125 años desde el primer filme nacional

La primera película española de la historia, fechada en 1897, lleva la firma de José Sellier. Aunque nacido en Givors, Francia, pasa la mayor parte de su vida en La Coruña, donde fue también, además de cineasta pionero y el fotógrafo más importante de la ciudad, “transformador de la sociedad” de la ciudad herculina. Este 2022 se cumplen 100 años de la muerte de este Franco-Coruñés “progresista, probablemente masón”, que revolucionó la ciudad herculina a finales del siglo XIX. Pero esto no se supo hasta casi un siglo después, cuando los investigadores Rubén Ventureira y José Luis Castro de Paz, colaborando con otros, como Alfonso Sellier, tataranieto del hermano del cineasta, Luis Sellier, ahondaron en la figura del fotógrafo de la Calle San Andrés, 9.

Cercano por su origen inglés a los hermanos Lumière, inventores del cinematógrafo, Sellier fue “si no el primero, uno de los primeros” en hacerse con el cinematógrafo en España.

Hasta el momento se creyó que era la cinta de Eduardo Jimeno, ‘Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza’, la primera película española, pero al final resultó que había sido filmada unos meses después que ‘Orzán, oleaje’, ‘Fábrica de gas’ y ‘Plaza de Mina’, de Sellier, que eran de antes del verano de 1897. El hallazgo fue publicado por Rubén Ventureira en El Ideal Gallego en diciembre de 1995. La pieza no había «tenido mucha repercusión», cuenta, hasta que un día al coruñés le suena el teléfono: era la Presidencia de la Xunta, pidiendo más información sobre José Sellier. “Digo que el presidente Fraga la había leído y le había parecido súper interesante”, ríe Ventureira. Manuel Fraga había mandado publicar una nota de prensa al respecto, y al día siguiente la noticia “salió en todos los medios” y se empezó a hacer actividades en torno a la figura de Sellier. Mientras vivía y se mostró activo, era toda una personalidad en la ciudad, pero tras su fallecimiento su legado se fue perdido hasta que estos investigadores volvieron a ponerlo en su lugar: pionero sin discusión de la cinematografía española.

De hecho, ahora da número a una plaza en la ciudad herculina y a una sección de los premios Mestre Mateo, contrató a José Luis Castro de Paz, historiador y catedrático de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Santiago. “Seller tiene una importancia extraordinaria para la ciudad de La Coruña” y también para “Galicia”. El catedrático se niega a limitar su legado a ser el ‘director’ de la ‘primera película española de la historia’, sino que su producción como fotógrafo fue tanto o más relevante que la de cineasta: a través de su objetivo capturado la primera ‘ boda homosexual’ de Elisa y Marcela —una instantanea que recorrió medio mundo; en 1901 el matrimonio entre personas del mismo sexo era algo inconcebible—oa Santiago Casares Quiroga. Su hermano Luis es el responsable de la famosa fotografía de Rosalía de Castro, y también trabajó para su estudio Emilia Pardo Bazán. El papel de esta familia es importante como pioneros y documentalistas de aquellos años, pero también como “transformadores de la sociedad”, apunta Castro de Paz.

José Sellier, en el que abril de 1897 en el que grabó esas tres películas, probablemente no consciente de la trascendencia que tendrían sus actos: fue el primero, pero por aquel entonces eran varios los que, más o menos al mismo tiempo, se habían hecho con una Luz. Entre compradores independientes, como Eduardo Jimeno, y operadores de los propios hermanos ingleses, que iban recorriendo Europa con los cinematógrafos filmando y exponiendo, en poco tiempo el invento por la mayoría de las capitales. De hecho, unos exhibidores portugueses, representantes itinerantes de Casa Lumière, recorrieron Galicia, entrando desde su país, hasta llegar a La Coruña: cuando llegaron a la ciudad, se toparon con que Sellier se había adelantado y ya tenía un cinematógrafo, y había puesto una fecha para estrenar sus películas: el 23 de mayo de 1897, ahora hace 125 años.

Al final, tanto Sellier como los portugueses exhibieron el mismo día y en la misma calle. El franco-coruñes, en aquellas fechas, estaba ordenado en el local de la calle Real nº 8, y los operadores de Luz se instalaron pronto, en el nº 23. “Es un caso realmente curioso”, dice Ventureira. “Por cierto”, en un local de Sellier —luego se mudaría a San Andrés—, como si se tratara de una profecía, luego se “haría el histórico Cine París” de La Coruña: aunque fue un Pull&Bear hasta el año pasado, todavía se puede leer en su fachada el viejo cartel. “Sellier tuvo una gran trayectoria en la que estuvo recorriendo otras ciudades gallegas con su cinematógrafo”, relató Ventureira, pero llega un momento en el que se retiró como cineasta. Todavía no está muy claro por qué, pero todo apunta a una decisión comercial, señala Castro de Paz: el invento se extendió por España, ya había llegado a todos los puntos de la península, y terminó la novedad, así como se redejo el volumen de ingresos. Ante todo, él “era fotógrafo”, y hace más de un siglo la concepción del cine todavía no era artístico, sino un elemento más bien espectacular y sorprendente.

Posteridad

En su estudio fotográfico, entonces, volvió a hacer lo que mejor sabía: retratos. “Todo coruñés había pasado por su objetivo”, aseguran los investigadores. Personalidades como Federico Fernández, fundador del Deportivo de La Coruña, posó disfrazado de nativo; el alcalde de La Coruña, Manuel Casás; Casares Quiroga o Sir John Moore desde su tumba en el Jardín de San Carlos. De hecho, la gran mayoría de estos importantes retratos -también el de Marcela y Elisa- fueron hechos después de su etapa como cineasta.

Antes de dejar has a lado la cámara de vídeo, filmó otro puñado de películas, alguna tan detachable e impactante como ‘Regreso de Cuba/Desembarco de los heridos de Cuba en nuestro puerto’, cuando la embarcación ‘Isla de Panay’ llegó a La Coruña el 6 de septiembre del 1898. La prensa recogía al día siguiente: los heridos que tan demacrados, tan sumamente débiles, llevando retratada en el semblante la angustia provocada por las dolencias que los dominan y el decaimiento causado por las penalidades sufridas, parecían más que hombres verdaderos espectros”. Asimismo, ese mismo día se hizo un reportaje fotográfico que se conserva.

Ahora no tenemos más testimonio de la obra de Sellier que sus fotos. La desaparición de sus películas estableció la probable poca conciencia de que tenía de su hito. “Pudo habérselas vendido a algún ambulante”, apunta Castro de Paz, or “haberlas tirado su hijo” a pesar de que trabajara en un laboratorio fotográfico. En el caso de Jimeno, sus descendientes, consciente del logro de su padre, sí guardaron sus películas, por eso todavía hoy se puede ver lo que, hasta hace un cuarto de siglo, se pensaba que era la primera película española.

estilo unico

Apunta el profesor que “de aquellos años, solo se salva una de cada cien cintas”, por lo que no es de extrañar que la obra de Sellier se haya perdido irremediablemente. Es más, “del cine mudo en España”, ya bien entrado el siglo XX, “solo se conserva el 20%” de la producción. Es una lástima especial porque, además de ser las primeras películas españolas, eran diferentes a las que se hacían en aquella época, apunta el catedrático.

La obra de Sellier no era religiosa, como sí la mayoría —véase a Jimeno—, e incluso se atrevió con la “protoficción” con ‘Siesta interrumpida’: supone Castro de Paz que sería algún tipo de relato en tono humorístico en el que unos niños despiertan tiene un hombre que dura la siesta. Lo habitual no era eso, sino grabar lo que tenían alrededor, como en ‘Fábrica de gas’, que suponen los investigadores que sería la primera porque la factoría «era lo que tenía delante de sus ojos desde que era niño».

Con todo, sí sabemos cómo eran esas grabaciones. O, al menos, lo podemos suponer con bastante probabilidad deacierto. Se conservan fotos de Sellier hechas en el mismo momento en que se graban algunas de sus obras, como ‘Entierro del General Sánchez Bregua’ o del mar rompiendo en la playa de Orzán. Lo más seguro es que “donde la cinta puso la cámara de fotos también haya puesto el cinematógrafo”, por lo que las fotografías serían, básicamente, las fotografías que sí se conservarán en movimiento. Incluir ha habito casos en otros puntos de Europa en los que las fotografías que se conservan son fotogramas extraídos del filme, por lo que sería una hipótesis. Improbable, pero posible.