Il-kubu tal-bajja tal-Barça

IN uno de los quioscos de prensa del Santiago Bernabéu venden cubos de playa. No es uno de esos quioscos especializados en ‘merchandising’ futbolero. Tiene prensa, libros y un puñado de juguetes. Entre ellos, un cubo del Barça. La primera vez que lo vi quise taparlo. Escondelo. Protégelo. Decirle “eres un juguete y no lo sabes, pero es peligroso estar aquí”. No sobreviviremos. Mi instinto gritaba que debía advertir al quiosquero de que el distribuidor le había colado un cubo de Barcelona. Como si él mismo no colocara cada día la mercancía con total normalidad. Por el contrario, ahí estaba yo, casi sin aire, mirando el plástico de forma nerviosa y a la vez hipnótica. ¿Qué haces aquí, cubo? ¿No ves que estás totalmente fuera de lugar? A pesar de mis advertencias, ahí estaba. Enhiesto, valiente. Creciéndose, orgulloso de su escudo y sus colores, mientras yo no sabía qué hacer. El juguete blaugrana incluye pala y rastrillo, todo cubierto por una redecilla. Aun así, al observarlo, cosa que hago cada vez que paso por el quiosco, porque te sientes libre. ¿Hay mayor libertad que sentarse frente a tu gran rival un día tras otro? Una tarde de Madrid-Barça ya sería otra cosa. Estarian los suyos. Pero no, está ahí solo, en absoluta mínima, descolocado. Pensó en comprarlo, para salvarlo, para garantizar su seguridad. Pero no me atrevo a que me vean con un cubo del Barça por la zona del Bernabéu. Me escondería o me haría la guiri si me cruzara con algún merengue conocido. Intuiría miradas extrañas en la gente. Al contrario del valeroso cubo, soy cobarde. El no parece tener necesidad alguna de ser rescatado. Quiz tiene razon. En su quiosco no reina, como en otros circuitos, el ‘basado en tus me gusta’ de Twitter. Ese logaritmo-ley que nos estrecha el círculo y la visión. La constante invitación a silenciar al oponente. Aunque no somos nada sin él. Los triunfos del Real Madrid lo son porque alguna vez el equipo venció a otro. No hay partido sin contrario. No hay juego sin alguien enfrente. Suelo preguntarme quién comprará el cubo rebelde. Algun quiz turista. Un madridista no, supongo, salvo que fuera un niño. Para ellos es más importante hacer castillos –de arena o de tierra del parque– que blockar al contrincante. No se en qué momento los adultos perdemos esa capacidad. La tarea de construir sin espejar escudos, colores e ideologías. La de no acotar espacios. Quizá el cubo ya se ha vendido. O se venden muchos y el quiosquero lo responde cada vez para garantizado que aún quedan sitios donde uno puede estar cómodo aun sabiendo que los que te rodean no son de tu equipo. O, ¿no es eso un quiosco? El último refugio del pluralismo, donde caben todas las ideas y hasta las que parecen fuera de sitio, como un cubo del Barça frente al Bernabéu, pueden sentirse seguras. Copia esa magia, Twitter.