál es su personaje histórico favorito?

—Muchos: por elegir uno, Azaña.

—Dígame algo a lo que es adict@

—A pasar tiempo en mi casa de Cabuérniga (Cantabria) con mi familia, ya la lectura. También a tocar un poco las narices a los fantasmas.

—¿Cuál fue la última noche que pasó sin dormir, y por qué?

—Por un dolor de muelas.

«¿Qué le da miedo?»

—La violencia fanática, venga de donde venga.

—¿Se considera friqui?

—Pues no.

—¿Está enamoradod@?

—¿Qué tal la combinación de compromiso, implicado, dispuesto, agradecido?

—¿Un destino soñado para ir de viaje?

—Siempre Latinoamérica.

—¿Alguna vez ha ido al psicólogo?

—No, profesionalmente. Pero hablar, desahogarse, compartir es imprescindible. No es fácil, pero imprescindible.

—Del 1 al 10, siendo 1 la izquierda y 10 la derecha, ¿dónde se sitúa ideológicamente?

—¿Hace falta que diga que soy progresista? No me gusta ponerme límites ni etiquetas. Eso solo sirve para eliminar a otros y reducir la capacidad de acción, y es del todo inútil para los ciudadanos. La inmensa mayoría de la gente ya no se pregunta eso. La gente se pregunta quién me va a resolver el problema, un político que no tiene ni idea o un profesional que sabe gestionar y sabe lo que hace. En todo caso, te puedo decir que cuando estaba en el Ministerio de Justicia, el mismo día pedían mi dimisión los jueces y los sindicatos. Unos por vendidos a los jueces y otros por entregados a los trabajadores. En la alcaldía me pasó algo parecido. Es difícil encasillarme porque no me guio por dogmas sino por lo que considero mejor en cada momento.

—¿Qué partido político le ha decepcionado más?

—Todos como estructura endogámica y clientelar.

—¿Cuánto cuesta un café?

—Depende del sitio, desde 1,20 hasta 3 o 4 euros.

—¿Cuánto paga de alquiler o de hipoteca?

—Pues 900 euros al mes. Tras veinte años la tengo casi pagada, pero me preocupa enormemente la situación de cientos de miles de personas en Madrid. La vivienda es ‘El Problema’ en Madrid. Ahí están las principales causas de exclusión. Y solo lo pueden resolver los expertos en vivienda, no los políticos. Tampoco los promotores ni los inquilinos con plantaciones excluyentes. La vivienda en Madrid no tiene solución, pero tiene soluciones, y hay que conjugarlas para superar la situación actual, donde el pago de la vivienda se come más de la mitad de los ingresos de muchas familias.