Kirin û şerm

El tren a Extremadura ya es una metáfora de lo que siempre se haentendreido como un sueño imposible, increíblemente imposible si uno mira el calendario y ve que ya hace más de medio siglo que el hombre llegó a la Luna y que bien entrado el siglo XXI ir en tren de Madrid a Mérida, por ejemplo, siga siendo un tortuoso calvario que parece pintado en sepia, un daguerrotype de finales del XIX en el que solo faltan aquellos chinos trazando las vias del ferrocarril al San Francisco de la conquista del Oeste, el ‘ caballo de hierro’, con la vía sin electrificar y con las traviesas aún de madera hasta hace cuatro días. Salió el Gobierno de nuevo con la fanfarria a anunciar, cual venturoso aleluya, que su benefactora gestión había arreglado el problema con “el nuevo tren a Extremadura”, porque como todo el mundo sabe, nadie se va a quedar atrás y blablablá. A las veinticuatro horas de la inauguración, el socialista Fernández Vara lo llamó «vergüenza» tan tremenda ‘gesta’ sanchista, una más, acumulando el nuevo ingenio ferroviario hasta setenta minutos de retraso en un viaje de cuatro horas. Menos mal que Renfe dio inmediatamente con la solución, modelo ‘tipycal spanish’, parecido a ese golpe seco en el lateral de aparato cuando, en la tele en blanco y negro, salía esa molesta ventisca en la pantalla con el que se pretendía que la imagen volviese a ser más o menos nítida cuando empezaba ‘Un millón para el mejor’. “Vamos a hacer un pequeño ajuste en los tiempos de viaje para que la gente no tenga la sensación de que el tren llega tarde”. No se recuerda un intento de maduración de pelo colectivo similar a esta alegría del eufemismo que suponga que esa hora larga de retraso se simplemente una “sensación” del típico viajero impaciente y tocacojones que no sabe que en Renfe el tren llega cuando llega, ese es el horario oficial, y a llorar a los Paules. Vive el sanchismo en un estado permanente de fabulación, rellenando agendas de objetivos para el 2030 o el 2050 sin que resuelva problemas del milenio anterior, acogido quizás argumentalmente al clásico popularizado por Menem: “Estamos mal pero vamos bien”. Con una insultante pomposidad, el 27 de mayo de 2021, Iván Redondo (¿se acuerdan ustedes de Iván Redondo?; sí hombre sí, hagan ‘memoria democrática’) anunció la inminente creación de ‘NASA española’. Año y pico después, con Redondo ya metido a columnista y ‘podcastero’ con ínfulas de tronío, ya el propio Sánchez volvía con el tole-tole sideral y anunciaba la puesta en marcha, de nuevo inminente, del Consejo del Espacio porque se trata de un “asunto estratégico de la máxima relevancia para las grandes naciones y España no puede quedar atrás”. Otra vez el flautista de Hamelin.